Como cada año, la Navidad se acerca. Las luces navideñas parpadean, los villancicos resuenan prácticamente en cada esquina y por todas partes nos bombardean con familias perfectas riendo frente a un árbol impecablemente decorado. Se supone que la Navidad es la época más alegre del año. Se supone que debemos sentirnos felices y agradecidos. Pero para muchas personas, esta temporada es todo menos festiva.
Si ni todos los colores de las luces de Navidad ni toda la alegría que se respira en el ambiente logran modificar tu estado de ánimo, sino que al contrario te generan tristeza, mal humor, apatía o nostalgia, es probable que sufras lo que se conoce como depresión navideña.
¿Qué es la depresión navideña exactamente?
También conocida como depresión blanca o blues de Navidad, no se trata de un trastorno psicológico propiamente dicho, sino más bien de un estado de ánimo negativo que suele acompañar estas fechas, por lo que tiene un carácter temporal. De hecho, es más una reacción emocional ante estímulos como las decoraciones navideñas, los villancicos, las excesivas reuniones familiares y, en definitiva, toda la parafernalia que rodea a esta época del año.
Fue en 1955 cuando se habló por primera vez del “síndrome navideño”. El psiquiatra James P. Cattell se dio cuenta de que algunas personas experimentaban una ansiedad difusa, sentimientos de impotencia, irritabilidad, recuerdos amargos sobre el pasado y un pensamiento mágico sobre la posibilidad de solucionar con un chasquido de dedos todos sus problemas.
Más adelante, en uno de los pocos estudios que se han realizado sobre ese estado emocional, la psicóloga Marjorie Baier consideró que la depresión navideña era una reacción ante el estrés que supone estas fechas para algunas personas. De hecho, no es raro que ocurra en quienes extrañan a sus seres queridos o en las personas mayores, especialmente cuando se sienten solas. Las encuestas también han revelado que el 67% de las personas deprimidas se sienten peor durante esa etapa del año.
¿Qué causa el blues de Navidad?
La Navidad suele llegar con su lista de promesas: felicidad, unión y celebraciones perfectas. Pero, ¿por qué esa época que supuestamente debería ser la más alegre del año puede llegar a ser tan triste o pesada para algunos? Las causas de la depresión navideña son tan variadas como las historias de quienes la padecen. A menudo, lo que parece ser una época mágica se convierte en una fuente de estrés, soledad o dolor. De hecho, la depresión navideña puede estar desencadenada por múltiples factores:
- Demasiadas comparaciones. Y no se trata solo de los precios de los regalos, sino de nuestras vidas. En esta época del año somos aún más propensos a compararnos con las representaciones ideales e irreales de cómo deberían ser las navidades y cómo deberíamos sentirnos. En otros casos, comparamos la navidad actual con las de antes del divorcio, cuando nuestros padres aún estábamos con nosotros, cuando éramos más jóvenes o cuando nos sentíamos más felices… Si la realidad se distancia demasiado de las expectativas que generan esos recuerdos, no es raro que nos sintamos deprimidos.
- Estrés estratosférico. En Navidad, a veces todo parece un maratón: regalos por comprar, cenas que organizar, compromisos sociales que cumplir… ¿Y si no llegas a todo? La presión por tener y organizar una «Navidad perfecta» puede hacer que se nos olvide disfrutarla. A la larga, todos esas tareas acaban exprimiéndonos emocionalmente. El estrés no solo nos agota física y mentalmente, sino que agudiza cualquier sensación de malestar que ya esté latente. Y lo peor de todo es que, en medio de este caos, apenas nos queda tiempo para lo realmente importante: respirar, conectar y descansar.
- Soledad al cuadrado. La Navidad tiene ese talento especial para recordarnos con quién no estamos. Las sillas vacías en la mesa se vuelven más evidentes, los mensajes que no llegan pesan más y los silencios se vuelven ensordecedores. Estar solo en estas fechas puede ser devastador porque colisiona frontalmente con la idea de “unión” que traen aparejadas estas festividades. Además, la soledad no siempre implica estar solos físicamente, a veces, es sentirnos desconectados, aunque estemos rodeados de gente.
¿Cómo se manifiesta? Los síntomas de la depresión blanca
Reconocer los síntomas de la depresión navideña es importante para comprender qué nos ocurre. Algunas de las manifestaciones más comunes son:
- Tristeza persistente. Aunque todo a tu alrededor rebosa alegría, sientes una tristeza que no logras sacudirte de encima.
- Falta de energía. Incluso las tareas más simples te parecen cuesta arriba, desde hacer la compra hasta decorar la casa.
- Aislamiento. Evitas las cenas familiares o los encuentros sociales porque te sientes desconectado de los demás ya que no compartes su estado de ánimo.
- Irritabilidad. Las pequeñas cosas que los demás parecen disfrutar, a ti te molestan. Un villancico repetitivo puede sacarte de tus casillas y las decoraciones navideñas te enfadan.
