
Vivimos como pensamos, pero podemos morir como sentimos. Durante años los médicos no han tenido en cuenta el impacto de las emociones en las enfermedades pero cada vez hay más evidencias de que los estados emocionales inciden en la aparición de numerosas patologías o pueden agravarlas.
Ahora, un estudio realizado en la Universidad de Sidney desvela un dato inquietante: el riesgo de sufrir un ataque cardíaco aumenta 8,5 veces durante las dos horas posteriores a haber experimentado emociones intensas, sobre todo la ira y la ansiedad. En el caso de los ataques de ansiedad, el riesgo es aún mayor, aumenta hasta 9,5 veces.
Este estudio confirma que un ataque de ansiedad o de ira intensa, realmente puede desencadenar un infarto, justo como se suele apreciar en los filmes después que el protagonista tiene una encarnizada discusión. Además, lo más curioso es que el riesgo no se limita al momento en que estamos experimentando esas emociones sino que se extiende incluso dos horas después del episodio.
En la investigación se analizaron un total de 313 personas con una oclusión coronaria aguda. Los psicólogos indagaron exhaustivamente en las emociones que habían experimentado dos días antes de que sufrieran el infarto. Así pudieron apreciar que muchos referían sensaciones como: tensión muscular, pérdida de control y estar a punto de explotar.
Los principales detonantes de estas sensaciones eran:
– Discusiones familiares – 29%
– Discusiones con otras personas – 42%
– Problemas en el trabajo – 14%
– Situaciones vinculadas a la conducción – 14%
En el estudio también se comprobó que cuando las personas experimentan una gran ansiedad o una ira intensa, se producen cambios a nivel fisiológico, como un aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial, un endurecimiento de los vasos sanguíneos y un incremento de la coagulación de la sangre. Todos estos son factores de riesgo asociados con la aparición de un infarto cardíaco.
Por supuesto, no se trata del primer estudio que profundiza en la relación entre emociones y problemas del corazón. De hecho, en 1995 investigadores de la Harvard Medical School realizaron un estudio similar, en el cual analizaron a más de 1.600 personas que habían sufrido un infarto al miocardio. En esta ocasión, les pidieron que reconstruyeran las últimas 26 horas antes del episodio. También apreciaron que la ira podía actuar como un detonante del infarto, aumentando el riesgo incluso 2 horas después.
Obviamente, las emociones intensas no son suficientes para provocar un infarto en una persona sana pero si se trata de alguien que ya padece sobrepeso, arterioesclerosis o hipertensión, la ira y la ansiedad actúan como detonantes. No obstante, las personas que sufren ansiedad crónica o que han hecho de la hostilidad y la ira su modo de afrontamiento habitual, también están expuestas a sufrir enfermedades cardiovasculares con el paso del tiempo.
Los mecanismos fisiológicos de la ira y la ansiedad
Tanto la ansiedad como la ira provocan efectos fisiológicos directos sobre el corazón y las arterias ya que activan la respuesta de “lucha o huida”, lo cual implica que se produce una mayor cantidad de hormonas relacionadas con el estrés, como la adrenalina y el cortisol. Estas hormonas nos dan la energía que necesitamos en ese momento pero también varían el funcionamiento normal del organismo, incidiendo en el ritmo respiratorio y cardíaco.
De hecho, pueden hacer que el ritmo cardíaco aumente a 180 latidos por minuto, cuando lo normal sería entre 50 y 100 latidos por minuto. También puede elevar la presión arterial de 120/80 a 220/130.
Si esta respuesta, que debe activarse solo en casos de emergencia, se repite con frecuencia, la adrenalina y el cortisol llegan a alcanzar niveles cardiotóxicos. De hecho, se ha apreciado que estados como la hostilidad y la ira aceleran el proceso de formación de placas en las arterias.
Por otra parte, también se ha podido comprobar que la ansiedad y la ira inhiben la producción de acetilcolina, un neurotransmisor que participa en la regulación del ritmo cardíaco. Cuando no hay suficiente acetilcolina, el ritmo cardíaco simplemente se acelera.
Al respecto, un estudio realizado en el University College London descubrió que durante episodios de gran estrés o ira, las señales entre el cerebro y el corazón prácticamente se interrumpen. De hecho, se ha apreciado que estas emociones hacen que las neuronas disminuyan su tamaño y se desconecten. A la larga, se produce una muerte neuronal.
Por tanto, ahora ya lo sabes: tanto la ira como la ansiedad juegan en tu contra. Un estilo de vida sano no significa exclusivamente seguir una alimentación equilibrada y practicar ejercicio físico sino que también debes preocuparte por el bienestar psicológico. Aprender a controlar la ira y a manejar la ansiedad es fundamental para vivir más años y aumentar la calidad de vida.
Fuentes:
Buckley, T. et. Al. (2015) Triggering of acute coronary occlusion by episodes of anger. European Heart Journal: Acute Cardiovascular Care.
Critchley, H. D. et. Al. (2004) Mental stress and sudden cardiac death: asymmetric midbrain activity as a linking mechanism. Brain; 128(1): 75-85.
Mittleman, M. A. et. Al. (1995) Triggering of Acute Myocardial Infarction Onset by Episodes of Anger. Circulation; 92: 1720-1725.
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