Solemos asumir que el mundo que nos rodea es tal cual se nos presenta y que nuestra percepción es muy objetiva pero realmente lo que percibimos es solo una representación neuronal del mundo. Nuestro cerebro conforma nuestro medio y le brinda un sentido. De seguro que ahora vendrá a sus mentes las tan conocidas ilusiones ópticas pero lo cierto es que
La percepción es uno de los procesos psíquicos que más ha ocupado/preocupado a filósofos y psicólogos. De hecho, aún en la actualidad, continuamos encontrando fenómenos intrigantes.
El principal problema en el estudio de la percepción es que ésta resulta bastante escurridiza. Aún cuando «conocemos» los objetos que nos rodean cotidianamente nuestra percepción de los mismos puede ser fácilmente engañada. Jerome Brunner afirmaba que «nuestra percepción es un proceso en continua reconstrucción influenciado por nuestras necesidades y valores«.
Psicólogos de la Universidad de Cornell reafirman que nuestros intereses modifican nuestra percepción.
En este experimento 90 jóvenes se sentaron en una mesa, al otro extremo tenían una botella llena de agua. A la mitad de los participantes les brindaron pretzels para que comieran y les impidieron beber agua mientras que al otro grupo le permitieron beber toda el agua que deseasen. A cada persona le preguntaron cuan sedientos se sentían y cuánto deseaban la botella de agua. Finalmente se les mostró una pulgada como referencia para que estimasen la distancia entre su posición y la botella.
Como podrán imaginar aquellos que comieron pretzels se sintieron más sedientos y deseaban más el agua. Pero esto es solo sentido común, lo más interesante es que además, percibieron que la distancia existente entre ellos y la botella era mucho más pequeña que aquella que había estimado el grupo de personas no sedientas. Su sed influyó en la percepción de la distancia, acortándola; es decir, una necesidad de orden fisiológico varió la percepción. ¿Qué sucedería con una necesidad de tipo social?
Para dar respuesta a esta pregunta en vez de colocar una botella de agua se optó por un billete de 100 dólares. A un grupo se le dijo que podrían ganarlo en un juego de cartas mientras que al resto de las personas se les dijo que el billete pertenecía al experimentador. Como es de suponer, el primer grupo encontró el billete más deseable pero también percibieron que estaba más cerca.
Un experimento aún más curioso se realizó, esta vez para evaluar la percepción de la distancia entre personas. Cada participante debía rellenar una encuesta donde se evaluaba su sentido del humor, posteriormente un experimentador les brindaba los resultados. A algunos se les dijo que su sentido de humor rondaba la media mientras que a otro grupo se le dijo que sus resultados estaban por debajo del promedio. Después se les pidió que evaluaran a qué distancia se encontraba el «comunicador de los resultados». Como ya supondrán, cuando los experimentadores daban la «buena noticia», eran percibidos más cercanos, cuando comunicaban un mal resultado eran percibidos más alejados.
Estos experimentos recogidos a muy grosso modo y otros tantos que se han realizado en este sentido nos muestran que nuestros estados emocionales afectan verdaderamente nuestra percepción visual. Si se quiere podemos extraer una macroconclusión: cuando los objetos son deseables se perciben más cercanos de lo que realmente se encuentran. Sin embargo, otro fenómeno aparentemente opuesto también se ha recogido en la literatura científica: cuando los objetos son tan indeseados que llegan a promover repulsión o miedo en nosotros, también se perciben más cercanos. Lo cual indica que cualquier tipo de relación emocional (ya sea de valencia positiva o negativa) afecta nuestra percepción.
Fuentes:
Balcetis, E. & Dunning, D. (2009) Wishful Seeing: More Desired Objects Are Seen as Closer. Psychological Science. DOI: 10.1177/0956797609356283.
Balcetis, E. & Dunning, D. (2006) See What You Want to See: Motivational Influences on Visual Perception. Journal of Personality and Social Psychology; 91: 612-625.
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