El 15 de abril de 2013, mientras cientos de corredores llegaban a la línea de meta en el maratón anual de Boston, dos bombas explotaron. Tres personas murieron ese día, incluido un niño de ocho años. Cientos resultaron heridas.
Los medios de comunicación de todo el mundo le dieron seguimiento. Durante días. Transmitieron las terribles imágenes de la detonación, el caos, el dolor de las víctimas. Las personas que vivieron aquel atentado sufrieron daños psicológicos, pero Alison Holman y sus colegas de la Universidad de California descubrieron que también hubo otro grupo de personas afectadas.
Tras entrevistar a 4.675 adultos comprobaron que las personas que no habían vivido la explosión en carne propia, pero habían consumido 6 o más horas de noticias al día durante la semana posterior, también presentaban signos de estrés postraumático.
Los investigadores concluyeron que “la exposición repetida a los medios relacionada con los bombardeos se asoció con un mayor estrés agudo que la exposición directa. La cobertura mediática después de traumas colectivos puede difundir ampliamente el estrés agudo”.
Por tanto, les quedó claro que todos subestimamos los efectos de las noticias en nuestra salud mental. Y ni siquiera somos plenamente conscientes de que las noticias también cambian la visión que tenemos de la realidad, influyen en nuestras actitudes, moldean nuestras opiniones y, en última instancia, determinan nuestros comportamientos e incluso pueden afectar nuestra salud.
Sumergidos en un flujo constante de noticias
La pandemia actual y el confinamiento nos han expuesto como ninguna otra situación a los medios de comunicación, que se han convertido en nuestra única ventana al mundo en un periodo de gran incertidumbre y soledad. Justo cuando más vulnerables psicológicamente hemos estado, los medios de noticias han alcanzado cifras récord de audiencia.
A los medios de comunicación tradicionales se han sumado otros canales – redes sociales, podcast y blogs – que siempre están disponibles y han terminado por sumirnos en un auténtico maremágnum de noticias desde que nos levantábamos hasta que nos acostábamos.
De hecho, uno de los primeros estudios realizados sobre la cobertura mediática que se ha realizado de la pandemia de Covid-19 reveló que el consumo de los nuevos medios de comunicación generaba síntomas más agudos de depresión, ansiedad y estrés, en comparación con los medios de comunicación tradicionales. Los investigadores de la Universidad Normal de Tianjin también comprobaron que la forma de presentar las noticias cuenta. Aquellas que enfatizaban los aspectos más positivos o mostraban el contenido de manera más neutral nos desestabilizaban menos.
Imbuidos en ese flujo constante de información/desinformación, no es extraño que hayamos caído en un círculo vicioso particularmente peligroso. Cuando creemos que existe una amenaza para nuestra vida o estabilidad, nos preocuparemos y queremos recopilar la mayor cantidad de datos posible para comprender “mejor” lo que está sucediendo y tomar decisiones informadas.
El problema es que eso nos conduce a consumir más noticias que, cuando son contradictorias o sensacionalistas, en vez de aclararnos nos sumen aún más en la confusión.
De hecho, investigadores de la Universidad de California comprobaron que las personas más preocupadas por las consecuencias de los eventos suelen consumir más noticias durante el periodo previo a que ocurran, lo cual se revierte en un peor desempeño psicológico cuando el problema finalmente se materializa. Es decir, consumir más noticias no suele prepararnos mejor para los problemas que se avecinan.
Eso, por supuesto, no significa que debamos estar desinformados. Pero quizá deberíamos acercarnos a las noticias con una actitud más cauta y crítica.
Las noticias aprovechan nuestros sesgos
Una de las razones por la cual los efectos de las noticias son tan potentes es nuestro “sesgo de negatividad”. Se trata de nuestra tendencia a prestar más atención a las cosas negativas que suceden a nuestro alrededor. Es probable que ese sesgo se deba a que necesitamos protegernos del peligro, razón por la cual nos centramos más en las noticias negativas y descartamos rápidamente las positivas.
Sin embargo, un sesgo no es la realidad, es una percepción limitada de la misma. De hecho, investigadores de la Universidad de Carolina del Norte comprobaron que las noticias económicas que transmiten los medios a menudo son más sombrías que la realidad, de manera que terminan influyendo negativamente sobre nuestras expectativas de futuro. Muchas noticias, por ende, deforman nuestra percepción del mundo – no necesariamente para mejor.
Las noticias también hacen leva en el “efecto marco o encuadre”, un fenómeno psicológico que indica que la manera en que nos presentan un hecho o elección influye en la forma en que pensamos al respecto.
En 2016 dos investigadores de la Universidad de Bournemouth presentaron a un grupo de personas la misma noticia, pero encuadrada de manera diferente, para evaluar su percepción sobre el nivel de riesgo de un país.
Descubrieron, por ejemplo, que decir que un ataque terrorista era causado por “al-Qaeda y los grupos islámicos radicales asociados” preocupaba mucho más a las personas que referirse de manera más vaga a un “grupo separatista rebelde nacional”, aunque ambos titulares tienen el mismo significado y sus consecuencias eran las mismas.
