La armada norteamericana planea que sus 1.1 millones de soldados se integren en un entrenamiento intensivo en resiliencia emocional. Aunque en un primer momento los estudiantes se reducirán a 1500 sargentos.
El entrenamiento, vale decir que es el primero de su tipo en las fuerzas militares, implica mejorar las condiciones combativas aún cuando los soldados presenten algunos trastornos psicológicos como: la depresión, el estrés postraumático o las ideas suicidas; justamente aquellas psicopatologías más comunes en las tropas cuando regresan de Afganistán o Irak.
El tratamiento sería ofrecido a los soldados en acción, a los reservas y a los miembros de la Guardia Nacional aunque puede estar disponible también para los civiles, ya sean familiares o empleados.
El nuevo programa consta de dos fases: la primera incluye un entrenamiento básico con clases semanales de 90 minutos donde se enseña a descubrir y controlar los patrones mentales que conducen a la ira y la frustración así como a eliminar los pensamientos catastrofistas.
Aunque pueda parecer un curso apenas costoso el dinero que se invertirá será de alrededor de 117 millones de dólares, todo partiendo del presupuesto de que la cultura militar sufrirá una transformación radical ya que se pretende lograr el control emocional y eliminar el apego, signos de debilidad.
Por supuesto, ante esta idea aparecen sus detractores y sustentadores, psicólogos de la Universidad de Pensilvania aseveran que han desarrollado entrenamientos con niños y jóvenes y han logrado que los mismos aprendan comportamientos resilientes mientras que algunos psicólogos de la Universidad de Columbia aseveran que no existe ninguna idea o teoría que sustente que un tipo de programa con este estilo podría hacer a los soldados más resilientes. No obstante, quienes están a cargo de evaluar la posible efectividad del programa son psicólogos de la Universidad de Michigan.
Particularmente soy de las que opino que la resiliencia puede educarse y aprenderse, no obstante, también creo que cualquier simulación realizada en el laboratorio no prepara completamente para enfrentar las exigencias de la vida cotidiana, menos aún en un campo de batalla; no obstante, sin duda alguna, un entrenamiento emocional nunca viene mal.
Noticia tomada de: New York Times
Deja una respuesta