El rechazo no es plato de buen gusto. Los sentimientos que experimentamos cuando nos sentimos rechazados no son agradables. De hecho, se ha apreciado que el rechazo activa las mismas regiones del cerebro que el dolor físico.
Sin embargo, algunas personas experimentan una mayor sensibilidad al rechazo que otras. Esas personas pueden percibir un rechazo mucho mayor del que existe realmente y este les genera un nivel de angustia y dolor emocional que llega a ser abrumador y persistente. En esos casos, es posible que se trate de una disforia sensible al rechazo.
¿Qué es la disforia sensible al rechazo?
La palabra “disforia” significa insatisfacción o malestar y se refiere a un estado generalizado de infelicidad, desesperanza o malestar. La disforia sensible al rechazo no es un trastorno psicológico propiamente dicho, sino un intenso sentimiento de infelicidad y desbordamiento emocional que se produce como resultado del rechazo y la crítica.
Básicamente, va más allá de la sensibilidad al rechazo para convertirse en una reacción exacerbada ante el rechazo real o percibido que nace de una híper sensibilidad. Eso implica que estas personas suelen ver los eventos a través de ese filtro, de manera que incluso los comentarios o interacciones de valencia neutra en las que la mayoría de las personas no se sentirían rechazadas, generan una respuesta exagerada.
De hecho, el concepto de disforia sensible al rechazo tiene puntos en común con el constructo de sensibilidad interpersonal según el cual, la persona muestra una conciencia y sensibilidad excesivas hacia el comportamiento y los sentimientos de los demás. Las personas con alta sensibilidad interpersonal están particularmente preocupadas por las situaciones de crítica o rechazo, se mantienen demasiado atentas al comportamiento y estado de ánimo de los demás y son excesivamente sensibles a los problemas en las interacciones interpersonales.
La disforia sensible al rechazo se suele asociar al TDAH. De hecho, el concepto fue acuñado en la década de 1960 por Paul Wender, el primero en reconocer la desregulación emocional como un componente persistente, prevalente y altamente perjudicial de lo que ahora conocemos como TDAH.
Sin embargo, nuevos estudios también han vinculado la sensibilidad al rechazo extrema a la depresión, la ansiedad y el trastorno límite de la personalidad. Lo cierto es que cualquier persona puede ser extremadamente sensible al rechazo sin padecer algunas de esas condiciones psicológicas.
El origen de la sensibilidad al rechazo extrema
Un estudio realizado en la Universidad de California indicó que la sensibilidad al rechazo extrema puede desarrollarse como consecuencia de una experiencia temprana de rechazo, negligencia o abuso. En términos generales, puede ser el resultado de la exposición a situaciones en las que los actos físicos o emocionales de los demás, ya sean abiertos o encubiertos, activos o pasivos, han comunicado rechazo.
Esas experiencias pueden explicar las diferencias en las respuestas cerebrales ante el rechazo. Neurocientíficos de la Universidad de California también apreciaron que las personas con disforia sensible al rechazo presentaban una actividad mayor en la corteza cingulada anterior dorsal en respuesta a las expresiones faciales de desaprobación, pero no ante las expresiones faciales de ira o disgusto.
Ese descubrimiento sugiere que, a nivel neuronal, las personas con mayor sensibilidad al rechazo pueden ser más sensibles a las expresiones faciales de rechazo potencial, pero no a las expresiones faciales amenazantes en general. Por consiguiente, la disforia sensible al rechazo puede ser cualitativamente diferente de la sensibilidad general a las amenazas.
Es probable que experiencias vitales relacionadas con el rechazo y potencialmente traumáticas hayan generado una respuesta de activación de un sistema nervioso hipersensible que puede hacer que la persona reaccione con más fuerza a las amenazas y críticas.
El problema es que, una vez que se instaura, esa hipersensibilidad se perpetúa a sí misma al llevar a las personas a procesar la información de manera que priorizan la detección y la respuesta rápida a las amenazas de rechazo poniéndose a la defensiva.
