
Nuestro cerebro no solo tiene mecanismos de aprendizaje sino también de olvido, para borrar las memorias “innecesarias” y conservar la energía. En práctica, elimina todo aquello que no nos sirve, borra los aprendizajes innecesarios para hacer espacio y funcionar en “modo ahorro”. Ahora un grupo de investigadores de la Lund University, en Suecia, han sido capaces de desentrañar a nivel celular cómo funciona esta función.
El aprendizaje y el olvido a veces son dos caras de una misma moneda
Hace varios siglos, Pavlov, un fisiólogo ruso, experimentó con perros y descubrió el condicionamiento clásico. En práctica, los perros aprendieron que cuando sonaba una campana, recibirían el alimento, por lo que comenzaban a segregar saliva apenas oían las campanas, aunque no hubiera ni rastro de alimento. Esto se debe a que crearon una conexión a nivel cerebral entre un estímulo neutro (la campana) y un estímulo incondicional (la comida).
Nosotros también aprendemos de esta forma, podemos establecer conexiones entre diferentes estímulos y, como resultado, mostrar la respuesta correspondiente. Por ejemplo, en experimentos realizados con personas se ha vinculado un sonido con el aire en los ojos. De forma que, a la larga, las personas terminaban parpadeando al escuchar el sonido, aunque no hubiera aire. Obviamente, se trata de una respuesta automática aprendida.
Paradójicamente, cuando se añade una luz, el aprendizaje de las personas empeora, la conexión no se refuerza. En práctica, es como si ese estímulo adicional potenciara el olvido.
Sin duda, se trata de un resultado contradictorio ya que, en teoría, el aprendizaje debería reforzarse. Sin embargo, estos investigadores piensan que el problema radica en que el cerebro olvida para ahorrar energía.
¿Qué sucede?
En un primer momento, se activa un mecanismo cerebral que permite el aprendizaje creando un patrón a nivel neuronal. Es como si esa parte del cerebro que capta y aprende la asociación, el cerebelo, dijera: “Lo he captado, ya no necesito más estímulos”.
De hecho, estos investigadores notaron que cuando una asociación se consolida en el cerebro, cuando ocurre un aprendizaje, se activan unas neuronas cuya función es echar el freno de mano, indicar que es suficiente y que no necesitamos ir un paso más allá.
Sin embargo, cuando se introducen dos asociaciones, es como si el cerebro se sobresaturara. En este punto, aumentan las probabilidades de que olvidemos, incluso lo que habíamos aprendido antes, aunque sea de manera temporal.
Los investigadores creen que mantener activas conexiones neuronales que el cerebro considera “innecesarias” genera un gasto de energía adicional. Por eso, en vez de aprender, damos un paso atrás y olvidamos.
¿Cómo podemos aplicar estos resultados a la vida práctica?
1. No sobresatures tu cerebro con demasiada información porque de esta forma solo estarás entorpeciendo el aprendizaje. Es mejor centrarse en una cosa a la vez y, solo cuando ese aprendizaje se haya consolidado, pasar al siguiente. Por tanto, no te agobies con todo lo que debes aprender, ve poco a poco, como decían los antiguos romanos: «chi va piano, va sano e va lontano«.
2. Crea asociaciones significativas. Recuerda que aprender y memorizar no significa “amontonar” información, porque el cerebro la considerará inútil o innecesaria. Es importante buscar conexiones lógicas, de forma que se creen nuevos patrones neuronales a partir de los ya existentes, en vez de sobreponerse y causar confusión que termine dando lugar al olvido.
Fuente:
Rasmussen, A. et. Al. (2015) Purkinje cell activity during classical conditioning with different conditional stimuli explains central tenet of Rescorla–Wagner model. PNAS; 112(45): 14060–14065.
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