
Cuando pensamos en el cannabis, nos viene a la mente el movimiento flower power de los años 1960 y las imágenes del mítico Woodstock. Sin embargo, el potencial de esta planta va mucho más allá de ese estereotipo hippie porque los efectos del CBD en el cerebro pueden aliviar los síntomas de trastornos como la ansiedad y la depresión, ayudándonos a reencontrar el equilibrio psicológico perdido.
Fue Raphael Mechoulam, un químico del Instituto Weizmann de Ciencias de Israel, quien comenzó a estudiar la estructura de esta planta en los años 1960. Desde entonces, se han identificado más de 140 compuestos activos, llamados cannabinoides, y se ha descubierto que nuestro cuerpo produce sus versiones naturales de sustancias químicas similares, los endocannabinoides, que moldean nuestro estado de ánimo e incluso personalidad.
En la actualidad, muchos de esos compuestos se producen o aíslan en laboratorio para aprovechar sus efectos medicinales mientras se elimina la acción psicoactiva. Sin embargo, lo cierto es que su consumo no es reciente.
De rituales sagrados y usos medicinales, la milenaria historia del cannabis
Las investigaciones arqueológicas han detectado signos del consumo de cannabis cerca del macizo de Altái, en Asia Central, que datan de hace unos 11.700 años. De hecho, aquellas personas comenzaron a seleccionar variedades por su fibra o contenido de THC.
Algunos mitos de la India se refieren a esta planta como un “ingrediente divino”, que se utilizaba con fines religiosos y agente de inspiración mística. Conocida como vijaya, también se usa desde hace miles de años en la medicina ayurvédica para aliviar el dolor, las náuseas y la ansiedad, mejorar el apetito, el sueño y el estado de ánimo, así como propiciar la relajación muscular.
No obstante, algunos de los primeros registros del uso medicinal del cannabis provienen de China. El descubrimiento de las virtudes curativas de las plantas se atribuye a Shén Nóng, un emperador mítico cuyo nombre significa el Divino Granjero, dos milenios antes de Cristo. Los arqueólogos también piensan que en Japón se mezclaba con otras hierbas para anestesiar a las personas que se sometían a procedimientos quirúrgicos.
En el papiro Ebers, escrito en Egipto alrededor del año 1500 a.C., se menciona el uso tópico del cannabis para la inflamación y en las tablillas de arcilla asirias también se informa su uso medicinal, al parecer para combatir la depresión.
En el Imperio Romano, Plinio el Viejo, Dioscórides y Galeno mencionaron el uso medicinal del cannabis. En Historia Naturalis, la enciclopedia existente más antigua del mundo grecorromano, Plinio el Viejo mencionó sus propiedades antiálgicas y antiinflamatorias, especialmente beneficiosas para enfermedades que producían dolor crónico, como la artritis y la gota.
Por tanto, no es extraño que en los últimos tiempos cada vez más investigadores, médicos, psicólogos y psiquiatras se estén interesando por su potencial para tratar diferentes patologías, lo cual contribuirá a ir disipando los tabúes que aún subsisten sobre su uso clínico.
¿Qué hace el CBD en tu cerebro?
El interés por los efectos del CBD en la salud mental ha crecido exponencialmente. Cabe aclarar que este compuesto, derivado del cannabis, no es psicoactivo, lo que significa que no produce el “subidón” que su contraparte, el THC. No obstante, se le atribuyen propiedades ansiolíticas y antidepresivas, que pueden ser particularmente útiles para quienes buscan alternativas naturales a los fármacos convencionales.
Para entender los efectos del CBD en el cerebro y cómo influye en nuestro estado psicológico, es crucial conocer su interacción con el sistema endocannabinoide (SEC) del cuerpo. El SEC desempeña un papel esencial en la regulación de diferentes funciones fisiológicas y emocionales, incluyendo el control de la conducta motora, la memoria y aprendizaje, el humor y la respuesta al estrés.
Todo parece indicar que el CBD influye indirectamente en algunos de los receptores del SEC, favoreciendo el equilibrio interno u homeostasis.