De hecho, la disforia sensible al rechazo implica tres mecanismos diferentes:
- Expectativa ansiosa del rechazo o la crítica
- Percepción ligeramente distorsionada y rápida del rechazo o la crítica
- Reacción emocional exagerada ante el rechazo o la crítica
Los signos de la disforia sensible al rechazo
La disforia sensible al rechazo no se trata de tener la piel demasiado fina o ser el rey del drama, la persona realmente experimenta un dolor genuino e intenso al sentirse rechazada. Algunos de los signos más habituales son:
- Elevada sensibilidad y aprensión ante la posibilidad de ser rechazada, criticada o excluida que genera ansiedad.
- Experimentar una reacción física de incomodidad con frecuencia debido a una sensación de no encajar o ser incomprendido, algunas personas pueden sentir náuseas o un nudo en el estómago mientras otras tienen dolor en el pecho o palpitaciones.
- Necesidad de aprobación y validación que hace depender la autoestima de lo que piensan los demás generando una intensa frustración e infelicidad cuando no se recibe.
- Pensamientos rumiativos incesantes y negativos sobre las situaciones de rechazo, los cuales pueden durar días después del evento, causando un malestar emocional considerable.
- Respuestas emocionales exageradas ante una ofensa percibida, como el llanto o la ira descontrolada.
Las personas muy sensibles al rechazo prestan demasiada atención a los detalles en las relaciones interpersonales y a menudo sacan conclusiones fuera de contexto que validan su miedo al rechazo. Una tardanza en responder a un mensaje, por ejemplo, será percibida como un rechazo.
Como resultado, tienden a darle vueltas a lo que dijeron o hicieron “mal”. A menudo también se autosabotean y terminan por alejar a la otra persona porque con su actitud defensiva transmiten la idea de que no están interesados en la interacción.
Algunas personas con disforia sensible al rechazo pueden manifestarla dudando continuamente de sus acciones y buscando la confirmación en los demás. Otras pueden volverse tímidas y aislarse para prevenir el rechazo. Algunas personas muy controladoras también pueden tener una disforia sensible al rechazo ya que controlar a los demás es la manera que tienen para que no las abandonen.
Las 5 claves para lidiar con la hipersensibilidad al rechazo sin venirse abajo
- Aceptar el rechazo como parte de la vida. Aunque sea difícil de gestionar, las críticas y la desaprobación forman parte de la vida. No siempre podemos evitar esas situaciones, por lo que es mejor comprender que no podemos encajar con todas las personas ni en todos los sitios y circunstancias.
- Centrarse en el círculo de apoyo. No se trata de recluirnos en nuestros círculos de confianza, sino de equilibrar nuestra visión y comprender que, así como hay personas que nos apoyan, también hay personas con las que no encajamos. Eso nos ayudará a eliminar la negatividad ligada a la hipersensibilidad al rechazo.
- Practicar la atención plena. El mindfulness puede ayudarnos a reconocer los pensamientos y sentimientos que experimentamos ante una crítica o una sensación de rechazo, pero sin aferrarnos a ellos. Así evitaremos caer en un bucle tóxico.
- Retrasar la respuesta. Para lidiar con la disforia sensible al rechazo tenemos que aprender a controlar los primeros impulsos. Se trata de aprender a responder, en vez de limitarnos a reaccionar. Esperar unos minutos puede darnos el tiempo necesario para evaluar si nuestra reacción es proporcional a la situación o estamos exagerando.
- Cuidarse y quererse. La sensibilidad al rechazo surge fundamentalmente de enfocarnos en los demás. Sin embargo, cuando cambiamos el foco hacia nosotros mismos, todo cambia. Si aprendemos a tratarnos con amor y respeto seremos menos dependientes de la validación externa y el rechazo o las críticas nos afectarán menos.
Fuentes:
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