Los niños son el eterno ejemplo y símbolo de la verdad más pura. O al menos eso se creía hace un tiempo porque hoy los científicos aseveran que a la temprana edad de tres años ya son capaces de comprender las emociones de los otros y… ¡mentir! Aunque todavía hay algunos psicólogos que aseveran que los niños no mienten sino que confunden la realidad con la fantasía.
De una forma u otra, lo cierto es que a los adultos nos puede parecer un juego de tontos descubrir las mentiras de los niños. Pero la realidad es bien diversa, sobre todo cuando los pequeños ya han crecido un poco. Así lo confirmó una investigación desarrollada por Stromwall, quién halló que la mayoría de los adultos es incapaz de detectar cuando los niños mienten.
Se tomaron 13 niños, con edades comprendidas entre los 11 y los 13 años, y se les dijo que serían entrevistados acerca de dos hechos: uno que les había sucedido en la realidad y otro que nunca habían experimentado. Su tarea sería hablar de ambos como si realmente los hubiesen vivido.
Posteriormente fueron entrevistados por investigadores que no conocían cuáles eran las experiencias reales y cuales no. Su única tarea era preguntarles acerca de aquellas dos experiencias. A la mitad de los niños se les dio la oportunidad de preparar su «discurso» sobre el hecho que nunca había sucedido mientras la otra mitad debía improvisar durante la marcha.
Los niños fueron grabados en video durante las entrevistas y las mismas fueron mostradas a 60 adultos. Éstos debían identificar qué historia era cierta y cuál era fabricada. ¿Los resultados? Las personas identificaron correctamente solo el 51.5% de las historias aunque los resultados fueron discretamente mejores cuando se enfrentaban a las historias creadas durante la marcha: se obtuvo un 55.6%.
¿Por qué no se obtuvieron resultados más elevados? Simplemente debido a que los niños eran capaces de anticipar las estrategias de detección de mentiras de los adultos. Los 60 adultos revelaron que una de sus estrategias para desvelar las mentiras era encontrar falta de detalles en las historias. Por su parte, los pequeños se basaban en experiencias similares que habían escuchado contar, por lo cual, eran prolijos en detalles. ¿Otra estrategia para detectar mentiras de los adultos? Buscar síntomas de nerviosismo. ¿Estrategia de los pequeños? Mantener la calma en todo momento.
Sin lugar a dudas un estudio interesante que desmonta algunos mitos sobre las relaciones entre pequeños y adultos. Aunque por supuesto, en el caso de que conozcamos a un niño, toda la teoría se derrumba pues nos basamos en el conocimiento de su comportamiento cotidiano y no en estrategias para detectar mentirosos.
Fuente:
Stromwall, L.A.; Granhag, P.A. & Landstrom, S. (2007) Children´s prepared and unprepared lies: Can adults see through their strategies? Applied Cognitive Psychology, 21: 457-471.
ricardo vera dice
Hola Jennifer, te comento, tengo una hija de 7 años, ella cuando pequeña presento una epilepsia, despues de muchos tratamientos, esta sanita, claro a sus 7 años presenta una inmadurez de 5, es muy cariñosa, sin embargo hace dos años empezo a tener conductas desafiantes, por lo que le diagnosticaron risperidona, ha estado super bien, igual de repente se pone un poco desafiante, pero se controla, lo que si el tema social ha sido nuestro drama, ya que en el cole no conversa con sus pares, no sabemos si es producto de esto, pero lo viene presentando desde hace 3 años, con los profes habla sin problema, pero con los otros niños no, incluso no le gusta jugar con ellos.
con mi esposa queremos qutar la dosis de risperidona, obviamente con consulta de nuestra neurologa, ya que tenemos dudas si realmente le hace bien, o provoca situaciones de irritabilidad o inseguridad, esta con terapeuta. que nos aconsejas.. gracias
Jennifer Delgado dice
Ricardo,
En un inicio, la risperidona no debería ser la causa de su desinterés por sus coetáneos. Cuando un medicamento altera el comportamiento, normalmente este es en todos los ámbitos y no en un área determinada. Es decir, tendría problemas en las relaciones sociales en general y no solo con los niños.
Una alternativa más probable es que se sienta rechazada y por eso ella misma evite a los otros niños.
De todas maneras, es algo que debes hablar con el neurólogo y, preferentemente, también con un psiquiatra.