Hace poco estaba discutiendo sobre el tema de los valores, uso el término «discutiendo» porque mi interlocutor sostenía una posición radicalmente opuesta a la mía. Lo cierto es que, a pesar de que mi compañero de batalla es una persona muy inteligente, me percaté rápidamente de que estaba demasiado encerrado en sus convicciones como para poder escuchar mis ideas y analizarlas de manera reflexiva. En otras palabras: que intentaba ganar la discusión a como diera lugar sin intentar poner en común ideas diversas.
Entonces hice uso de una de las frases que enumero a continuación e inmediatamente la discusión quedó zanjada aportándome ciertos beneficios de «ganancia» o «victoria». Pero debo reconocer que inmediatamente me arrepentí de haberla utilizado y que el sabor de la aparente victoria se diluyó en un sentimiento de impotencia.
¿Por qué el sentimiento de impotencia? Porque aunque estas frases tienen un fuerte impacto sobre los interlocutores, normalmente las considero como una solución desesperada de las personas que no son capaces de hacerse comprender a través de sus argumentos y necesitan acudir al poder de un tercero, al poder de la referencia para hacer valer sus ideas.
De una forma u otra, hay situaciones donde estas frases para «ganar» una discusión pueden ser útiles, sobre todo cuando nos relacionamos con personas que no están interesadas en mantener un diálogo constructivo.
Las mejores frases para ganar una discusión
El poder del referente:
– «Está científicamente comprobado.»
– «Salió en el diario.»
– «Lo dijo… (y se menciona el nombre de alguna eminencia en el tema que sea reconocida).»
– «Ese tema siempre me ha interesado por lo cual he leído muchísimo al respecto.»
– «Le sucedió a un amigo.»
Sin embargo, existen otras frases que socavan la seguridad del interlocutor en sus argumentos.
La desacreditación indirecta:
– «Esto (se refiere a los argumentos propios) lo sabe cualquiera, incluso un niño de primaria.»
– «No puedo creer que te cueste aceptar algo tan obvio.»
– Es ridículo que estemos discutiendo sobre este tema. Es algo tan sencillo como que esa pared es blanca.»
– «Sí, claro. Tienes tanta razón como cuando… (y se recuerda una discusión anterior donde el interlocutor se equivocó).»
– «Tienes la razón. Siempre tienes la razón (acompañado de un gesto irónico que le da a entender que, al contrario de lo que estamos diciendo, siempre se equivoca)».
ACLARACIÓN IMPRESCINDIBLE: Si bien hay personas que asumen estas frases como su estilo comunicativo por excelencia, considero que el uso de las mismas es más una solución desesperada que una verdadera estrategia comunicativa. De hecho, su uso continuado nos puede colgar el cartel de manipulador y hacernos antipáticos ante los otros.
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