¿Alguna vez has tenido problemas para concentrarte, te resulta difícil quedarte quieto, sueles interrumpir a otros durante una conversación o actúas impulsivamente y sin pensar mucho las cosas? ¿Tienes dificultades para concentrarte en las tareas?
El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, o trastorno hipercinético, ha existido desde mucho. De hecho, una condición similar fue descrita por Hipócrates, que vivió del 460 al 370 a. C.. No obstante, el Trastorno por Déficit de Atención fue acuñado por primera vez en 1980, cuando salió a la luz la tercera edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Más tarde, en 1994, se comenzó a hablar del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, que incluye el tipo predominantemente hiperactivo-impulsivo, el tipo predominantemente inatento y el tipo combinado.
El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad no suele venir solo sino que se hace acompañar de otros problemas, como la ansiedad, las dificultades en el aprendizaje, las deficiencias en el habla o la audición, el trastorno obsesivo compulsivo y los tics. Algunos niños también presentan problemas de conducta como el trastorno de oposición desafiante o el trastorno de conducta propiamente dicho.
Vivir con una persona que padece el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad no es fácil ya que a menudo colma la paciencia de quienes le rodean o tienen tanta energía que terminan siendo agotadores. Por supuesto, ellos tampoco lo tienen fácil, este trastorno se ha vinculado a un mayor riesgo de accidentes, abuso de drogas, fracaso escolar y conducta antisocial.
Sin embargo, la otra cara de la moneda nos indica que estas personas también suelen ser más creativas y pueden enfrentar los problemas de la vida con mayor positividad. Además, no tienen miedo a asumir riesgos y les gusta la aventura.
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