¿Curar el problema o los síntomas? Es la disyuntiva hamletiana ante la que todos nos encontraremos más temprano que tarde en la vida. La decisión que tomemos puede marcar nuestro bienestar y tener serias repercusiones en nuestra salud a largo plazo.
Por desgracia, la mayoría de las personas se centran en tratar los síntomas, no la causa. Si tienen dolor de cabeza o acidez estomacal, toman algo para aliviarlo, sin preguntarse cuál podría ser el origen. De esa manera, no es extraño que terminen ahogándose en un mar de medicamentos mientras ignoran las causas que están generando sus afecciones. Lo peor de todo es que podrían terminar consumiendo muchos medicamentos y, aún así, no terminar de sentirse bien.
Tratar los síntomas, no el problema, sobre todo cuando se trata de salud mental, implica condenarse a un círculo vicioso en el que los comportamientos desadaptativos que han originado el malestar se siguen repitiendo, agravando aún más los síntomas y desencadenando nuevos malestares. Por supuesto, eso no significa que en ciertos casos no sea necesario tratar los síntomas y recurrie a los medicamentos, pero lo ideal es encontrar su causa y trabajar a un nivel más profundo y holístico para erradicarla.
Las enseñanzas del tratamiento holístico que aplicaban en el mundo antiguo
Tratar los síntomas olvidándose del problema no siempre ha sido la norma. Uno de los centros de salud más conocidos del mundo antiguo y uno de los primeros en tratar los trastornos mentales fue el Asclepion, en Pérgamo, el cual se remonta al siglo IV a.n.e. De hecho, en aquel hospital se formó Galeno.
Sin embargo, sus tratamientos no eran a lo que estamos acostumbrados. El conjunto se parecía más a un balneario moderno porque tenía fuentes, gimnasios y baños, rodeado de bosques y jardines. Incluso contaba con un odeón donde se celebraban conciertos ya que la música también era una terapia importante para los antiguos, un teatro donde se realizaban representaciones con propósitos terapéuticos (algo parecido al psicodrama moderno) y una biblioteca a disposición de los pacientes para que pudieran alimentar su intelecto.
Aquel hospital ponía en práctica una especie de triaje. Los enfermos eran examinados y clasificados en la Gran Puerta. Luego recibían un tratamiento integral que iba desde el ayuno hasta baños de barro, terapia de interpretación de los sueños, masajes, ungüentos, hierbas, música, danza, paseos por los jardines y la inducción del sueño y el descanso. Muchas veces, para encontrar la causa se recurría a un método denominado incubatio, que consitía en analizar los sueños.
De hecho, si tenemos en cuenta que muchos de nuestros sueños reflejan nuestras preocupaciones y temores cotidianos o más profundos, analizarlos puede darnos pistas sobre nuestro estado emocional y su expresión en el cuerpo, si bien esta distinción dualista no tendría lugar en una medicina holística.
Las 3 trabas modernas para detectar el origen y curar la causa de los trastornos y enfermedades
Los síntomas, como la ansiedad, la fatiga, los dolores musculares o los problemas de memoria suelen ser un indicador de que algo no anda bien. Nos señalan que nuestro equilibrio se ha roto. Esos síntomas son como las señales luminosas de advertencia de los coches, sirven para indicar que algo anda mal. De la misma manera en que no ignoramos la señal de nuestro coche, sino que lo llevamos al mecánico para que descubra qué sucede, no deberíamos pasar por alto nuestros síntomas. Sin embargo, eso es precisamente lo que hacen muchas personas a diario cuando recurren a los medicamentos, el alcohol o los atracones de comida para aliviar su malestar.
Por desgracia, la medicina convencional alienta de cierta forma esa visión. Lo hace cada vez que prescribe un medicamento sin buscar la causa del problema, solo para aliviar el síntoma. No hay muchos médicos que, cuando los pacientes acudan a consulta con molestias epigástricas, por ejemplo, le pregunten por su salud mental.
