No elegimos la familia en la que nacemos. Se trata de una verdadera lotería donde el azar lo decide todo. Hay familias maravillosas, funcionales y sanas donde los niños crecen rodeados de afecto y comprensión para convertirse en personas maduras y equilibradas. Otras familias no desarrollan un apego sano que garantice la estabilidad emocional de sus miembros sino que son agobiantes y tienden a anular la individualidad.
Vale aclarar que la educación que recibimos desde pequeños y el ambiente en el que crecemos no determina por completo el adulto que seremos pero, sin lugar a dudas, provenir de una familia disfuncional nos lo pondrá más difícil porque tendremos que esforzarnos por fomentar esos hábitos positivos que algunas personas adquieren desde que son pequeños y que forman parte de su modo de pensar y actuar natural.
Las relaciones tóxicas
El vínculo que establecemos en edades tempranas con nuestros padres, abuelos y hermanos es fundamental porque nos puede brindar seguridad y confianza para explorar nuestro entorno o, al contrario, nos puede convertir en personas inseguras y con una baja autoestima. Hay familias que simplemente no han logrado crear entornos seguros y son verdaderamente tóxicas ya que anulan a sus miembros, sobre todo a los hijos, debajo de un manto de sobreprotección que, a la larga, resulta asfixiante.
En las familias agobiantes lo más usual es que los padres interfieran continuamente en la vida de sus hijos. Cuando son pequeños, imponen sus normas y formas de ver la vida y más tarde, cuando estos crecen y se van independizando, pretenden seguir ejerciendo el mismo grado de control, lo cual da lugar a múltiples desencuentros ya que el hijo normalmente comienza a reclamar la libertad que le pertenece.
Estos progenitores desarrollan un apego ansioso, caracterizado por una relación excesivamente protectora para con sus hijos, a los cuales les impiden enfrentar riesgos y coartan su independencia y autonomía. A la larga, este tipo de apego genera un gran sufrimiento emocional, tanto para los hijos como para los padres, ya que les cuesta trabajo relacionarse sin discutir.
Muchos de estos padres recurren a disímiles trucos para manipular emocionalmente a sus hijos por lo que generan una profunda sensación de culpa de la cual no es fácil escapar. Ejemplos de familias agobiantes y manipuladoras hay muchos: cuando manipulan a los hijos para que estos cambien sus planes porque es obligatorio que estén presentes en todas y cada una de las reuniones familiares, cuando exigen estar al corriente de todas las decisiones, incluso de las más intrascendentes, cuando reclaman continuamente asumiendo el papel de víctimas porque los hijos no les visitan o llaman tanto como desearían, cuando se interponen en las relaciones de pareja y en la crianza de los nietos…
No obstante, en sentido general, una familia es agobiante cuando:
– No permite que sus hijos tomen sus propias decisiones sino que intenta imponer el punto de vista de los padres
– No potencia la independencia y autonomía de sus hijos sino que, al contrario, limita sus potencialidades
– Utiliza instrumentos de manipulación emocional para lograr que los hijos se sometan a sus deseos y satisfagan sus necesidades
¿Cómo lidiar con las familias agobiantes?
Hay padres que son agobiantes sin ser conscientes de ello, lo hacen simplemente porque es la única manera que conocen de relacionarse y porque creen que así demuestran su amor. En esos casos, suele ser suficiente con hacerles notar que un poco más de libertad y espacio serían bienvenidas.
Hay otros casos en que resulta muy difícil relacionarse sin discutir puesto que los padres pretenden seguir interfiriendo continuamente en la vida y decisiones de sus hijos. Cuando estas personas no dan su brazo a torcer, lo mejor es asumir una actitud firme y no ceder ante su chantaje emocional. Hazles ver que pueden opinar pero no decidir por ti. Que les amas pero no soportarás la presión.
Los primeros meses serán muy difíciles y es probable que las recriminaciones lluevan pero no des marcha atrás porque de lo contrario habrás perdido definitivamente la batalla. Con el tiempo, comprenderán que has crecido y que necesitas tu espacio.
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