Corría el año 1814 cuando Ivan Andreevich Krylov, un poeta y escritor ruso, publicó una fábula titulada «El hombre inquisitivo». En ella se refería a un hombre que recorría un museo y notaba todo tipo de pequeños detalles pero, asombrosamente, no percibió un elefante.
Aquella interesante idea no murió allí. Fyodor Dostoievski la retomó en su novela “Los endemoniados” cuando escribió: “Belinsky era como el hombre inquisitivo de Krylov, que no se dio cuenta del elefante en el museo…”. Aunque fue Mark Twain quien perfiló mejor el concepto en “El robo del elefante blanco”, haciendo referencia a la ineptitud y falta de lógica que subyace a ese comportamiento.
Más tarde, The New York Times recogió la frase, que luego pasó a convertirse en una expresión popular que se utiliza para referirse a algo obvio que pasa desapercibido o de lo que nadie quiere hacerse cargo. La expresión indica una verdad evidente que es ignorada, aunque también puede tratarse de un problema que nadie quiere discutir o un riesgo que nadie está dispuesto a asumir.
Dado que es imposible pasar por alto la existencia de un elefante en la habitación, las personas se sienten obligadas a fingir que el elefante no existe, evitando lidiar con el enorme problema que representa. Sin embargo, lo cierto es que obviar su presencia suele terminar generando problemas aún mayores.
¿Cómo detectar el elefante en la habitación?
La mayoría de las personas piensan que si tuviesen un elefante dentro de su habitación, lo notarían inmediatamente. Sin embargo, no siempre es así, sobre todo en el escurridizo terreno de las relaciones interpersonales. De hecho, mientras más grande sea ese elefante, mayor será nuestra tendencia a ignorarlo porque más complejo y sensible será el problema.
Un ejemplo usual de este fenómeno se produce cuando le detectan una enfermedad grave o terminal a un amigo. Algunas personas no saben cómo reaccionar y su manera de ser “cuidadosos”, para no herir la sensibilidad del otro, consiste en evitar el tema. Esas personas comienzan a actuar como si estuvieran caminando sobre terreno minado, cambian su comportamiento y la relación que antes era distendida y natural se vuelve tensa y artificial. Dejan de ser los amigos que eran, para convertirse en los amigos que evitan el problema más obvio, apremiante y difícil.
El elefante también se suele colar en las relaciones de pareja. Un ejemplo clásico es cuando ambos son conscientes de que la relación ya no da más y no tienen motivos para estar juntos, pero no abordan el tema, esperando que sea el otro quien lo saque a colación y asuma la responsabilidad por la ruptura.
Ese comportamiento evitativo también puede apreciarse en los padres cuyos hijos tienen algún problema, ya se trate de una discapacidad física, un trastorno psicológico o cualquier otra enfermedad. Dado que la realidad es muy dura de aceptar, los padres evitan hablar de ella y niegan su existencia, lo cual impone una “ley del silencio” entre amigos y familiares, a quienes les resulta muy difícil poder ayudarlos y normalmente terminan aceptando la presencia de ese elefante en la habitación.
Por supuesto, este fenómeno también se aprecia a nivel social, sobre todo cuando se trata de un tema tabú, como puede ser la raza, la religión, la homosexualidad, la enfermedad mental o incluso el suicidio. En estos casos, las personas simplemente asumen que es más “educado” evitar el tema.
En sentido general, cualquier problema puede convertirse en un elefante en la habitación si no lo abordamos y preferimos ignorarlo. Puede tratarse de un asunto delicado que podría herir la sensibilidad de los demás, un gran problema que no sabemos cómo solucionar o un conflicto que demanda correr un riesgo que no estamos dispuestos a asumir.
En esos casos, se llega a un consenso implícito, según el cual todas las personas implicadas deciden ignorar el problema, aunque este sigue flotando en el ambiente, como una nube negra que enrarece el aire. Obviamente, ignorar algo no significa solucionarlo, por lo que a menudo el problema crece.
¿Por qué no es una buena idea ignorar el elefante en la habitación?
Una serie de experimentos muy interesantes llevados a cabo sobre los prejuicios raciales arrojan luz sobre el fenómeno del elefante en la habitación. En estos estudios se apreció que cuando las personas intentan usar palabras “políticamente correctas” para no ofender a alguien por el color de su piel o grupo étnico, pueden ser percibidas como más frías, distantes, poco empáticas y hasta más racistas.
El problema es que esas personas pretenden activar conscientemente lo que se conoce como “ceguera al color”, pero ello solo provoca el efecto contrario, activando aún más los estereotipos raciales. Entonces se ven obligados a luchar contra esos prejuicios y buscar las palabras “correctas”, lo cual les genera una gran ansiedad, que termina haciéndoles parecer menos auténticos y más racistas. De esa forma, evitar el elefante en la habitación refuerza su existencia.