- Sentimientos de despersonalización. Como el ambiente festivo no te invade, te sientes completamente fuera de lugar e incluso desconectado contigo mismo, como si vivieras todo en tercera persona.
Cabe aclarar que muchas personas también pueden llegar a sentirse culpables por no cumplir con los estándares de la “felicidad navideña”, por lo que a la tristeza o la nostalgia se le suman las recriminaciones.
¿Cómo lidiar con la depresión navideña?
La Navidad puede llegar con una confusa mezcla de emociones, pero cuando la tristeza o el estrés se convierten en un peso constante, es fundamental buscar estrategias para equilibrar tu estado de ánimo. No hay una solución mágica, pero cuidar más de ti mismo y redefinir cómo quieres vivir estas fechas pueden marcar la diferencia.
- No ignores lo que sientes. Negar lo que sientes es como intentar tapar una herida con una tirita, puede ofrecerte un alivio temporal, pero no es la mejor solución. En realidad, ignorar lo que sientes significa que no podrás empezar a buscar soluciones. No tienes que ocultar tus sentimientos solo porque se supone que es una época de alegría. Si te sientes triste, nostálgico, estresado o incluso frustrado, está bien. De hecho, etiquetar las emociones te ayudará a comprenderlas mejor, superarlas y reconciliarte contigo mismo.
- Replantéate tus expectativas. Es conveniente ajustar las expectativas navideñas a la realidad. Todos los años no serán iguales, por lo que es importante que veas las situaciones familiares y las ausencias con cierta perspectiva y asumas con naturalidad los cambios que se van produciendo a lo largo de la vida y en tus relaciones. Además, no tienes que sentirte necesariamente feliz o agradecido, sentirte nostálgico también es perfectamente comprensible.
- Redefine la Navidad a tu manera. ¿Quién ha dicho que la Navidad tiene que seguir un guion rígido compuesto por cenas interminables, decoraciones deslumbrantes y regalos? Si esas tradiciones no te hacen feliz, crea las tuyas. Una película en pijama con una taza de chocolate caliente, una escapada improvisada o incluso un día dedicado al simple placer de no hacer nada pueden ser tan válidos como cualquier fiesta familiar. La clave está en encontrar actividades significativas que te hagan sentir bien, no las que cumplan con las expectativas de otros. La Navidad puede ser exactamente lo que tú decidas que sea.
- Practica el autocuidado. A veces, la Navidad parece una carrera de obstáculos y tareas pendientes, por lo que es importante que no te olvides de ti. Haz espacio para las cosas que te hacen feliz, aunque sean pequeñas: un paseo al aire libre, leer ese libro que llevas meses posponiendo o simplemente desconectar de las redes sociales, donde todo parece más perfecto de lo que es. Recuerda que cuidarte no es egoísmo, sino una cuestión de supervivencia emocional. Quizá dedicarte un poco de tiempo sea el regalo más valioso que puedes darte estas fiestas.
- Establece límites. En lugar de presionarte por las grandes celebraciones, enfócate más en los momentos sencillos que disfrutas: una taza de té caliente, una conversación sincera o una tarde tranquila. Recuerda que no estás obligado a cumplir con todas las invitaciones, organizar la cena perfecta o mantener conversaciones forzadas. Decir “no” puede ser difícil, pero también es liberador, así que puedes aprovechar esta oportunidad para aprender a decir «no» sin dar explicaciones y sin sentirte culpable. Prioriza lo que realmente te importa y rechaza amablemente lo que te agobia. Establecer límites a veces es un acto de autocuidado.
¿Y si la tristeza no desaparece cuando acaba la Navidad? En ese caso, es probable que la depresión navideña sea la señal de alarma de una depresión propiamente dicha, así que es importante pedir ayuda psicológica antes de que se asiente definitivamente. En cualquier caso, recuerda que la felicidad es una carrera de fondo, un resultado de las decisiones vitales que vamos tomando, y no una imposición o un estado en el que nos zambullimos durante una época del año.
Dicho esto, ¡os deseo una buena Navidad a todos!
Referencias Bibliográficas:
Sansone, R. A. & Sansone, L. A. (2011) The Christmas Effect on Psychopathology.Innov Clin Neurosci; 8(12): 10–13.
Baier, M. (1987) The “Holiday Blues” as a Stress Reaction. Perspect Psychiatr Care; 24: 64-68. Himmelhoch, J. M. (1980) Holiday depression, both fact and fiction. Postgrad Med; 68(6):185-90.
Cattell, J.P. (1955) The “Holiday Syndrome”. The Psychoanalytic Review; 42: 39-43.
Jose Bran dice
Hola.
Mi psicologa favorita.
Yo tambien te deseo una feliz navidad.
Siempre me leo todos tus post.
Saludos desde medellin-colombia.
Jennifer Delgado dice
Hola José,
Gracias por tus felicitaciones y retroalimentación.
¡Que tengas también una Feliz Navidad! 🙂