Quien haya vivenciado una partida simultánea de ajedrez de seguro se habrá quedado sorprendido ante la rapidez del juego que ostentan los grandes maestros. Mientras que los más jóvenes e inexpertos deben pensar con gran detenimiento y analizar lentamente el próximo movimiento y aún así usualmente pierden la partida; los grandes maestros pasan de un tablero a otro con una rapidez pasmosa, les basta un segundo para centrarse en el juego y visualizar la próxima jugada.
¿Cómo pueden realizar esto?
Los maestros de ajedrez, al igual que los músicos, tienen una memoria prodigiosa; son capaces de recordar con un solo vistazo la mayoría de las posiciones de las piezas de varios tableros. Al contrario, los jugadores novatos apenas pueden recordar unas pocas posiciones de su propio partido. Sin embargo, todo cambia cuando las piezas del juego se disponen al azar en el tablero, entonces el recuerdo de ambos jugadores se hace similar.
¿Por qué sucede esto?
Porque los grandes maestros del ajedrez memorizan el juego en grandes unidades significativas lo cual les permite ampliar su memoria de trabajo para almacenar más posiciones. En palabras sencillas, sería como almacenar la información en un archivo compactado que dejará espacio para recopilar una mayor cantidad de datos. Por supuesto, cuando las piezas vienen ubicadas en un orden arbitrario, estas grandes unidades significativas no pueden consolidarse por lo cual el recuerdo se ve afectado al tener que memorizar una a una, posición por posición.
¿Cómo se adquiere esta habilidad? Los grandes maestros de ajedrez han empleado entre 10 mil y 20 mil horas solo en el estudio de posiciones. Si realizamos un rápido cálculo, sería el equivalente a 10 años de estudio con una media, más o menos, de 30 horas semanales. Entonces no es de extrañar que desarrollen esta memoria prodigiosa.
Pero las repercusiones de este entrenamiento no terminan ahí. Los jugadores de ajedrez expertos organizan todo su conocimiento en esquemas amplios que se sustentan en principios significativos, lo cual les facilita acceder rápidamente al mismo. Pongamos un sencillo ejemplo: si terminamos de escribir un artículo sobre la esquizofrenia y lo guardamos en una carpeta con nuestro nombre, que contiene toda nuestra información; probablemente, cuando necesitemos nuevamente el artículo nos será difícil hallarlo entre todo el cúmulo de datos que poseemos. Al contrario, si lo guardamos en una carpeta bajo el título: Psicología Clínica y a la vez en una subcarpeta que podría llamarse: Trastornos Psiquiátricos, la próxima vez nos será muy sencillo hallar el artículo ya que no necesitaremos ni siquiera esforzar la memoria, la lógica nos indicará su ubicación.
De una forma bastante similar funciona la memoria de los jugadores de ajedrez y los músicos, mientras que nuestra memoria es un poco más desorganizada.
Esta es una de las causas por la cual los grandes maestros pueden realizar una jugada en tan poco tiempo, la forma en la cual guardan la información sobre las posiciones les permite abstraerse de los detalles, encontrar las similitudes, llegar a lo esencial y determinar las jugadas que son verdaderamente imprescindibles. A la misma vez, la practica va haciendo que este proceso se automatice cada vez más, de forma que se libera una gran parte de los recursos atencionales que la persona podrá dedicar a cualquier inconveniente o novedad que pueda surgir en el juego.
En síntesis, que para desarrollar una memoria prodigiosa no solo se requiere de la pequeña ayuda que nos brinda la disposición genética sino también de muchas horas de entrenamiento.
Fuente:
Saíz, C. (2001) Pensamiento e Instrucción. Madrid: Siglo XXI.
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