
En los últimos tiempos, da la impresión de que el mundo está más dividido que nunca. Las opiniones se fragmentan y polarizan, obligando a posicionarse. Y cuanto más extremos se vuelven los puntos de vista, más escurridiza se torna la comprensión. En ese contexto, pero también en nuestras relaciones familiares, laborales y sociales, el desacuerdo constructivo puede convertirse en el camino para evitar más crispación y malestar mientras edificamos los puentes necesarios para avanzar.
¿Qué es el desacuerdo constructivo?
El desacuerdo constructivo es un tipo de discrepancia en la que dos o más personas expresan puntos de vista diferentes con el objetivo de mejorar, comprender mejor la situación o encontrar una solución más efectiva para todos. A diferencia de los desacuerdos destructivos, que suelen alimentar el conflicto personal o actitudes defensivas e incluso agresivas, el desacuerdo constructivo se caracteriza por una actitud de respeto, apertura y colaboración.
Este enfoque permite que las partes involucradas compartan ideas o perspectivas contrapuestas sin convertir esas diferencias en una confrontación personal. ¿La clave? En lugar de intentar “ganar” la discusión, debemos enfocarnos en el objetivo compartido, los puntos en común, la búsqueda de la solución o el intento de mejorar. Esa actitud suele ampliar la perspectiva de ambas partes y conducir a un crecimiento personal o incluso social.
¿Cómo poner en práctica el desacuerdo constructivo?
A menudo, es inevitable que en las relaciones surjan discrepancias ya que somos personas diferentes. De hecho, esas diferencias incluso pueden ser saludables y desarrolladoras ya que nos permiten aprender más sobre nosotros mismos y los demás. Sin embargo, cuando no hay voluntad de entender, esos desacuerdos pueden agravarse, generando insatisfacción y frustración en ambas partes, activando los conflictos latentes e impidiendo que resolvamos problemas perentorios. ¿Qué hacer?
1. Rompe moldes y estereotipos
La imagen que nos formemos de nuestro interlocutor determinará el rumbo de la discusión.Un estudio realizado en la Universidad de Pensilvania reveló que muchas personas malinterpretan los desacuerdos pensando que son señal de mala escucha. O sea, creemos que quienes no están de acuerdo con nosotros son “malos oyentes”. En cambio, valoramos de manera más positiva la capacidad de escucha de quienes coinciden con nosotros, a quienes vemos como más agradables, disponibles e incluso divertidos.
Sin embargo, para practicar el desacuerdo constructivo debemos deshacernos de ese “efecto halo”. O sea, necesitamos comprender que las diferencias no hacen que el otro sea mejor ni peor, tan solo distinto. El desacuerdo no se debe a que el otro “no escuche”, sino tan solo a que ambos vemos el problema desde una perspectiva única. Si no realizamos esos juicios de valor y no nos lanzamos a formarnos una imagen estereotipada del otro, estaremos más abiertos a escuchar y llegar a un acuerdo.
2. Mantén la mente abierta
A menudo, las personas entablan discusiones solo para reafirmar su punto de vista o convencer a los demás de su postura. Sin embargo, esa actitud suele ser contraproducente ya que desata una dinámica de confrontación que obstaculiza la comunicación, la colaboración y la exploración de diversas perspectivas, perdiendo valiosas oportunidades para aprender. En cambio, es imprescindible mantener la mente abierta.
Un experimento psicológico muy interesante descubrió que cuando a las personas se les da a elegir entre dos interlocutores en desacuerdo con sus puntos de vista (uno que quería persuadirlos y otro que quería aprender de ellos), la mayoría prefiere al interlocutor que se mostraba dispuesto a aprender. Eso sugiere que nos gusta que nos escuchen con una mentalidad abierta, por lo que también deberíamos escuchar con esa actitud.
Por tanto, para practicar el desacuerdo constructivo debemos estar dispuestos a considerar diferentes perspectivas, aunque inicialmente choquen con nuestras creencias y valores. También debemos hablar desde la curiosidad, con la voluntad de aprender y profundizar en las perspectivas y motivaciones de la otra persona para comprender realmente sus puntos de vista.
3. Aclarar expectativas antes de hablar
Cuando surgen desacuerdos, la mayoría de las personas suelen ponerse a la defensiva, se forman una opinión sobre el otro y dejan que los estereotipos y presunciones inunden sus mentes. En esos casos, cada interlocutor se convierte en una fortaleza inexpugnable.
