Entre los médicos hay un consenso no se le deben dar falsas esperanzas a los pacientes. Sin embargo, ¿qué sucede con las personas que sufren problemas mentales? ¿Darles una previsión optimista podría tener un efecto placebo que les ayudase a lidiar con sus problemas? ¿Un diagnóstico optimista podría ser parte del tratamiento o solo serviría para prolongar su sufrimiento y el de sus familiares?
Pues bien, estas mismas preguntas se las plantearon psicólogos del Sunnybrook Health Scineces Center, de Canadá. En primer lugar, los investigadores se centraron en las ilusiones positivas de las personas supuestamente sanas. Así notaron que solemos mirar al futuro con un optimismo que podríamos calificar como poco realista, y pensamos que tenemos un gran control sobre el medio cuando en realidad no es así. Esta visión es una especie de mecanismo de defensa que nos permite lidiar con la incertidumbre y con la propia fragilidad de nuestra existencia.
Sin embargo, los investigadores también descubrieron que estas esperanzas e ilusiones positivas no están presentes en las personas que sufren problemas psicológicos como la depresión y la ansiedad. Por ello, se preguntaron si infundir un poco de esperanza tendría efectos positivos en el tratamiento.
Ni cortos ni perezosos, pusieron manos a la obra y llegaron a la conclusión de que en algunos casos, darles esperanza a los pacientes les ayudaba a recuperarse. Específicamente, los psicólogos relatan dos casos:
1. Mujer de 38 años diagnosticada con esquizofrenia, resistente a los tratamientos y con varios intentos de suicidio. En este caso, los psicólogos estaban convencidos de que las posibilidades de que se recuperara eran prácticamente nulas pero como la alternativa era un nuevo intento de suicidio que quizás llegase a buen puerto, decidieron darle falsas esperanzas y en la actualidad esta mujer ha mejorado muchísimo.
2. Mujer de 50 años con trastorno de estrés postraumático, severas dificultades para relacionarse y varios intentos de suicidio. Una vez más, los psicólogos pensaron que si le infundían esperanzas, no habría nada que perder. En este caso, la mujer se ha recuperado casi por completo y ha vuelto a su vida normal, después de haber estado sometida a años de tratamientos que habían sido totalmente infructuosos.
¿Qué conclusiones podemos extraer?
No podemos tomar una postura del todo o nada. Los psicólogos saben que cada caso es único y demanda una intervención personalizada. En realidad, las falsas esperanzas sirven, básicamente, para infundirles a los pacientes confianza en sus capacidades y para hacer que se adhieran al tratamiento. Y ambos son detalles fundamentales para la recuperación, sobre todo desde el punto de vista psicológico.
Obviamente, los casos que narran los psicólogos podrían calificarse como “desesperados” y ya sabemos que en condiciones excepcionales se necesitan medidas excepcionales.
Sin duda, darles esperanza a los pacientes puede ser una estrategia terapéutica y es mucho más eficaz que dejar que las personas languidezcan y se pierdan en las brumas de su mente. Sin embargo, también es necesario usar el sentido común y saber cuándo detenerse.
Además, existen diferentes maneras de transmitir la esperanza. Una cosa es afirmar que la persona puede mejorar y otra decir que tendrá una vida normal, una cosa es infundir ánimos y confianza y otra muy diferente es crear expectativas completamente irrealistas.
Fuente:
Dembo, J.S. & Clemens, N.A. (2013) The ethics of providing hope in psychotherapy.Journal of Psychiatric Practice; 19(4): 316-322.
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