Los neurocientíficos también han constatado que reduce la conectividad en varias zonas del cerebro mientras potencia la actividad de otras, lo que refuerza la hipótesis de su efecto modulador y calmante, por lo que no es extraño que se esté investigando su uso para aliviar la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático, además de utilizar las gotas de CBD para dormir y combatir el insomnio.
También es posible que el CBD aumente la señalización de serotonina a nivel cerebral, un neurotransmisor que contribuye significativamente a la sensación de bienestar y felicidad, razón por la cual podría ayudarnos a sentirnos mejor.
Los beneficios potenciales del CBD para la ansiedad y la depresión
Uno de los usos más investigados de los efectos del CBD en el cerebro es su capacidad para reducir la ansiedad. Un metaanálisis realizado en la Universidad de Lovaina reveló que esta sustancia puede tener un efecto modulador en las regiones cerebrales asociadas con la ansiedad y el estrés, como la amígdala y la corteza prefrontal.
Los neurocientíficos han comprobado que el CBD atenúa la actividad de las estructuras cerebrales que activan la respuesta de miedo y ansiedad ante situaciones estresantes. Eso significa que nos vuelve más resilientes ante la adversidad, por lo que puede ayudarnos a afrontar mejor los estímulos fóbicos o eventos traumáticos.
Las evidencias preliminares también sugieren que los efectos del CBD en el cerebro podrían ser útiles para el tratamiento de la depresión. Al interactuar con los receptores de serotonina a nivel cerebral, podría contribuir a aliviar los síntomas depresivos y mejorar el estado de ánimo general.
Un estudio llevado a cabo en la Universidad de São Paulo reveló que el CBD podría provocar un aumento del factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF), cuyos niveles bajos se han relacionado con la depresión. De hecho, parece que también potencia la neuroplasticidad – la capacidad del cerebro para adaptarse y reorganizar sus redes neuronales – la cual suele verse afectada en muchos trastornos psicológicos y produce la fijación funcional que los vuelve resistentes a la psicoterapia.
Por tanto, para quienes buscan una alternativa natural a los ansiolíticos y antidepresivos convencionales, el CBD ofrece una opción prometedora, sobre todo teniendo en cuenta que suele actuar bastante rápido y sus efectos se mantienen a lo largo del tiempo.
¿Tiene efectos secundarios?
Aunque el CBD es generalmente bien tolerado y tiene menos efectos secundarios que los psicofármacos, es importante ser conscientes de que también puede provocar algunos problemas. Entre los efectos secundarios más comunes se encuentran: fatiga, disminución del apetito, somnolencia y diarrea, según la Clínica Mayo.
Por lo tanto, siempre es aconsejable consultar a un profesional de salud antes de comenzar a tomar cualquier suplemento nuevo.
La dosificación también desempeña un papel crucial en la efectividad y seguridad del uso del CBD. Los estudios indican que, al menos para los trastornos del estado de ánimo y psiquiátricos, es efectivo en dosis intermedias, no muy altas.
Lo habitual es comenzar con una dosis baja e ir ajustándola gradualmente para observar cómo responde el cuerpo. Además, asegúrate de adquirir productos de fuentes confiables que garanticen su pureza y concentración adecuadas.
Perspectivas futuras del uso del CBD
A medida que salgan a la luz nuevas investigaciones sobre los efectos del CBD en el cerebro y sus beneficios terapéuticos, es probable que su aceptación siga creciendo, tanto en la comunidad médica como entre las personas. La posibilidad de utilizar este compuesto para mejorar la salud mental sin experimentar sus efectos psicoactivos lo convierte en una opción muy interesante.
Es posible que en el futuro veamos una integración más amplia del CBD en tratamientos para diversos trastornos psicológicos, incluidos problemas psiquiátricos como la psicosis y la esquizofrenia. Sin embargo, hasta el momento es esencial seguir investigando para comprender plenamente sus potencialidades y limitaciones. Y si quieres probarlo para tratar algún problema, hazlo siempre bajo la supervisión de un profesional clínico.
Referencias Bibliográficas:
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