Negar la realidad no hará que desaparezca. Cuando existe un problema o un conflicto de base, si no se soluciona y se buscan sus causas, es probable que termine creciendo, generando a su vez nuevas dificultades. Por tanto, mientras más tarde se aborde el problema, más difícil será solucionarlo ya que mayores serán sus ramificaciones.
Por otra parte, esa evitación hará que las relaciones interpersonales se distorsionen. Cuando debemos caminar sobre una superficie llena de cristales afilados, tendremos que pensar y elegir cuidadosamente nuestras palabras, por lo que la relación perderá su espontaneidad. Entonces somos víctimas de lo que pretendíamos evitar ya que es probable que ignoráramos el tema para no dañar la relación, pero al final esta termina resquebrajándose.
También debemos tener presente que evitar al elefante en la habitación suele ser un proceso que demanda un gran esfuerzo cognitivo y emocional. La represión de ciertos contenidos, sobre todo cuando son emocionalmente significativos, provoca un gran desgaste que termina pasando factura a nivel psicológico.
¿Cómo sacar al elefante de la habitación?
Abordar temas delicados suele ser difícil. Pero debemos hacerlo. Es imposible relacionarse de manera natural, auténtica y distendida con una persona cuando nos separa un asunto tan importante. ¿Cómo hacerlo?
- Escoge el momento adecuado. Hay veces en las que es necesario esperar un poco, hasta que la otra persona esté preparada para abordar el asunto. Puedes tantear el terreno haciendo una ligera referencia y, si la otra persona no está preparada para hablar de ello, dale un poco más de tiempo. A veces el simple hecho de desenmascarar el “elefante” es suficiente para diluir la tensión que este generaba en el ambiente. Es como hacer un guiño de complicidad que dice: «sé que tenemos un problema, cuando estés preparado hablaremos de ello e intentaremos solucionarlo«.
- Calibra tus expectativas y ármate de paciencia. Los temas difíciles no suelen tener una solución fácil, por lo que es importante que en el momento de abordar el problema no albergues demasiadas expectativas. De hecho, es común que las otras personas implicadas se nieguen a abordar el asunto, recurran a excusas o no se muestren abiertas a tus sugerencias. Es normal, se trata de una actitud defensiva. Es probable que para resolver el asunto tengas que abordarlo varias veces desde diferentes perspectivas. Así que ármate de paciencia.
- Sé honesto, habla desde el corazón. No es necesario practicar el sincericidio, pero en los temas delicados, la honestidad suele ser la mejor baza. Expresa tus sentimientos y opiniones de la manera más directa posible, sin dañar al otro, pero sin dar demasiadas vueltas que puedan dar pie a malinterpretaciones. Y no olvides plantear lo que, para ti, podría ser la mejor solución o, al menos, una alternativa a la situación actual.
- Recurre al sentido del humor. El humor suele ser una excelente estrategia para restarle dramatismo a las situaciones y crear un ambiente más relajado, logrando que los demás bajen la guardia y no se pongan a la defensiva. No obstante, debes evitar hacer un uso excesivo del mismo, de manera que parezca que estás menospreciando el problema. Usa el humor inteligentemente, para introducir el tema o de manera puntual en la conversación, para disminuir la tensión.
- Gestiona las emociones. Los temas complicados se convierten en elefantes en la habitación precisamente porque tocan nuestras fibras más sensibles. Eso significa que su abordaje puede generar auténticos tsunamis emocionales en las personas involucradas. Debes estar preparado para lidiar con esas emociones, que pueden ir desde una profunda tristeza hasta la ira. Y por supuesto, también tendrás que estar preparado para gestionar tus propia decepción o frustración.
Siempre que sea posible, intenta que no haya muchos elefantes dando vueltas por tu vida. Son problemas grandes, que rompen relaciones y hacen añicos tu equilibrio emocional.
Referencias Biliográficas:
Norton, M. I. et. Al. (2006) Color Blindness and Interracial Interaction Playing the Political Correctness. Psychological Science; 17(11): 949-953.
Shelton, J.N. et. Al. (2005) Ironic effects of racial bias during interracial interactions. Psychological Science; 16: 397–402.
Richeson, J.A. & Nussbaum, R.J. (2004) The impact of multiculturalism versus color-blindness on racial bias. Journal of Experimental Social Psychology; 40: 417–423.
Crandall, C.S. et. Al. (2002) Social norms and the expression and suppression of prejudice: The struggle for internalization. Journal of Personality and Social Psychology; 82: 359–378.
Renan A dice
Excelente artículo, me ha abierto los ojos sobre esos temas y cómo manejarlos. Veo varias realidades que me afectan y tienen que ver con el no tratar con esos “elefantes”
lula dice
excelente trabajo , hasta ahora que leyendo otros articulos me encontre esa frase y me puse a leer y me gustro éste articulo esta completo. gracias.