De hecho, en la sociedad moderna existen tres grandes trabas – tanto a nivel de ciencia como personal – que nos conducen a tratar los síntomas, no la causa:
- Ausencia de una visión holística. A medida que el bagaje teórico y procedimental de cada ciencia ha ido ampliándose, se ha producido una compartimentación cada vez mayor. En el caso de las ciencias relacionadas con el ser humano, eso implica verlo como un conjunto de partes o piezas que deben ser arregladas cuando se rompen o funcionan mal. Son pocos los profesionales que ven el todo en su integridad y complejidad. Asimismo, muchas personas tampoco comprenden que sus pensamientos y emociones pueden tener un influjo en su salud física o que su estilo de vida puede afectar su salud psicológica.
- Falta de tiempo crónica. En un mundo que gira a una velocidad de vértigo, el tiempo es un bien cada vez más escaso. Si los médicos no disponen de tiempo suficiente en sus consultas, no podrán profundizar en sus pacientes, de manera que solo se enfocarán en tratar los síntomas. De la misma manera, si no dedicamos tiempo a la introspección y a intentar buscar las causas psicológicas de nuestro malestar, nos limitaremos a quejarnos de lo mal que nos va o lo desdichados que somos sin preguntarnos qué podemos hacer para mejorar nuestro estado. La falta de tiempo crónica, por ende, nos conduce a buscar soluciones simplistas.
- Búsqueda de soluciones fáciles. La sociedad de consumo también tiende una trampa a nuestra salud: hacernos creer que podemos satisfacer nuestras necesidades rápidamente, con el menor esfuerzo. Sin embargo, cuando se trata de la salud, no hay atajos ni caminos fáciles. Cuidar, proteger o restaurar nuestra salud física y psicológica es un compromiso que debemos renovar cada día. También implica un acto de reflexión que nos lleve a analizar nuestro estilo de vida, comportamientos y pensamientos, seguido de una actitud proactiva para cambiar aquello que deba ser cambiado. Por eso, muchas personas prefieren recurrir a “soluciones” más fáciles y rápidas. El problema es que en muchos casos no se trata de verdaderas soluciones sino de parches que solo sirven para enmascarar la causa.
Los 5 pilares de la sanación para tratar el problema, no los síntomas
Cualquier problema que padezcamos, ya sea predominantemente físico o psicológico, demandaría un abordaje holístico que integre todas nuestras facetas:
1. Física. Es tan erróneo obviar los síntomas psicológicos como aquellos físicos. De hecho, debemos aprender a conectarnos más con nuestro cuerpo. Aprender a escucharlo para comprender qué necesita a cada momento y no alterar su homeostasis. Cuando escuchamos a nuestro cuerpo podremos saber qué alimentos le hacen bien y qué actividad física lo regenera. Sabremos cuándo necesitamos descansar y cuándo podemos llevarnos al límite.
Por supuesto, a veces escuchar a nuestro cuerpo también implica recurrir a determinados medicamentos para tratar ciertas afecciones. A veces nuestro organismo necesita una ayuda extra, y desoír ese llamado podría tan solo agravar la enfermedad.
2. Psicológica. Nuestros pensamientos y emociones tienen un enorme impacto en nuestro bienestar físico y psicológico. Si nos pasamos todo el día atrapados en nuestras preocupaciones y nos sometemos a un estrés continuo, no es extraño que ese estado termine pasándonos factura. Los problemas psicológicos no solo pueden agravar diferentes enfermedades físicas sino también actuar como sus desencadenantes.
Investigadores de la Universidad de Aalto constataron el enorme impacto de las diferentes emociones en nuestro cuerpo. Vieron que la ira contenida, por ejemplo, se asocia al doble de riesgo de sufrir un infarto, mientras que el estrés dispara procesos inflamatorios que están en la base de enfermedades como el cáncer.
