En los últimos tiempos, sobre todo a partir de la difusión de las redes sociales, todos se creen con derecho a opinar, juzgar y criticar. Todos quieren influir en los demás, generalmente con el objetivo de moldear el comportamiento ajeno para que responda a su visión del mundo.
Esa intromisión constante no puede sino generar una reacción opuesta de rechazo. A fin de cuentas, toda acción genera una reacción de igual intensidad, pero en sentido opuesto, según la tercera ley de Newton, también conocida como “principio de acción y reacción”.
La sabiduría antigua propone un camino diferente: dharmadhatu.
¿Qué es el dharmadhatu?
Al igual que ocurre con muchos términos de la filosofía hinduista y budista, es difícil encontrar una traducción exacta. En el budismo mahayana, por ejemplo, dharmadhatu significa el “reino de todas las cosas o fenómenos”, pero también indica la “naturaleza o esencia más profunda”, así como la mente purificada en su estado natural, libre de oscurecimientos.
De cierta forma, el concepto de dharmadhatu también se refiere a la armonía del universo, que se produce cuando permitimos que cada “cosa-suceso” sea libre y espontáneamente ella misma, sin interferencias. Por cada “cosa-suceso”, denominado shih, se entiende todo lo que nos rodea, que tiene un carácter único e individual, desde las personas hasta los animales.
El control que distancia
“Dejad que cada cosa tenga la libertad de ser tal como es. No os separéis del mundo intentando ordenarlo a vuestro alrededor”, recomendaba Alan Watts alertándonos de nuestra tendencia a querer controlarlo todo.
Sin embargo, ese intento de control termina ejerciendo una fuerza sobre las cosas que, al final, recibiremos con la misma intensidad, lo cual enturbiará la propia naturaleza de los fenómenos y las personas que nos rodean.
El control solo genera ansiedad en quien intenta controlar y malestar en quien es controlado. Como resultado, la frustración crecerá y la distancia entre ambos se ampliará cada vez más. Cada intento de control niega la autenticidad del otro y, por tanto, nos aleja de su esencia.
Si empujamos a alguien a comportarse de determinada manera, ¿hasta qué punto su conducta será sincera? ¿Se mantendrá cuando no sufra esa presión? El control camufla las verdaderas intenciones, convirtiéndose en una cortina que nos impide conocer al otro. Al mismo tiempo, el otro siente que no puede expresarse con autenticidad.
Carl Rogers y Abraham Maslow también creían que un control excesivo sobre uno mismo o los demás acaba obstaculizando el proceso de autoactualización; o sea, se convierte en un obstáculo para desarrollar plenamente el potencial humano. Este control impedirá que nos expresemos de manera libre y genuina, razón por la cual hacían referencia a la necesidad de establecer relaciones no directivas.
¿Cómo aplicar el dharmadhatu en la vida cotidiana?
El dharmadhatu no implica sentarnos de brazos cruzados y no hacer nada. De hecho, es importante realizar una distinción entre el tipo de libertad que propone el dharmadhatu y el mero laissez faire con el que a menudo lo confundimos.
El laissez faire occidental implica mantenernos al margen y no implicarnos, asumiendo una actitud casi indiferente e indolente. En cambio, el dharmadhatu implica un esfuerzo consciente por comprender o acercarnos a la esencia de los demás y los fenómenos.
Es un concepto complementario al wu-wei, que implica abandonar el deseo de control y dejar que las cosas fluyan con naturalidad, siguiendo su corriente. Para lograrlo, en su base se encuentra la intención por trascender, el deseo de limpiar a fondo nuestra mente de las ideas preconcebidas
“Igual que una vela dentro de un jarro no proporciona claridad alguna; asimismo, en el interior del jarro de las pasiones tampoco se observa el dharmadhatu. Si por algunos lados horadamos el jarro, por esos mismos lugares, surgirán rayos de luz”, escribió el filósofo indio Nāgārjuna.
Por tanto, este concepto nos anima a liberarnos de los prejuicios y estereotipos que enturbian nuestra visión mientras nos abrimos más a la esencia y al flujo de los acontecimientos, intentando comprender lo que ocurre dentro y fuera para desarrollar esa sabiduría que va más allá de la crítica, dejando que cada quien se encuentre a sí mismo y, a lo largo de ese viaje, desarrolle su potencial natural. Solo así podremos relacionarnos desde nuestra esencia, con una actitud curiosa, libre y auténtica.
Referencias Bibliográficas:
Nagaryuna (150-250) Elogio al Dharmadhatu. Clásicos de la India.
Kang-Nam Oh (1979) Dharmadhātu: An Introduction to Hua-yen Buddhism. The Eastern Buddhist; 12(2): 72-91.
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