Hace muchos años, un hombre abandonó su pueblo natal para reunirse con su prometida. Se iban a casar apenas llegara.
Durante el viaje, el hombre pensó que le haría bien tomar un camino diferente al que solía recorrer para ir a casa de su prometida. Decidió emprender una ruta nueva, que fuera más cómoda y que prometiera nuevas aventuras.
Poco a poco, sus pasos le llevaron muy lejos. Pasó por diferentes pueblos y conoció a muchas personas. Cada vez, descubría cosas más interesantes que le animaban a continuar adelante, sin mirar atrás.
Así, pasó años recorriendo un camino que en realidad no le llevaba a ninguna parte. Hasta que un día se sintió cansado y las aventuras dejaron de ser una novedad. Ver cada día rostros nuevos lo confundía y echó de menos el calor de un hogar. Entonces decidió volver.
Sin embargo, cuando regresó descubrió que su prometida se había casado. Después de tantos años sin tener noticias suyas, le había dado por muerto.
El hombre, ya viejo y pobre, se quedó solo, lamentando el momento en el que había decidido cambiar su rumbo.
Se trata de una antigua leyenda noruega que puede tener diferentes interpretaciones pero que también nos permite reflexionar sobre cuán importante es no perder el rumbo en la vida y no dejarnos tentar por las distracciones que aparecen en nuestro camino.
¿Qué nos enseña esta leyenda?
1. Es fundamental determinar lo que deseamos y concentranos en ello
A menudo vamos por la vida dejándonos llevar por las circunstancias, actuando por inercia y dejando que la situación o los demás decidan por nosotros. Sin embargo, de esta forma, un día nos despertaremos y nos daremos cuenta de que no hemos cumplido nuestros sueños o que estamos llevando una vida que no es la que deseamos. Por eso, si quieres lograr algo importante, debes plantearte tus propios objetivos, identificar tus metas con claridad y, sobre todo, estar dispuesto a luchar para conseguirlas. Ten siempre en mente esta genial frase de Séneca: “A quien no sabe a que puerto encaminarse, ningún viento le es propicio«.
2. Si no obviamos los elementos distractores, no llegaremos a ningún sitio
A veces, comenzamos la jornada de trabajo con un objetivo preciso en mente pero cuando llega la noche, nos damos cuenta de que no lo hemos cumplido. Hemos estado ocupados con otras tareas, mucho menos importantes. En la vida, esos elementos distractores se multiplican. Por eso, si no nos mantenemos atentos, nos apartarán del camino que nos habíamos trazado, nos harán olvidar nuestras metas y, cuando queramos volver atrás, quizás será demasiado tarde. Por eso, es fundamental saber priorizar y tener bien clara nuestra jerarquía de necesidades. Descubre cuáles son los elementos distractores que te pueden apartar del camino y ten preparado un plan para contrarrestarlos. Recuerda que no basta con saber lo que quieres, también es importante saber lo que no quieres.
3. Solo las pasiones más auténticas tiene la fuerza necesaria para mantenernos en el camino
En algunas ocasiones nuestra mente nos juega malas pasadas. Por ejemplo, el hombre de la historia quizás no estaba lo suficientemente enamorado de su prometida como para correr a casarse y por eso decidió tomar un camino más largo. A veces la procrastinación es un mensaje de nuestro inconsciente, que nos indica que no estamos disfrutando el camino o que en realidad esa meta no es tan importante como queremos hacernos creer. Por eso, antes de plantearnos un objetivo que puede llevar años de sacrificio, es importante estar seguros de que es lo suficientemente motivador como para mantenernos concentrados a lo largo del camino. Solo las pasiones que nacen de nuestro “yo” más profundo pueden convertirse en un motor impulsor de nuestro comportamiento que nos brinde felicidad.
4. Cada decisión tiene consecuencias
Nadie es una isla aislado en sí mismo. Nuestras decisiones siempre tienen repercusiones en las personas más cercanas, que pueden ser nuestros padres, pareja, hijos o amigos. El hombre de la historia, por ejemplo, no tuvo en cuenta las repercusiones que su decisión tendría en su prometida. Y aunque es triste reconocerlo, muchas veces actuamos como ese hombre, tomando decisiones y esperando que los demás las acaten, sin darnos cuenta de cuánto les pueden afectar. Por tanto, antes de tomar una decisión importante, es fundamental que valores el impacto que tendrá sobre las personas que amas. Pregúntate: ¿Es realmente necesario pedirles ese sacrificio? ¿Existe otra vía que pueda lastimar menos a las personas que están a tu alrededor?
5. Incluso las metas pueden caducar
John L. Mason afirmó: «Las ideas tienen una fecha de caducidad; por eso debemos actuar antes de esa fecha«. Este inventor estadounidense se refería al hecho de que es importante actuar cuanto antes, aprovechar la ocasión, porque las condiciones favorables que tenemos hoy, pueden cambiar mañana. Postergar las decisiones, quizás por miedo o esperando a tener una mayor certeza, puede hacer que perdamos una oportunidad que no volverá a repetirse. Por eso, aunque determinados proyectos a veces pueden entusiasmarnos, es recomendable que te preguntes: ¿Qué alegrías te estás perdiendo al retrasar la decisión? ¿Qué sueños estás dejando atrás por tomar un camino diferente? ¿Vale realmente la pena?
Deja una respuesta