El primer libro que cayó en mis manos de Saramago fue «Ensayo sobre la Ceguera». Absolutamente estupendo. Después le he seguido la pista hasta llegar a su más reciente obra «Caín».
Para aquellos que no lo conozcan, Saramago es un escritor portugués que ha ganado el Premio Nobel de Literatura en el 1998 y según las últimas noticias que escuché sobre él, actualmente vive en Lanzarote. Nada extraño si son capaces de vislumbrar su filosofía de vida detrás de sus obras.
Ensayo sobre la ceguera
Un hombre ante un semáforo en rojo. Todos parten cuando cambia la luz. Él no. Se ha quedado ciego. Es el primer caso de la «ceguera blanca» que se extenderá por toda la ciudad y posteriormente por todo el país. O quizás es mejor llamarla «mal blanco» porque la palabra ceguera es malsonante, con esa habitual tendencia que tenemos a renombrar, reprimir, olvidar… todo lo que nos recuerde nuestros males.
Pero… ¿qué sucede cuando todos nos quedamos ciegos de repente? Tendríamos que enfrentarnos con lo más primitivo de la naturaleza humana: la voluntad de sobrevivir a cualquier precio. Conocemos un yo diferente.
La obra delinea una escena aterradora y conmovedora sobre la sociedad que estamos viviendo, una sociedad que conduce a la ceguera del alma y del libre pensamiento. Saramago nos obliga, literalmente hablando, a detenernos, cerrar los ojos y finalmente, ver y comprender. ¿Cómo lo hace? A través de pequeños pensamientos o frases de sus personajes:
¿Qué sucede cuando en un mundo de ciegos una persona tiene la responsabilidad de ver lo que nadie alcanza a vislumbrar? «Aunque no pierda la vista me volveré más ciega cada día porque no tendré quien me vea».
El pánico de las personas a abrir los ojos en la mañana o el miedo a enfrentarse con lo irreversible: «Se dijo a sí misma que contaría hasta diez y que luego abriría los párpados, dos veces lo dijo, dos veces contó y dos veces no los abrió.»
Entonces inevitablemente nos surge una pregunta: ¿En un mundo así quedará un espacio para la esperanza humana? «Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven.» Y con esto queda explicado todo. Las personas recobran la visión o… quizás creen que la recobran
No obstante, el libro no es solo un llamado a rescatar la lucidez y nuestra más profunda autodeterminación sino a practicar el afecto, el amor y la solidaridad. Un libro desgarrante, no creo que exista alguien que lo haya leído para después olvidarlo.
Caín
Una lectura totalmente diversa, mucho más corta y divertida; incluso en ocasiones es capaz de arrancar carcajadas pero no por eso menos reflexiva.
Caín, personaje principal por así llamarlo, viaja a través de diversos pasajes de la Biblia asumiendo posturas críticas para con dios (al cual nombraremos en minúscula para ser congruentes con la obra de Saramago donde se le niega la mayúscula inicial), ese Dios aparentemente justo y caritativo. Así, nos encontramos inmersos en una visión saramaguesca de la creación de Adán y Eva y su expulsión del Paraíso, la muerte de Abel en manos de Caín, el intento de sacrificio infructuoso de Isaac por su padre Abraham, la construcción de la Torre de Babel, la destrucción de Sodoma y Gomorra, la lucha de las tribus israelitas contra los madianitas, la conquista de Jericó, las pruebas a Job y finalmente la construcción del arca y el diluvio universal.
¿A dónde nos conducen los viajes de Caín? A mostrarnos un dios diverso del que estamos habituados. Apenas nos hacemos conscientes nos apropiamos de una representación social construida sobre lo que es dios y todas las sus características. Esa representación usualmente no se cuestiona. Veamos un pequeño ejemplo que viene desde Ensayo sobre la ceguera: la única persona que podía ver se conmovió, sintió una honda repulsión y apartó inmediatamente la vista ante una imagen de crueldad horripilante: un hombre estaba atado en la cruz y atravesado por clavos con un gesto de profundo dolor en el rostro. Realmente nada diverso de la imagen que le damos a nuestros hijos como si fuese el icono más relajante del mundo.
Caín es un llamado a repensar nuestras más profundas creencias, a revalorar nuestros valores y acciones. Es la exaltación del poder de autodeterminación humano.
Entonces quisiera terminar con una frase sumamente explícita que aparece en la obra: «La historia de los hombres es la historia de sus desencuentros con dios, ni él nos entiende a nosotros ni nosotros lo entendemos a él».
Creo que por hoy ya nos hemos acercado a suficientes argumentos sobre los cuales reflexionar para construirnos un camino más satisfactorio.
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