ANTES
– Estudia.
– Gradúate.
– Encuentra un trabajo estable.
– Cásate.
– Compra una casa.
– Ten hijos.
– Haz carrera.
– Disfruta de tu jubilación.
– 92 años: QEPD. “Que la tierra te sea leve…”.
AHORA
– Estudia.
– Gradúate.
– Hacer las primeras prácticas (no remuneradas porque para optar al puesto se requiere un doctorado y 5 años de experiencia).
– Realizar un máster en el extranjero.
– Volver a hacer prácticas (con posibilidad de contratación, que jamás llega a materializarse).
– Hacer un curso de actualización.
– Volver a hacer prácticas (no hay 2 sin 3), para seguir formándose con un salario ínfimo.
– Presentarse a mil ofertas para que te digan: “no tiene suficiente experiencia para este puesto”.
– Adquirir más experiencia.
– Volver a hacer entrevistas de trabajo para que te digan: “lo siento, está sobrecalificado.”
– Aprender inglés, luego francés y luego esperanto y luego arameo.
– Encontrar un trabajo a media jornada.
– Comprar una casa… Ejem… Alquilar una habitación por 700€/mes.
– ¿Cuándo te vas a casar? Se te está pasando el arroz.
– Usar aplicaciones de citas (sufrir ghosting y que te “diagnostiquen” narcisismo).
– Leer al menos 52 libros al año.
– Levantarte a las 5 de la mañana y darte una ducha fría porque el gas cuesta demasiado.
– Hacer ayuno intermitente (porque no hay tiempo para comer).
– Usar las redes sociales, aplicar filtros… sufrir FOMO y ansiedad social.
– La inteligencia artificial te robará el trabajo… (que no tienes).
– Hazte vegetariano, compra productos ecológicos, viaja de forma sostenible (de todos modos, no puedes permitirte comprar un coche).
– Encuentra tu pasión.
– Deja todo (lo que no tienes) y conviértete en un nómada digital.
– Haz carrera (convirtiéndote en tu propio CEO).
– No te has esforzado lo suficiente: haz networking, trabaja tu marca personal, véndete bien…
– Cuida tu perfil en LinkedIn, crea un podcast, abre un canal de YouTube para darte a conocer.
– Cerrar LinkedIn, podcast y canal de YouTube (total, ninguno funciona).
– ¿Estresado? ¿Agobiado? Haz yoga, meditación, vete a un retiro espiritual (aunque no puedas pagarlo).
– Compárate con todos los que tienen éxito en las redes sociales, en la oficina, en la calle y hasta en el metaverso…
– Pregúntate qué estás haciendo de tu vida.
– Entra en una crisis existencial pensando que has hecho todo mal y que te estás quedando atrás.
– 30 años: QEPD. “Que el agotamiento te sea leve…”.
BOOMER: “En mi época, los jóvenes tenían ganas trabajar…”.
FIN.
Andrea Giuliodori reflexionó irónicamente sobre las exigencias a las que están sometidas las nuevas generaciones desde hace al menos un par de décadas. Sin duda, cada época encierra sus propios desafíos. Ni antes el camino era tan fácil y lineal ni ahora se han cerrado todas las oportunidades.
Sin embargo, lo que quizá define mejor al mundo de los últimos años es precisamente la sobre exigencia. El hecho de que cada quien lleve a cuestas su propio campo de trabajos forzado, parafraseando al filósofo Byung-Chul Han, genera una tensión emocional considerable mientras la sociedad cambia constantemente las reglas del juego, pareciéndose cada vez más a una yincana imposible.
Esa sensación de estar en un laberinto con una salida movediza que te muestra que «puedes, pero no puedes», acrecienta la ansiedad mientras se asienta la cultura del optimismo tóxico que usa la culpa como un boomerang haciéndote creer que, si no lo consigues, es porque no te esfuerzas lo suficiente o no eres lo suficientemente positivo.
Así se convierten en personales problemas que son estructurales, al decir de Zygmunt Bauman. Se confunde el cansancio vital con la desmotivación y la falta de oportunidades con la ausencia de iniciativa.
Sin embargo, no siempre es culpa tuya.
No siempre es culpa tuya que no puedas enderezar tu vida como pretenden los demás.
No siempre es culpa tuya que te abandonen las fuerzas a golpe de nadar contracorriente.
No siempre es culpa tuya que te sientas perdido, desmotivado o frustrado.
No siempre es culpa tuya que no puedas con todo.
No siempre es culpa tuya que no tengas éxito en lo que te propones porque los desafíos son inmensos.
No permitas que la culpa se asiente. Tu malestar es válido. Y no siempre te lo has causado tú.
Por supuesto, no se trata de caer en el victimismo crónico o en el pesimismo más absoluto. Se trata de comprender que vivimos en un mundo diferente y cambiante donde no todo depende de nuestra voluntad y esfuerzo. Se trata de redefinir las metas, cambiar la hoja de ruta, buscar lo que nos llena y replanteárnoslo todo.
Quizá no logremos “acortar” el camino, pero al menos lo disfrutaremos más.
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