Un estudio del Moffitt Cancer Center en Florida descubrió que las noticias también nos llevan a malinterpretar la incidencia de diferentes tipos de cáncer. De hecho, solemos pensar que el cáncer cerebral es mucho más común porque está sobrerepresentado en los medios de comunicación, mientras otros, como los tumores en el sistema reproductivo, que ocurren con más frecuencia incluso entre las personas que conocemos, nos parecen menos comunes. Esa percepción sesgada podría hacer que subestimemos nuestro nivel de riesgo y pasemos por alto los primeros signos de advertencia. Eso significa que los efectos de las noticias también se extienden a nuestra salud.
Los efectos de las noticias en nuestra salud
Una investigación realizada en el Hospital Louis-H. Lafontaine de Montreal comprobó que leer noticias negativas durante apenas 10 minutos produce un aumento de cortisol, la hormona del estrés, en las mujeres. Esas noticias también son recordadas con mayor nitidez, lo cual significa que nuestro cerebro las percibe como una amenaza.
Otro estudio desarrollado en la Universidad de Misuri comprobó que las noticias negativas aumentan nuestro ritmo cardíaco, lo cual podría tener implicaciones graves para nuestra salud a largo plazo si nos exponemos continuamente a un alud de noticias negativas día tras día. De hecho, la exposición de 4 horas o más a la cobertura mediática sobre los atentados del 11 de septiembre aumentó hasta en un 53% las probabilidades de tener problemas cardiovasculares durante los tres años posteriores y otros problemas de salud.
No es extraño. Vemos las mismas noticias, una y otra vez. Sabemos que no es ficción. Hay alguien que está sufriendo o que lo está pasando mal. Y eso termina dejando una huella emocional que puede tener un impacto en nuestra salud.
Otro estudio desarrollado en la Universidad de Texas comprobó que la exposición a los medios de comunicación fue un factor predictor de los niveles de ansiedad. Estas personas reportaban niveles más bajos de optimismo y una mayor angustia psicológica.
En realidad, el problema no es la noticia en sí, sino su repetición. El bombardeo. Los nuevos detalles traumáticos que se añaden para llamar la atención. Porque hace mucho tiempo que las noticias se han olvidado de su objetivo principal, informar, y se han convertido en una fuente de entretenimiento más a la que es necesario añadir drama para mantenernos pegados a las pantallas. De hecho, tras analizar las noticias en 14 países, psicólogos de la Universidad Nacional de Taiwán alertaron de que el tratamiento sensacionalista de las mismas ha aumentado exponencialmente en los últimos años.
Y nadie es inmune. Aunque algunos sean más sugestionables que otros, psicólogos de la Universidad Abierta de los Países Bajos constataron que las noticias afectan nuestro estado de ánimo, generando emociones negativas y borrando las positivas, independientemente de nuestras características de personalidad.
Por tanto, en la era de la infoxicación, necesitamos asumir una actitud proactiva, que quizá signifique reducir el consumo de noticias y/o elegir fuentes fiables que realmente nos informen en vez de limitarse a generar alarma o añadir detalles morbosos. Nuestra salud mental y física nos lo agradecerá.
Fuentes:
Gorvett, Z. (2020) How the news changes the way we think and behave. En: BBC.
Hoog, N. & Verboon, P. (2020) Is the news making us unhappy? The influence of daily news exposure on emotional states. British Journal of Psychology; 111(2): 157-173.
Chao, M. et. Al. (2020) Media use and acute psychological outcomes during COVID-19 outbreak in China. Journal of Anxiety Disorders; 74: 102248.
Thompson, R. et. Al. (2019) Media Coverage, Forecasted Posttraumatic Stress Symptoms, and Psychological Responses Before and After an Approaching Hurricane; JAMA; 2(1): e186228.
Kapuściński, G. & Richards, B. (2016) News framing effects on destination risk perception. Tourism Management; 57: 234-244.
Holman, E. A. et. Al. (2014) Media’s role in broadcasting acute stress following the Boston Marathon bombings. PNAS; 111 (1): 93-98.
Jensen, J. D. et. Al. (2014) Public Estimates of Cancer Frequency: Cancer Incidence Perceptions Mirror Distorted Media Depictions. Journal of Health Communication International Perspectives; 19(5): 609-624.
Cohen, R. et. Al. (2013) Mental- And Physical-Health Effects of Acute Exposure to Media Images of the September 11, 2001, Attacks and the Iraq War. Psychol Sci; 24(9): 1623-1634.
Marin, M. et. Al. (2012) There Is No News Like Bad News: Women Are More Remembering and Stress Reactive After Reading Real Negative News Than Men. PLoS One; 7(10): e47189.
Wang, T. (2012) Presentation and impact of market-driven journalism on sensationalism in global TV news. International Communication Gazette; 74(8): 711-727.
Hester, J. B. & Gibson, R. (2003) The Economy and Second-Level Agenda Setting: A Time-Series Analysis of Economic News and Public Opinion about the Economy. Journalism & Mass Communication Quarterly; 80(1):73-90.
Bolls, P. D. et. Al. (2001) The Effects of Message Valence and Listener Arousal on Attention, Memory, and Facial Muscular Responses to Radio Advertisements. Communication Research; 28(5): 627-651.
McNaughton-Cassill, M. E. (2001) The news media and psychological distress. Anxiety, Stress & Coping: An International Journal; 14(2): 193–211.
Deja una respuesta