Si la adversidad ha tocado a tu puerta obligándote a afrontar una situación particularmente dura y te sientes triste, desmotivado o incluso desconectado de los demás y de ti mismo, es probable que estés sufriendo una depresión reactiva, un estado del que se habla poco pero que puede ser devastador para quien lo padece.
¿Qué es la depresión reactiva exactamente?
La depresión es un trastorno del estado de ánimo que afecta nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos. Se manifiesta a través de síntomas como una profunda tristeza, desmotivación, apatía, anhedonia, pérdida del sentido de la vida e incapacidad para experimentar placer.
Muchos de nosotros podemos sentirnos así en determinados momentos, pero las personas con un trastorno depresivo experimentan esos síntomas durante al menos dos semanas casi a diario, de manera que terminan afectando su día a día y empeoran considerablemente su salud mental y bienestar.
La depresión reactiva, también denominada depresión situacional, es una respuesta a un acontecimiento vital significativo con el que nos cuesta lidiar. Básicamente, es una reacción ante un problema externo o un factor altamente estresante que nos desestabiliza.
El concepto fue introducido en 1920 por Kurt Schneider, quien estableció un modelo binario en el que existía una depresión endógena (en la que resulta difícil identificar un evento desencadenante específico y los factores internos tienen más peso en la etiología) y la depresión reactiva (cuya causa es fundamentalmente externa).
En la actualidad, la depresión reactiva se encuentra bajo el paraguas del trastorno de adaptación, con el rasgo distintivo de que existe un evento desencadenante que provoca un estado de ánimo particularmente afligido. O sea, se entiende como una reacción emocional negativa que va más allá de los límites normales de la tristeza ante un acontecimiento vital.
¿Qué causa la depresión reactiva?
Para hacer referencia a una depresión reactiva es fundamental que se pueda identificar el factor desencadenante; o sea, la experiencia estresante que ha causado los síntomas, que puede ser desde un divorcio hasta la muerte de una persona significativa o la pérdida del trabajo.
No obstante, cabe aclarar que las circunstancias y acontecimientos que pueden provocar una depresión reactiva no siempre son negativos. En algunos casos, los cambios vitales positivos también pueden generar tanto estrés que terminan desencadenando un cuadro depresivo reactivo.
Podría tratarse de un embarazo, una mudanza, comenzar la universidad, contraer matrimonio o empezar un nuevo proyecto laboral. Aunque los cambios positivos generan entusiasmo, también pueden ser una gran fuente de estrés y provocar sentimientos contradictorios como el miedo, activando la sensación de pérdida y tristeza.
Eso significa que la depresión reactiva no se produce únicamente cuando nos exponemos a una situación adversa, sino que también encierra un factor psicológico puesto que depende de la manera en que percibamos nuestro entorno. Si creemos que no contamos con los recursos necesarios para lidiar con ese cambio o este genera demasiada incertidumbre, es probable que nos estresemos y le abramos la puerta a la depresión.
Por tanto, el evento que puede desencadenar una depresión reactiva en una persona, podría no generarla en otra ya que, en última instancia, dependerá de sus recursos de afrontamiento.
¿Cómo se manifiesta la depresión reactiva? Los síntomas que debes conocer
Cada persona reacciona ante el estrés y los cambios de manera diferente, pero algunos de los síntomas de la depresión reactiva más comunes son:
- Cambios emocionales más profundos de lo habitual, como sentirse particularmente triste, irritable o de mal humor.
- Disminución del nivel de energía, que se traduce en apatía, desmotivación y pérdida del interés por las cosas que antes te gustaban.
- Cambios en el pensamiento, comienzas a ver todo negro, a través de una lente pesimista, y experimentas cierta confusión y niebla mental, de manera que te cuesta pensar con claridad.
- Descuidar las responsabilidades habituales pues sientes que han perdido su razón de ser o simplemente no tienes energía para realizar esas tareas.
- Cambios en los hábitos cotidianos, desde problemas para conciliar el sueño o no querer salir de la cama hasta pérdida de apetito y abandono de las rutinas saludables.
- Aislamiento social y retraimiento pues no te apetece compartir con amigos cercanos o familiares.
- Disminución del rendimiento, ya sea en los estudios o en el trabajo, de manera que eres más propenso a cometer errores y sientes que todo te cuesta el doble o el triple de esfuerzo.
- Dolor físico, como dolores de cabeza más frecuentes, malestar gastrointestinal o tensión muscular.
Cabe aclarar que cuando estos síntomas son leves, como respuesta a una situación particularmente estresante, pueden considerarse como una reacción normal, por lo que no son motivo de preocupación. Sin embargo, cuando se agravan o se vuelven persistentes, hay que prestarles atención.
En sentido general, los síntomas de la depresión reactiva suelen ir desapareciendo a medida que la situación mejora o nos vayamos adaptando al cambio, pero en algunos casos pueden empeorar dando lugar a una afección más crónica, como la depresión mayor.
¿Cuál es el tratamiento?
La Psicología oficial no suele establecer una distinción entre la depresión reactiva y la endógena ya que en ambas son el resultado de una mezcla de factores externos e internos. Sin embargo, lo cierto es que el peso de esos factores varía. De hecho, un estudio realizado en el King’s College de Londres comprobó que “los subtipos de depresión endógena y reactiva están asociados con cambios muy distintos en la expresión genética”.
A nivel práctico, dichos resultados sugieren que el tratamiento también debe ser diferente, de manera que no se debe utilizar como único criterio la gravedad de los síntomas. En este sentido, otra investigación muy interesante llevada a cabo en la Universidad de Keiō reveló que en su práctica, los psiquiatras japoneses realizan una distinción entre la depresión endógena y la reactiva.
Como resultado, el 85% de estos psiquiatras consideran que los medicamentos para la depresión son apropiados para los pacientes que sufren una depresión endógena pero solo el 40% piensan que son beneficiosos para quienes tienen un cuadro depresivo reactivo. Esa distinción los lleva a seguir diferentes estrategias de tratamiento en cuanto a psicofarmacología y psicoterapia.
De hecho, para la depresión reactiva, la terapia cognitivo-conductual puede ser particularmente eficaz ya que ayuda a las personas a identificar los pensamientos que alimentan el cuadro depresivo y sustituirlos con ideas más adaptativas, además de enseñarles técnicas para lidiar con la situación estresante que ha generado el problema.
Referencias Bibliográficas:
Malki, K. et. Al. (2014) The endogenous and reactive depression subtypes revisited: integrative animal and human studies implicate multiple distinct molecular mechanisms underlying major depressive disorder. BMC Medicine; 12: 73.
Mizushima, J. et. Al. (2013) Melancholic and reactive depression: a reappraisal of old categories. BMC Psychiatry; 13: 311.
Hirschfeld, R. M. (1981) Situational depression: validity of the concept. Br J Psychiatry; 139: 297-305.
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