Si piensas que tu divorcio puede influir sobre la estabilidad matrimonial de tus hijos, es comprensible ya que, a fin de cuentas, las relaciones que establecen los padres son grandes modelos para sus hijos. Sin embargo, no todo es blanco y negro.
Los estudios psicológicos que han analizado lo que se conoce como “transmisión transgeneracional” – la influencia del mundo representacional de las personas de una generación sobre las percepciones, valores y comportamientos de las generaciones posteriores – no apoyan completamente la existencia de un vínculo tan directo. Es decir, la relación entre el divorcio de los padres y la probabilidad de divorcio en sus hijos es compleja.
Padres divorciados, ¿hijos divorciados?
En 1996, un estudio realizado en la Universidad de Nebraska-Lincoln descubrió que el divorcio entre los padres aumenta hasta en un 70% el riesgo de divorcio en los hijos durante los primeros cinco años de matrimonio. Ese riesgo es aún mayor si ambos miembros de la pareja provienen de padres divorciados.
Sin duda, los niños que crecen en una familia donde los padres se han divorciado o están en proceso de separación a menudo quedan expuestos a conflictos, situaciones de estrés – tanto psicológico como económico – así como a la inestabilidad emocional de los propios progenitores.
Esos niños están observando todo lo que ocurre. Son como una esponja, de manera que pueden aprender dinámicas de relación poco saludables o estrategias comunicativas inadecuadas, sobre todo cuando se exponen a modelos de relaciones tóxicas.
En muchos casos, los niños de padres divorciados aprenden a desconfiar de los demás y de las relaciones, por lo que en el futuro podrían tener problemas para desarrollar un vínculo sólido con su pareja. Si se sienten abandonados por uno de los progenitores, podrían desarrollar un apego inseguro que luego saboteará sus relaciones amorosas.
De hecho, se conoce que los estilos de crianza, así como el nivel de conflicto antes y después de la separación, influyen en la transmisión transgeneracional del divorcio. Los niños que han crecido con la idea de que las relaciones de pareja son transitorias, pueden tener una mayor tendencia a replicar ese patrón cuando crezcan y es más fácil que tiren la toalla ante el primer problema.
Sin embargo, el divorcio de los padres, por muy terrible que haya sido, no condena a los hijos a divorciarse.
La otra cara de la moneda: hijos con relaciones muy sólidas
En muchos casos, los hijos de padres divorciados pueden terminar aprendiendo de la lucha y experiencias de sus progenitores. El dolor y sufrimiento vividos pueden convertirse en un maestro de vida que les impulse a tomar mejores decisiones y contribuyan a tener matrimonios exitosos.
De hecho, los hijos de padres divorciados también pueden ser más conscientes de los desafíos que implica el matrimonio, de manera que podrían tardar más en dar ese paso para elegir cuidadosamente a la persona con la que quieren pasar el resto de su vida.
Como resultado, pueden buscar relaciones más saludables para no repetir los patrones que ya conocen y poner en marcha estrategias de resolución de conflictos más asertivas que consoliden la relación.
Independientemente de las consecuencias del divorcio de los padres en los hijos, las características personales, como el temperamento o la personalidad, también determinan el éxito de las relaciones, así como las influencias sociales, culturales y religiosas a las que estemos sometidos. Eso significa que, en última instancia, todos podemos seguir un camino emocional diferente al de nuestros padres.
¿Es posible reducir el riesgo de divorcio transgeneracional?
Mantener una relación de pareja que hace aguas y es fuente de insatisfacción solo por los hijos no es una buena idea, pero es fundamental ser conscientes de que los niños y adolescentes también necesitan modelos de relaciones positivas a seguir.
La manera en que los padres afronten la separación puede marcar la diferencia. Es importante que lleven el divorcio de la manera más madura posible, manteniendo abiertos los canales de comunicación y apoyando en todo momento a sus hijos.
Por supuesto, la crianza de los hijos generalmente se complica después del divorcio ya que uno de los progenitores suele llevar el mayor peso en su atención y cuidados. No obstante, esa etapa complicada también es una oportunidad para que los niños aprendan habilidades de resiliencia, afrontamiento adaptativo del estrés y gestión emocional.
Los niños necesitan entender el divorcio, por lo que es importante hablar de sus retos y consecuencias, sin ponerlos en contra del otro progenitor. En cambio, hay que enfatizar en la importancia del compromiso, el apoyo mutuo y los valores compartidos en las relaciones.
El hecho de que una relación haya terminado no significa que todas terminarán igual. Más adelante, cuando los hijos crezcan, los padres incluso pueden hablarles de sus errores para que no los cometan y logren mantener relaciones plenas y satisfactorias.
Se ha demostrado que el asesoramiento prematrimonial reduce la probabilidad de divorcio. Hablar con tus hijos sobre las relaciones de pareja les ayudará a tener expectativas más realistas y desarrollar estrategias más asertivas para gestionar los conflictos que les permitan navegar con más éxito por los altibajos de la vida matrimonial.
Referencias Bibliográficas:
Di Nallo, A. & Oesch, D. (2023) The Intergenerational Transmission of Family Dissolution: How it Varies by Social Class Origin and Birth Cohort. Eur J Popul; 39(1): 3.
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Teachman, J. D. (2002) Stability across cohorts in divorce risk factors. Demography; 39(2): 331-351.
Amato, P. R. (1996) Explaining the intergenerational transmission of divorce. Journal of Marriage and Family; 58(3): 628-640.
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