
“Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”, reza un adagio popular bajo cuya sombra han crecido muchas de las nuevas generaciones. Sin duda, el mensaje es inspirador. ¿Quién no querría dedicarse a lo que le apasiona y pasar esas 8 o 10 horas al día en un estado de éxtasis creador?
Sin embargo, la realidad a menudo tiene otros planes. El 77% de las personas se siente profundamente insatisfecha con su trabajo o simplemente no les gusta lo que hacen. Y no es que hayan elegido mal, es que el trabajo puede pasar en un abrir y cerrar de ojos de la pasión al apisonamiento.
La estafa de la pasión, ni tan clara ni tan permanente
Encontrar lo que nos apasiona suele llevar tiempo, que muchas veces no tenemos cuando el reloj comienza a correr y nos “obliga” a elegir una carrera. Determinar lo que nos gusta no es tan sencillo como ir al supermercado y escoger lo que nos apetece cenar esa noche. Es un viaje de descubrimiento, tanto interior como del mundo que nos rodea. Y no siempre es rápido.
Por otra parte, todos cambiamos a lo largo de la vida. Conforme vamos adquiriendo experiencia, nuestros gustos, valores, sueños y metas van transformándose. Por tanto, es difícil que lo que nos impulsaba a los 20 años siga siendo igual de ilusionante y motivante a los 40 o 50 años. Incluso las grandes pasiones pueden extinguirse para dar paso a nuevos intereses, un fenómeno completamente normal cuando queremos explorar diferentes facetas de nosotros mismos o ponernos a prueba.
Del trabajo utilitario al empleo aspiracional
El deseo de tener un trabajo que nos apasione es un fenómeno moderno y burgués. Muchos de nuestros bisabuelos y tatarabuelos araban la tierra o trabajaban en las minas y no lo hacían porque les apasionara el oficio sino porque era la opción más viable para sustentarse y alimentar a su familia.
Eso generaba una visión más pragmática del trabajo, que se ha ido perdiendo a medida que se convierte en una fuente de realización personal. El trabajo deja de ser una mera fuente de subsistencia para convertirse en una meta aspiracional.
Para muchas empresas, ese cambio de paradigma es la coyuntura perfecta para dotar a algunos empleos de un barniz de deseabilidad, de manera que muchas personas estén dispuestas a tolerar diferentes formas de explotación por el mero “honor” de poder desempeñar ese trabajo y realizarse a través de esa actividad.
Como resultado, la periodista Anne Helen Petersen advierte que la retórica del “haz lo que te gusta y no volverás a trabajar un solo día en tu vida” es una trampa del desgaste. Cuando revestimos el trabajo con el lenguaje de la “pasión”, corremos el riesgo de enfocarnos tanto en la profesión que no nos damos cuenta de que existen muchas otras vías para realizarnos en la vida.
“Cuando lo que nos gusta se convierte en nuestro trabajo, corremos el riesgo de que nuestro trabajo también se convierta en lo que nos gusta”, señalaba Petersen. Esa ausencia de límites entre el tiempo remunerado y no remunerado, entre la profesión y la realización personal, nos empuja a dedicarnos en cuerpo y alma al trabajo, confiando en que eso nos brinde la felicidad que tanto deseamos. El problema es que cuando el trabajo lo ocupa prácticamente todo, nuestra vida se desequilibra y la felicidad se esfuma.
Hay muchas formas de realizarse
Elegir un trabajo que nos guste está muy bien, pero no debemos perder de vista los inconvenientes que vienen de la mano de toda actividad remunerada, incluso la que se sustenta en una motivación intrínseca y una gran pasión.
Y es que en cuanto atravesamos la barrera que separa lo amateur de lo profesional, aparece la presión, que se manifiesta de mil maneras diferentes, ya sea en forma de horarios estrictos y plazos de entrega ajustados o jefes insoportables, fallos técnicos y otra infinidad de contratiempos que perturban esa especie de nirvana laboral que pretendíamos alcanzar.
Monetizar una pasión también es extremadamente difícil porque hoy la mayoría de los mercados son muy competitivos, por lo que al final es probable que te encuentres con una lista interminable de tareas pendientes y demasiado cansancio como para hacer cualquier otra cosa que disfrutes.
Y es que trabajar o montar un negocio sobre algo que nos apasiona es un plan de vida maravilloso. No cabe dudas. Pero es fundamental que no olvidemos la parte más utilitarista o incluso prosaica que implica que debemos vivir de ello. Eso significa encargarnos de aspectos que no nos gustan y estar preparados para lidiar con un sinfín de tareas menos glamorosas. También implica ser conscientes de que hay muchas formas de realizarse y ser feliz. No tiene que ser necesariamente a través del trabajo.
Referencia:
Petersen, A. H. (2021) No puedo más. Cómo se convirtieron los millennials en la generación quemada. Madrid: Capitan Swing.
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