Creerán los racionalistas que junto con las ideas que provienen de los sentidos (las llamadas por Descartes «ideas adventicias») y las que son consecuencia del poder de nuestra imaginación (llamadas por él «facticias»), hay en nosotros otras que no parecen provenir de ninguna de las dos fuentes citadas y que ya están desde siempre en nuestra mente, las ideas innatas. Estas ideas son precisamente el fundamento del conocimiento humano pues de ellas se podrá deducir mediante procedimientos puramente racionales, la totalidad de los saberes más firmes y exactos que podemos alcanzar respecto de la realidad. El conocimiento que podemos tener de estos conocimientos básicos o primeros principios es directo, inmediato, lo que los racionalistas llamaban intuición, y ofrece las características de la «claridad y la «distinción».
Descartes quiso encontrar verdades absolutamente firmes e indudables para la fundamentación última de la filosofía y el conocimiento humano. Para esta tarea empleó la duda metódica, que le permitió llegar a la primera verdad (pienso, luego existo). La reflexión sobre esta verdad y el fundamento ontológico que la permitía, creyó Descartes, exige dividir lo real en dos grandes géneros de seres: las mentes («res cogitans») y los cuerpos («res extensa»). A las mentes les corresponde como atributo fundamental el pensamiento, a los cuerpos la extensión, el estar en el espacio. Dios es sólo «res cogitans», los hombres «res cogitans» y «res extensa», y los animales únicamente «res extensa». Los cuerpos y las mentes, al ser ontológicamente distintos y tener propiedades distintas, necesitan también de modelos explicativos distintos. Para dar cuenta de las mentes nuestras explicaciones deben ser mentalistas y finalistas, es decir deben referirse a la mente, su comprensión de la realidad, sus intenciones y, en definitiva, a la esfera de la libertad. Sin embargo, para explicar las acciones y rasgos de los cuerpos, nos bastan las explicaciones causales naturalistas y, más exactamente, mecanicistas y deterministas. Así por ejemplo, aplicado este esquema a los animales (que, según Descartes, carecen de subjetividad y psiquismo) se entenderá que son como máquinas y su comportamiento está causalmente determinado de forma estricta. Descartes y su escuela realizaron investigaciones relativas a la fisiología de los animales y utilizaron el concepto de reflejo para dar cuenta de la conducta automática que manifiesta un organismo ante la presencia de un estímulo.
Desde el modelo teórico racionalista la comprensión del ser humano es cualitativamente más compleja que la de los animales, puesto que el hombre consta de cuerpo y mente (dualismo antropológico). Cuerpo y mente son substancias radicalmente distintas que, sin embargo interactúan (Descartes) o parecen interactuar (Leibniz y Malebranche). Puesto que cambios en el cuerpo pueden tener su expresión en cambios en la mente, y a la inversa, creerá Descartes que deben ponerse de algún modo en contacto, y encontrará ese contacto en la glándula pineal (órgano situado en la base del cerebro).
RACIONALIZACIÓN: En psicoanálisis, el mecanismo de defensa gracias al cual el sujeto evita la frustración mediante un razonamiento. La racionalización distorsiona la realidad para justificar prejuicios y fracasos. El yo inventa excusas que justifican na conducta frustrante o una situación inaceptable, como cuando un estudiante alega la mala suerte o la incompetencia del profesor para dar cuenta de sus malos resultados académicos.
RASGO. Elemento característico de la personalidad relativamente estable. El individuo se enfrenta a conflictos emocionales y amenazas de origen interno o externo inventando sus propias explicaciones, tranquilizadoras pero incorrectas, para encubrir las verdaderas motivaciones que rigen sus pensamientos, acciones o sentimientos.
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