3. Comportamental. De poco sirve saber lo que nos beneficia si no lo ponemos en práctica. Nuestros comportamientos son, en última instancia, los que pueden proteger nuestro bienestar o, al contrario, darle el golpe de gracia. El estilo de vida que llevemos y las decisiones que tomemos a diario influirán en nuestra salud.
Es importante ser conscientes de que cada decisión nos acerca o nos aleja al bienestar, teniendo un impacto en nuestra salud que puede llegar a ser acumulativo. Con esa idea en mente, podemos tomar decisiones salutogénicas que inclinen la balanza a nuestro favor.
4. Espiritual. Nuestras creencias también influyen en nuestro bienestar. Las creencias pueden generarnos una gran sensación de paz y tranquilidad, reconfortándonos y ayudándonos a afrontar mejor la adversidad, pero también pueden ser un arma de doble filo que nos sume en la desesperanza o el cinismo. Desarrollar nuestra faceta espiritual puede ayudarnos a encontrar un sentido a nuestra vida que nos haga sentir mejor.
En ese sentido, una revisión sistemática de cientos de estudios concluyó que “las personas que son más espirituales tienen una mejor salud mental y se adaptan más rápidamente a los problemas de salud en comparación con aquellas que son menos espirituales. Esos beneficios para la salud mental y el bienestar tienen consecuencias fisiológicas que afectan la salud física, el riesgo de enfermedad e influyen en la respuesta al tratamiento”.
5. Social. De poco vale seguir un estilo de vida saludable y hacer limpieza mental a menudo si estamos rodeados de un ambiente muy tóxico. Las relaciones interpersonales pueden ser nuestra mayor fuente de felicidad o, al contrario, generar malestar problemas y conflictos. Por eso, también debemos asegurarnos de rodearnos de las personas que traen a nuestra vida todo aquello que deseamos promover.
Psicólogos de la Universidad Estatal de Ohio, por ejemplo, comprobaron que mantener una relación de pareja hostil marcada por las discusiones puede retrasar la curación de las heridas. Otro estudio realizado en la Universidad Estatal de Nueva York constató que una relación de pareja que nos haga infelices termina provocando síntomas de depresión, problemas con el alcohol y otros síntomas físicos.
Analizando esas cinco áreas, es posible hallar la causa y comprender los diferentes factores implicados en las enfermedades y trastornos, de manera que, al trabajar sobre el origen, podamos eliminar todos los síntomas a la vez, propiciando un auténtico bienestar. Por supuesto, aplicar este enfoque demanda más tiempo y esfuerzo, pero suele generar un cambio transformador que apuntala nuestra salud integral a largo plazo, por lo que es algo que vale la pena.
Fuentes:
Roberts, D. (2017) Are You Simply Treating Your Symptoms? En: Psychology Today.
Barr, A. B. et. Al. (2016) Romantic relationship transitions and changes in health among rural, White young adults. J Fam Psychol; 30(7): 832-842.
Nummenmaaa, L. et. Al. (2014) Bodily maps of emotions. PNAS; 111(2): 646-651.
Koening, H. G. (2012) Religion, Spirituality, and Health: The Research and Clinical Implications. ISRN Psychiatry; 278730.
Rodríguez, M. A. (2010) El hospital de Asclepio en Pérgamo. Revista Científica de la Sociedad Española de Enfermería Neurológica; 32: 62-65.
Kielcot-Glaser, J. K. et. Al. (2005) Hostile marital interactions, proinflammatory cytokine production, and wound healing. Arch Gen Psychiatry; 62(12): 1377-1384.
Isabel dice
Me ha encantado el artículo
Que gran verdad!!!
Si consiguiésemos indagar en la causa cuanto sufrimiento se aliviaría.
Pero muchas veces nos resulta más fácil poner parches.
También la sociedad nos obliga a ello.
Se necesita tiempo y empatía para llegar a la raíz de los problemas,pero es tan necesario o más que tratar sólo los síntomas.