Un refrán popular afirma que “el tiempo lo cura todo”, que en ocasiones solo hay que dejar pasar las páginas del calendario, aguantando estoicamente un día tras otro, para que las heridas cicatricen. Sin embargo, esta creencia puede transmitir una idea errónea: que no necesitamos hacer nada y que las heridas se cerrarán por sí solas.
En realidad no es así. O al menos no del todo.
Si no hacemos nada, si no aprendemos de esa situación, es probable que la herida se cierre de manera superficial y ante el menor roce volverá a abrirse. Por eso, en muchas ocasiones, cuando pensamos que ya hemos superado una dificultad y que finalmente hemos pasado página, el dolor regresa, y es tan intenso como el primer día.
Las heridas del alma necesitan cuidado
Cuando nos lastimamos, sabemos que tenemos que limpiar y curar la herida. Sin embargo, pensamos que las heridas emocionales necesitan menos cuidados y que sanarán solas. No es así. Las heridas del alma también merecen atención.
En realidad, el tiempo lo único que hace es brindarnos la posibilidad de imbuirnos en la rutina cotidiana, nos sumerge en las preocupaciones y responsabilidades del día a día, de manera que apartamos de nuestra mente la pérdida, el fracaso o la adversidad sufrida. Sin embargo, eso no significa que la herida sanará.
En este sentido, un estudio llevado a cabo en la Universidad de Harvard es particularmente esclarecedor. Estos neurocientíficos les pidieron a las personas que habían sufrido un trauma que escucharan una descripción de lo que les había sucedido, mientras escaneaban sus cerebros.
Comprobaron que al revivir las experiencias dolorosas, algunas zonas del cerebro se activaban, sobre todo la amígdala, que es el núcleo del miedo, y la corteza visual. A la par, se produjo la desactivación del área de Broca, la zona responsable del lenguaje.
Esto significa que cuando las personas experimentan un trauma, si no lo convierten en una experiencia narrativa (lo cual significa que logran aceptar lo ocurrido y encontrarle un lugar en su memoria autobiográfica), este se revivirá como si fuera una situación real y, por tanto, seguirá doliendo.
Por tanto, si bien en algunos casos puede ser conveniente retomar la rutina para adoptar cierta distancia psicológica del problema, en otros casos la mejor forma de lidiar con la situación dolorosa es tomar una pausa y buscar nuevos horizontes que nos permitan reflexionar sobre lo ocurrido, encontrarle un significado y pasar página, de verdad.
Sanar duele, pero ese dolor permite crecer
Cuando echamos desinfectante sobre una herida reciente, escuece y duele. Pero somos conscientes de que debemos pasar por ello para evitar males mayores. Sin embargo, normalmente preferimos evitar mirar demasiado en las heridas emocionales pues pensamos que si las ignoramos, se curarán solas.
No obstante, hay heridas que necesitan cuidados especiales. Y eso significa:
– No reprimir las emociones, haciendo como si no existieran. En su lugar, debemos ser conscientes de lo que sentimos e intentar comprender por qué nos sentimos así. Darte libertad para expresar lo que sientes tiene un enorme poder catártico. Por otra parte, reprimir las emociones no hará que desaparezcan.
– Asumir lo ocurrido, por difícil que pueda ser. Aunque en muchas situaciones, sobre todo cuando se produce una pérdida o un gran fracaso, nuestra primera reacción es la negación, es importante pasar esta etapa cuanto antes porque negar lo ocurrido te impedirá sanar. Y eso significa que en vez de mirar para otro lado, tienes que centrarte en lo ocurrido, para asimilarlo.
– Dejar de buscar el significado y encontrar el aprendizaje. En la vida, pueden ocurrirnos desgracias que no son justas y a las cuales no podemos encontrarles el sentido. Por eso, en vez de preguntarnos insistentemente el por qué, algo que solo nos llevará a un callejón sin salida, podemos preguntarnos qué aprendizaje nos reporta esa experiencia, cómo puede ayudarnos a ser más fuertes.
¿Cómo saber cuándo una herida ha cerrado bien?
La respuesta es muy sencilla: cuando puedas hablar o pensar sobre lo ocurrido sin sufrir. Eso no significa que en ese momento no te invadirán emociones como la tristeza o la nostalgia, pero estas no dolerán porque estarán envueltas en la gratitud.
Fuente:
Rauch, S. L. et. Al. (1996) A symptom provocation study of posttraumatic stress disorder using positron emission tomography and script-driven imagery. Arch Gen Psychiatry; 53(5): 380-387.
Carlos Sanz Andrea dice
Me ha gustado mucho el articulo,las dificultades pasadas bien procesadas se convierten en aprendizajes, se flexibilizan, se narran como bien dices, y no se repiten una y otra vez como si estuvieran sucediendo en el presente, es precisamente cuando pasa lo anterior, cuando creo que empezamos a tener un problema quizá incluso de estrés post-traumatico.