
La “cara del suicidio” no siempre se corresponde con un rostro apesadumbrado por el que corren las lágrimas. Una persona puede parecer feliz por fuera, puede llevar una vida aparentemente normal y satisfactoria, mientras esconde en su interior toda la tristeza y el vacío llevando a cuestas el peso de una depresión sonriente.
A nivel mundial, el suicidio ya se ha convertido en un problema, especialmente entre los más jóvenes. Aproximadamente 800.000 personas se quitan la vida cada año en todo el mundo. Por cada una de esas muertes, se producen unos 20 intentos de suicidio más.
A pesar de todo, el suicidio sigue siendo una epidemia invisible y soslayada, muchas veces oculta tras una apariencia de normalidad e incluso sonrisa. Por esa razón, la organización de prevención del suicidio Campaign Against Living Miserably (CALM) puso en marcha una exposición en el Southbank de Londres llamada “La última foto”. En la emotiva galería al aire libre muestra fotos sonrientes tomadas en los últimos días de personas que se quitaron la vida.
El suicidio tiene muchas caras

Giancarlo Gaglione perdió a su hermano Lanfranco, cuando este tenía apenas 26 años. Lanfranco mantenía una relación de pareja aparentemente feliz, contaba con una carrera exitosa y acababa de completar un triatlón en Londres cuando se suicidó.
Esa vida aparentemente perfecta y feliz “iba en contra de todos los estereotipos que tienes sobre una persona que piensas que podría suicidarse. Ocultaba tan bien sus emociones que nadie sospechaba que debajo estaba sufriendo”, contó su hermano.
Su historia se repite. A muchos familiares y amigos les toma por sorpresa el suicidio de una persona cercana y amada, una persona con la que quizás unos días antes estaban compartiendo risas.
Es muy difícil detectar las señales de que algo no está bien. Un estudio realizado por YouGov en colaboración con CALM reveló que solo el 24% de las personas cree que alguien que tiene pensamientos suicidas puede sonreír y bromear. El 78% pensaba que quienes tienen ideas suicidas no compartirían fotos felices en las redes sociales.
Sin embargo, la realidad es diferente. A menudo la sonrisa es una máscara para ocultar las luchas internas y la confusión interior antes de quitarse la vida. En realidad, el comportamiento suicida puede adquirir muchas formas y no siempre coincide con la típica imagen de la depresión.

La historia de Paul Nelson, quien se quitó la vida a los 39 años, sigue ese patrón. “Paul era la imagen perfecta de alguien que nunca imaginarías que se quitara la vida: estaba felizmente casado, tenía una hija preciosa, un hogar perfecto, un negocio exitoso, una casa vacacional, seguridad económica”, contaba su esposa. La foto fue tomada tan solo unas semanas antes de que Paul se quitara la vida.
Por desgracia, los estereotipos, mitos y estigmas que aún existen alrededor del suicidio impiden que muchas de estas personas puedan buscar la ayuda y recibir el apoyo que necesitan. Un tercio de las personas entrevistadas confesó que se sentían demasiado incómodas como para preguntar si alguien estaba pensando en el suicido. Más de la mitad reconocen que no saben cómo ayudar a alguien que experimenta ideas suicidas.
La exposición «La última foto» forma parte de una nueva campaña a nivel nacional en el Reino Unido que tiene como objetivo derribar los estereotipos que rodean al suicidio para animar a las personas a hablar de manera más abierta sobre el tema.

La familia de Sophie contó que “su suicidio fue una completa sorpresa para todos nosotros, nadie lo vio venir. Si Sophie nos hubiera contado cómo se sentía, habríamos hecho todo lo posible para ayudarla, pero no nos dio esa oportunidad”.
En cambio, “a lo largo de su vida, Sophie se mostraba como una persona abierta, feliz y extremadamente sociable. Era muy divertida y siempre te sacaba una sonrisa. Le encantaba estar al aire libre. Cuatro días antes de morir, había hecho ciclismo de montaña antes de ir a una fiesta por Navidad”.
Es cierto que a veces la propia palabra suicidio nos paraliza y que no siempre sabemos qué hacer, pero lo más importante es comprender que cualquier persona podría estar teniendo ideas suicidas, incluso aquellas que parecen felices.
En 2020, en España se produjeron 3.941 suicidios, la cifra más alta desde que se comenzaron a compilar dato, en 1906. Eso significa que cada día se quitaron la vida 11 personas, exactamente, un suicidio cada dos horas y 15 minutos. Aunque quizá lo más alarmante es que la tasa de suicidios prácticamente se ha duplicado entre los niños y adolescentes de 10 a 14 años, cuya salud mental ha sido puesta a dura prueba durante la pandemia.
Es importante romper el velo de silencio que rodea este problema para apoyar y ayudar a las personas que están pensando en el suicidio. Si tenemos ideas preconcebidas sobre cómo debe lucir o comportarse alguien con pensamientos suicidas, es más difícil que lo veamos venir y podamos hacer algo para salvar una vida. Esta exposición es un recordatorio necesario sobre un problema que existe y no va a desaparecer porque la sociedad mire hacia otro lado.
Fotos: CALM
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