“El ejercicio debe considerarse como un tributo al corazón”, dijo el boxeador profesional Gene Tunney. Y no se refería únicamente a los beneficios del deporte para la salud cardiaca sino a otros cambios mucho más profundos que a menudo pasan desapercibidos: su influencia positiva sobre nuestro bienestar emocional.
A lo largo de los años, la ciencia le ha dado la razón: mantenernos activos físicamente mejora nuestra salud mental. Estudio tras estudio, se ha demostrado que quienes practican deporte tienen menos probabilidades de desarrollar depresión o ansiedad. Además, la actividad física reduce los síntomas de esos trastornos del estado de ánimo.
Ahora la ciencia ha ido un paso más allá: el ejercicio físico promueve un sentido de propósito en la vida, creando un círculo virtuoso que nos mantiene en movimiento, física y psicológicamente, ayudándonos a alcanzar nuestras metas.
Sentido de propósito, la clave para llevar una vida significativa y plena
El sentido de propósito es el sentimiento que experimentamos cuando tenemos metas y planes claros que confieren dirección y significado a nuestra vida. Es como una brújula interna que nos guía hacia objetivos que consideramos importantes y significativos.
Cuando tenemos un sentido de propósito, sentimos una profunda sensación de satisfacción, motivación y plenitud. Esa meta no es un simple objetivo, sino una fuerza que nos impulsa a seguir adelante, incluso cuando todo se vuelve en contra, porque nos hace sentir que lo que hacemos tiene valor y es importante.
Por desgracia, en un mundo que gira cada vez más rápido, con agendas cada vez más apretadas y miles de estímulos llamando a diario nuestra atención, no es extraño que terminemos viviendo en piloto automático. Día tras día, esa rutina no solo nos desgasta emocionalmente, sino que mina nuestro sentido de propósito, reduciendo nuestro bienestar, hasta el punto de conducirnos a una auténtica crisis existencial.
Ahora, investigadores del Programa de Florecimiento Humano de la Universidad de Harvard han comprobado que el ejercicio físico influye positivamente en nuestro sentido de propósito en la vida.
El ejercicio físico como catalizador del cambio interior
Tras analizar los hábitos, la salud mental y la satisfacción vital de más de 18.000 hombres y mujeres mayores y de mediana edad, los investigadores descubrieron que quienes practicaban actividad física solían tener un sentido de propósito más fuerte.
Sin embargo, lo más interesante es que ese sentido de propósito se iba reforzando a lo largo de los años, conforme las personas seguían llevando una vida activa o practicaban algún deporte.
¿Cuál es el secreto?
La clave radica en la autoeficacia, o sea, nuestras creencias sobre la capacidad que tenemos para ejecutar determinada tarea o alcanzar ciertas metas. Constatar nuestra evolución cuando hacemos ejercicio o practicamos algún deporte aumenta esa percepción de eficacia personal.
Como resultado, no solo refuerza nuestra autoestima y autoconfianza, sino que es un poderoso aliciente para plantearnos nuevas metas y encontrar un propósito mayor en la vida. Constatar que tenemos la fuerza de voluntad para seguir un entrenamiento y ver los resultados de esa perseverancia nos permite desarrollar una mentalidad de crecimiento.
No hay nada como el ejercicio para demostrarnos que tenemos el potencial de cambiar y desarrollarnos a cualquier edad. Por tanto, el deporte echa por tierra esa mentalidad fija que nos ata a una imagen rígida de nosotros mismos y abre las puertas a un “yo” en movimiento que puede conseguir sus metas si se lo propone, con esfuerzo y perseverancia.
Las 3 claves para no tirar la toalla
Aproximadamente el 50% de las personas que comienzan un programa de entrenamiento, lo abandonan durante los primeros seis meses. ¿Cómo evitarlo? Haciendo leva, una vez más, en la autoeficacia.
Un estudio desarrollado en las universidades de Waterloo e Illinois reveló que las personas con más autoeficacia percibían que la intensidad del ejercicio era menor, por lo que sentían que debían hacer menos esfuerzo, aunque físicamente fuera el mismo.
La buena noticia es que la autoeficacia y el ejercicio tienen una relación bidireccional. Aunque la autoeficacia es un determinante de la adherencia al entrenamiento, el ejercicio también es una fuente de autoeficacia. Eso significa que, si nos aseguramos de dar los pasos adecuados, podemos aumentar la percepción de eficacia personal y encontrar un sentido de propósito a través del deporte.
- Fomentar la sensación de dominio. La experiencia de dominio es la fuente más poderosa de autoeficacia, por lo que es importante que comencemos el entrenamiento con ejercicios adaptados a nuestra condición física, cuya complejidad e intensidad vayan aumentando gradualmente. Así podremos ir avanzando sin sentirnos agobiados o atenazados por esas terribles agujetas. De hecho, se ha demostrado que, al inicio, las sesiones de intensidad moderada son las que más aumentan la sensación de autoeficacia porque nos permiten esforzarnos, pero sin llevarnos a ese límite que nos hace cuestionarnos si podemos seguir entrenando.
- Plantearse metas realistas. No hay nada mejor para desarrollar la autoeficacia que constatar que vamos cumpliendo nuestros objetivos. Por eso es importante que sean alcanzables en un periodo de tiempo realista. Plantearnos perder 10 kilos en un mes no es realista, de manera que cuando no lo logremos, nos sentiremos desmotivados y creeremos que lo que estamos haciendo es inútil. Lo ideal es definir objetivos a corto plazo que actúen como motivadores a lo largo del camino. Llevar registros de los ejercicios y los logros nos permitirá dar seguimiento al entrenamiento de manera más objetiva e ir constatando todo el progreso desde que empezamos el programa.
- Contar con el equipamiento adecuado. Para avanzar en un deporte también es fundamental tener el equipo adecuado, como explican los especialistas de la tienda de deportes. Así no solo evitaremos lesiones que nos aparten del entrenamiento y rompan el hábito, sino que además nos ayudará a asumir la forma mentis adecuada para afrontar el desafío. Desde la ropa deportiva hasta los accesorios, todos esos detalles nos transmiten una sensación de profesionalismo que nos motivará a seguir entrenando. El equipamiento adecuado nos ayuda a rendir al máximo, hará que nos sintamos más empoderados y nos permitirá persistir a lo largo del tiempo, por lo que no es algo que debamos tomarnos a la ligera.
En definitiva, practicar ejercicio nos sume en un círculo virtuoso. Nos empodera, aumenta la confianza en nuestras capacidades y nos permite vernos como un “yo” en continuo desarrollo. A la larga, no solo hará que nos sintamos mejor por la descarga de endorfinas que se produce durante el entrenamiento, sino que generará una sensación de autoeficacia y un sentido de propósito que se extenderá a otros ámbitos de la vida.
Por tanto, si te sientes atrapado en un bucle negativo, percibes que estás estancado en la vida o necesitas una transformación radical, comenzar con algún deporte podría convertirse en el catalizador del resto de los cambios. Tu “yo” del futuro te lo agradecerá.
Referencias Bibliográficas:
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