
Para muchas personas, entre las cuales me incluyo, sus mascotas forman parte de la familia. Cuando se adopta a un animal se asumen responsabilidades, y una de ellas consiste en cuidarlos y atenderlos cuando lo necesiten. Sin embargo, hay quienes equiparan las mascotas con las posesiones, de manera que no entienden el costo psicológico que puede representar convertirse en el cuidador de un animal enfermo.
Cuando esas personas son los amigos más cercanos, compañeros de trabajo, jefes o incluso la pareja, a la tensión y angustia que ya experimentamos por la salud de la mascota se le suma la incomprensión de los demás, la sensación de estar solos, o casi. Todo eso genera un gran desgaste, no solo a nivel físico sino también psicológico. De ese desgaste no se suele hablar. Todos prefieren obviarlo. Pero negar su existencia no lo hace más llevadero, al contrario.
El síndrome del cuidador también afecta a quienes cuidan de su mascota
Cuidar a una mascota enferma, cuando existe un profundo vínculo sentimental, representa un peso emocional, social y económico. Como resultado, podemos padecer lo que se conoce como “síndrome del cuidador”.
Este síndrome se caracteriza por un agotamiento psicológico y físico extremo. La persona, que hasta ese momento había llevado una vida relativamente normal y estable, de repente se ve obligada a enfrentar una situación nueva para la que no está preparada y que además consume gran parte de su tiempo y energía.
El cuidador se encuentra sometido a un estrés continuo, originado por la lucha diaria contra la enfermedad, por lo que sus reservas físicas y mentales se agotan. Esa persona asume una gran carga, tanto a nivel físico como emocional, responsabilizándose por la medicación, las continuas visitas médicas y los cuidados de su mascota.
Poco a poco, esos cuidados van consumiendo cada vez más tiempo, de manera que la persona, con tal de no desatender otras áreas de su vida, se desatiende a sí misma. El tiempo libre para relajarse y desconectar se convierte en una utopía, lo cual genera aún más tensión. También es común que abandone sus aficiones y descuide su aspecto personal porque no tiene suficiente tiempo para sí. A la larga, ello le pasará una gran factura.
El profundo impacto de la incomprensión
Un estudio realizado en la Kent State University’s College of Arts and Science, analizó a 600 personas que cuidaban a sus mascotas enfermas y descubrió que los efectos que estas reportaban eran muy similares a los que se produce cuando se cuida a una persona: estrés, ansiedad, depresión, disminución de la calidad de vida y una gran carga emocional.
Lo más interesante fue que estos psicólogos usaron el mismo test con el que se evalúa el síndrome del cuidador. Así pudieron comparar los resultados del estrés percibido por cuidar a un familiar y a una mascota. Apreciaron que quienes cuidaban a otras personas puntuaban una media de 20 puntos, mientras que quienes cuidaban de su mascota puntuaron como promedio 25,42 puntos.
Vale aclarar que estas diferencias no se deben a que las personas tengan vínculos más estrechos con sus mascotas que con sus familiares, sino al hecho de que no cuentan con redes de apoyo lo suficientemente sólidas.
Las personas que participaron en el estudio fueron quienes brindaron las pistas para explicar este fenómeno. Muchas afirmaban “sentirse atrapadas”, no solo por la enfermedad de su mascota y los cuidados que demandaba sino por la incomprensión de las personas más cercanas, que solía terminar generando discusiones. Tampoco les ayudaba que cuestionaran continuamente su decisión de cuidar de su mascota.
Uno de los puntos en el que coincidían las personas más estresadas por cuidar a su mascota enferma era la sensación de aislamiento, la falta de apoyo social y no tener a nadie con quien hablar de esos sentimientos puesto que muchos les decían que habían perdido el juicio o que se estaban sacrificando inútilmente.
Menos crítica y más empatía
Esta investigación no pretende equiparar el cuidado humano con el de una mascota, sino tan solo generar una mayor conciencia social y empatía hacia las personas que han decidido, por un amor genuino y desde una firme convicción, cuidar a sus mascotas enfermas en vez de tirar la toalla.
Se trata de ponerse en su lugar y comprender que están atravesando por una etapa particularmente difícil. Si realmente estimamos a esa persona y deseamos ayudarla, no servirá de nada criticarla o reprocharle su decisión, es mejor apoyarla, aunque no compartamos su punto de vista.
A veces un oído que escuche atentamente o un hombro amigo sobre el cual llorar obran milagros. No lo olvidemos.
Fuente:
Spitznagel, M.B. et. Al. (2017) Caregiver burden in owners of a sick companion animal: a cross-sectional observational study. Veterinary Records; 181(12): 321.
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