El beso es un fenómeno casi intrínseco a todas las sociedades y épocas; de hecho, se conoce que esta forma de manifestar el cariño o el amor existe en el 90% de las culturas actuales. Sin embargo, las formas de besar son diferentes según las costumbres locales. Y es que un beso no solo transmite sensaciones muy diversas sino que adquiere múltiples significados y funciones; algunas de las cuales permanecen ocultas a nuestra conciencia.
Por ejemplo, ¿sabes exactamente por qué besamos? Pues bien, las razones menos conocidas son:
– El beso actúa como un dispositivo de valoración del otro. Besar es un proceso investigativo que nos permite estar cerca de la otra persona y así podemos sentir su olor y gusto.
– Besar induce al establecimiento de la relación. El beso muchas veces es utilizado como un gesto de reconciliación y aproximación. De hecho, la cantidad de besos entre las parejas es directamente proporcional con la satisfacción que se experimenta en la relación.
– Besar aumenta la excitación sexual y la receptividad. El beso es utilizado como una estrategia de seducción por ambos sexos, disminuyendo las reticencias en la pareja en cualquier tipo de situación.
En este punto investigadores de las universidades de Albany y Nueva York se han preguntado si las formas de besar así como la función del beso son diferentes en hombres y mujeres. Los resultados a los que han arribado después de haber analizado a más de 1.000 personas son sorprendentes.
En primer lugar, las mujeres ponen gran énfasis en el beso para hacer la valoración de su compañero potencial. Al parecer, las féminas valoran en el primer beso dos aspectos fundamentales: el aliento del hombre así como su habilidad para besar; de forma que si son malos “besadores” resultarán menos atractivos y si tienen mal aliento, las probabilidades de mantener relaciones sexuales son casi inexistentes. Por ende, la mayoría de las mujeres no desean tener una relación sexual si antes no han besado a su compañero (un detalle que los hombres pueden pasar por alto). Además, uno de los factores que pueden incitarlas a besar al hombre son unos dientes bellos.
Por otra parte, los hombres son menos discriminativos en el momento de decidir a quién besar y el detalle que más los incita es la forma del cuerpo de la mujer. Además, en contraposición con las féminas, suelen aceptar una mala “besadora” como pareja sexual y consideran que un beso es “bueno” cuando la mujer les permite iniciar un contacto con la lengua.
¿A qué se deben estas diferencias? Las razones son múltiples y pasan obviamente por las costumbres culturales pero las teorías que se centran en el análisis de la bio-química corporal nos explican que las mujeres tienen una mayor capacidad olfativa y gustativa que los hombres pues tienen más sensores químicos (que son aún más sensibles durante el proceso menstrual). Como los hombres poseen menos sensores químicos, necesitarían un mayor intercambio de saliva para poder extraer las mismas conclusiones que las féminas. Por este motivo prefieren los besos mojados, con la boca muy abierta y el uso de la lengua.
Continuando con el análisis de las diferencias entre géneros, es curioso el hecho de que las mujeres suelen comprender el beso como la muestra de cierto nivel de compromiso en la relación mientras que los hombres lo utilizan más como una táctica de seducción, para sellar una pelea o como gesto de reconciliación. A su vez, las mujeres disfrutan de los besos antes, durante y después del acto sexual ya sea en relaciones efímeras o en relaciones a largo plazo; mientras que los hombres tienden a evitar los besos después del acto sexual (sobre todo cuando tienen una relación efímera).
Por supuesto, en estas investigaciones se han recogido aspectos generales pero esto no quiere decir que las diferencias expuestas sean reglas inamovibles.
Fuentes:
Hughes, S.; Harrison, M. A. & Gallup, G. G. (2007) Sex Differences in Romantic Kissing Among College Students: An Evolutionary Perspective. Evolutionary Psychology; 5(3): 612-614.
Gulledge, A.K., Gulledge, M.H., and Stahmann, R.F. (2003). Romantic physical affection types and relationship satisfaction. The American Journal of Family Therapy, 31, 233-242.
Fisher, H. (1983). The Sex Contract. New York: Quill.
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