En estos últimos días me ha llegado un número considerable de tareas imprevistas; ese tipo de tareas que son tan típicas de los lunes, el día que normalmente se puede dedicar a todo menos a ser productivo y a terminar lo que teníamos planificado. Pero lo cierto es que cualquier día se puede convertir en un lunes. Te levantas, tienes tu plan perfectamente estructurado y de pronto… zas… cae una tarea imprevista, o dos o tres… Entonces… ¿qué hacer? Aunque cada persona puede tener su propia forma de enfrentar estos imprevistos, les comparto algunos consejos que pueden serles de utilidad.
1. Superar la primera reacción. Cuando tenemos un plan perfectamente trazado, todo lo que actúa como una barrera imprevista suele causarnos indignación, molestia y su buena dosis de irritación. Es perfectamente normal, pero quedarnos con este estado de ánimo no resolverá el problema, al contrario, solo lo aumentará. Entonces es imprescindible salir de esta primera reacción a como dé lugar. En ese preciso instante es necesario cambiar nuestros patrones de pensamientos: “cero autocompasión”. De la misma forma que nos sucede a nosotros, a todos les caen tareas imprevistas, no somos ni más ni menos desafortunados que los demás así que no tenemos otra opción que enfrentar esas actividades aún cuando no estaban contenidas en nuestro orden del día.
Como segundo paso, y esto es esencial para enfrentar cada cambio que nos depara el futuro, es importante aceptar que el movimiento intrínseco a la vida inevitablemente nos traerá muchas cosas para las cuales no estamos preparados. Es parte del fluir de la cotidianidad por lo que oponernos usualmente no servirá de nada.
2. Delimitar la importancia de la tarea imprevista. A menudo caemos en el error de considerar la mayor parte de las tareas imprevistas como muy importantes. Quizás el grado de inmediatez que traen aparejado nos hace sobrevalorarlas, brindándole una jerarquía mayor de la que verdaderamente poseen. Es imprescindible detenerse unos segundos y analizar sus niveles de urgencia e importancia para nosotros de forma que podamos decidir si realizarlas de manera inmediata o posponerlas y continuar con lo que estábamos haciendo.
3. Reajustar el plan. En algunas ocasiones estas tareas imprevistas son realmente urgentes y necesarias. Entonces simplemente debemos reajustar nuestra planificación. Pero… ¿qué reajustamos? No se trata de procrastinar sino de postergar conscientemente tareas que no son tan urgentes ni importantes dentro de nuestro plan cotidiano. Sentarse unos minutos a rehacer la planificación del día incluyendo los nuevos imprevistos bien vale la pena.
4. Evitar la multitarea. Aunque en otro artículo hice referencia a cómo hacer varias cosas a la vez de forma eficiente, usualmente no es aconsejable mezclar estas tareas imprevistas con otras. ¿Por qué? La razón es muy simple, por mucho que nos esforcemos por controlar la repercusión de las mismas en nuestro estado de ánimo, indiscutiblemente son una intromisión, así que es preferible postergarlas o hacerlas inmediatamente.
5. Motivarse. Usualmente estas tareas imprevistas no resultan precisamente nuestro ideal de actividad motivante pero si debemos emprenderlas sin más, sería de gran ayuda que nos facilitemos una disposición óptima: entonces podemos mimarnos un poco y mejorar nuestro ambiente de trabajo para sentirnos más a gusto con la nueva responsabilidad. Quizás poner un poco de música, levantarse unos minutos y tomar un café o simplemente quemar un poco de incienso.
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