Para evitarlo, es esencial que antes de abordar el tema en cuestión dejemos claras nuestras intenciones y compartamos nuestras expectativas. Por ejemplo, no es lo mismo buscar solo apoyo emocional que pedir un consejo o simplemente intercambiar ideas antes de tomar una decisión importante. Eso ayudará a la otra persona a saber qué esperamos de ella. Y el otro también podrá saber qué esperar de nosotros.
Antes de presentar nuestro punto de vista, es conveniente reconocer las diferencias de perspectiva y expresar un interés genuino por comprender al otro. Eso marcará el tono de la conversación, llevándola hacia un terreno más constructivo en el que el objetivo es aprender unos de otros o solucionar un problema, en vez de simplemente ganar una discusión.
4. Buscar puntos en común para construir puentes
Aunque los debates más desarrolladores a menudo involucran opiniones diferentes, es importante buscar puntos en común a partir de los cuales construir un acuerdo. Cuando nos enfocamos en las similitudes, en lugar de resaltar las diferencias, creamos un ambiente más colaborativo.
Esa actitud no solo alivia tensiones, sino que también permite que cada parte reconozca el valor de la perspectiva del otro. En lugar de ver al interlocutor como un adversario, le podemos considerar como un aliado potencial en la búsqueda de soluciones mejores para todos.
De hecho, un estudio realizado en las universidades de Harvard y Stanford reveló que somos un 50% más proclives a abordar temas sensibles con una persona si creemos que tiene las herramientas psicológicas necesarias para discutir de forma madura.
Comenzar por identificar valores u objetivos compartidos puede ser un buen punto de partida para tener un diálogo productivo. También podemos lanzar preguntas abiertas que faciliten la exploración de ideas, en vez de intentar encajar la riqueza del pensamiento humano en un simple “sí” o “no”. Cuando aprovechamos esas áreas de acuerdo no solo cerramos brechas y nos acercamos al otro, sino que nos resulta más fácil encontrar soluciones que incorporen perspectivas más amplias.
5. Centrarse en las ideas, no en la persona
En el corazón del desacuerdo constructivo se encuentra la premisa fundamental de que el foco debe estar en el problema en cuestión y no en la persona que presenta una opinión diferente. Esa distinción es crucial, ya que los ataques personales pueden desviar la atención del verdadero desafío a resolver.
El desacuerdo constructivo siempre debe enfocarse en las ideas. No se admiten ataques personales como la falacia ad hominen. Eso significa que debemos tener la madurez necesaria para separar la persona del tema y construir argumentos razonables, respaldados por hechos o que sigan un hilo lógico.
Al centrarnos en el argumento, en lugar de criticar a las personas, podemos mantener una conversación respetuosa y productiva. Por ejemplo, en vez de afirmar “estás equivocado” o “no tienes ni idea” deberíamos decir “entiendo tu postura, pero pienso que…”. En muchas ocasiones basa ese cambio sutil en el lenguaje para evitar que la otra persona se ponga a la defensiva y se muestre más dispuesta a escuchar.
Esta dinámica no solo fortalece las relaciones interpersonales, sino que también enriquece el proceso de toma de decisiones, ya que podemos discutir y refinar las ideas sin las distracciones que implican los conflictos personales
En cualquier caso, debemos recordar que, al igual que cualquier otra habilidad en la vida, la comunicación efectiva se desarrolla con el tiempo, con paciencia y realizando un esfuerzo consciente por mantener la mente abierta y por aprender. A fin de cuentas, todos queremos sentirnos escuchados, validados y valorados, más allá de las diferencias.
Referencias Bibliográficas:
Bella, Z. & Schaumberg, R. (2024) Disagreement Gets Mistaken for Bad Listening. Psychol Sci; 35(5):455-470.
Schumann, J. & Oswald, S. (2024) Pragmatic perspectives on disagreement. Journal of Language Aggression and Conflict; 12(1): 1 – 16.
Minson, J. A., Hagmann, D., & Luo, K. (2023) Beyond persuasion: Improving conversational quality around high-stakes interpersonal disagreements. The University of British Columbia; 10.31219.
KATIA GUTIERREZ dice
Es interesante saber la diferencia entre estrés y ansiedad, ya puede confundirse, los síntomas son diferentes.