La historia de la Psicología y la Psiquiatría tiene unos cuantos capítulos negros que no son conocidos ni tan siquiera para los propios especialistas en la materia. Y es que en los primeros tiempos de esta ciencia, muchos de los “profesionales” andaban por la enfermedad mental a tientas y con la luz apagada. Por eso no es extraño que se desarrollasen muchísimos tratamientos insólitos, unos bastante irrisorios como la prescripción de orgasmos para curar la histeria y otros más macabros como el electroshock para curar la homosexualidad.
Recientemente la revista Neurology ha desvelado un antiguo tratamiento que se utilizó en la Primera Guerra Mundial para tratar a los soldados que sufrían un trauma producto del combate (lo que hoy se denomina estrés postraumático pero que en aquel tiempo se llamó “neurosis de guerra”).
Pues bien, como podrán presuponer la “neurosis de guerra” se convirtió poco a poco en un problema serio ya que una buena parte de las tropas estaban diezmadas a causa de que sus soldados manifestaban síntomas de trauma psicológico que se expresaban en una ansiedad extrema y lo que se conocía en aquel momento como fatiga de batalla (que ahora se denomina reacción de estrés por combate y que se manifiesta en una disminución en la eficiencia combativa ya que el soldado presenta tiempos de reacción muy lentos, indecisión, desconexión de la realidad e imposibilidad de priorizar). Obviamente, estos síntomas podían ser fatales en el campo de batalla.
El problema radicó en que en aquella época no se conocía la existencia del trastorno de estrés postraumático de forma que muchos especialistas conectaron estos síntomas con la histeria e incluso pensaron que los soldados estaban fingiendo porque tenían miedo a regresar al combate.
De esta forma, los psiquiatras pusieron manos a la obra ideando los más diversos tratamientos. Por ejemplo, en este momento el famoso psiquiatra inglés W. H. R. Rivers se convirtió en pionero en el tratamiento de la reacción de estrés por combate y figura central para el nacimiento de la psicotraumatología. Rivers adecuó las técnicas del psicoanálisis y las aplicó al estrés postraumático obteniendo resultados bastante positivos.
Sin embargo, no todos los psiquiatras optaron por estos métodos “tradicionales” y algunos eligieron caminos menos ortodoxos. Tal es el caso de los neurólogos Clovis Vincent y Gustave Roussy quienes fueron los encargados de tratar a las tropas francesas traumatizadas. Su tratamiento tenía un solo objetivo: hacer que los soldados regresaran al frente y para lograrlo le aplicaban corriente a los mismos hasta que estos aceptaran volver a combatir.
Oficialmente este cruento método se denominó “faradización” (en honor al físico inglés Faraday y porque se aplicaba corriente de inducción). No obstante, los soldados que fueron sometidos a este método lo rebautizaron con el nombre “torpillage” porque afirmaban que sentían lo mismo que al ser golpeados por un proyectil (une torpille).
Al inicio la faradización se utilizaba intentando provocar el menor dolor posible ya que esencialmente fue una táctica de terror. Es decir, los soldados sometidos a la misma debían referirla a sus compañeros y así se evitaría la histeria colectiva y nadie pretendería salir del campo de batalla. Aún así, se afirma que en los casos más resistentes se aumentaba la carga eléctrica y los electrodos se ubicaban en zonas mucho más sensibles del cuerpo humano como las plantas de los pies y el escroto. De hecho, los mismos psiquiatras refieren que en algunos casos incluso se debían incorporar medidas disciplinarias complementarias como el aislamiento o una dieta solo a base de leche.
Por supuesto, con el paso del tiempo los oficiales se fueron percatando de la crueldad de este método y, con la ayuda de una mala publicidad en la prensa, la faradización se interrumpió quedando hoy como un capítulo oscuro en la historia de de la terapia contra el trauma.
Fuente:
Tatu, L. et. Al. (2010) The “torpillage” neurologists of World War I Electric therapy to send hysterics back to the front. Neurology; 75(3): 279-283.
maeglin dice
Muchas gracias por la información, que encuentro muy interesante. Siempre me ha interesado mucho el tema de la psicología de la guerra y militar. La I Guerra Mundial es importante en este tema porque supuso un estrés muy continuado para los que participaron en ella en las trincheras. Hasta entonces, es un poco una simplificación porque hubo guerras que preanunciaron este conflicto, los soldados tenían la opción de la deserción más a la mano. Incluso era frecuente que los desertores de un bando acabaran combatiendo a lo largo de una guerra en cualquiera de los dos bandos. La movilización asociada al nacionalismo y lucha por el poder entre naciones mucho más estructuradas organizativamente que las que habían mantenido largos conflictos en tiempos anteriores fue muy importante. Los desertores tras ser severamente castigados, fusilamientos selectivos eran vueltos al combate y parte del ejercito: unidades de reserva, caballería que no podía participar en los combates de trinchera y la policía militar que se creo en este conflicto, controlaban los accesos y las salidas al frente para canalizar a los soldados que se habían desperdigado por alguna ofensiva o por el estrés del combate en las trincheras. El control era mayor que en anteriores conflictos como he dicho pero también se aplicaban las recetas militares que se conocían de una forma bastante tradicional. En parte la estrategia francesa de aquella época fue definida por estudiosos militares como "cubrir los huecos que dejaban la artillería alemana con nuevos soldados" lo que generaba un efecto muy pernicioso en los soldados franceses que se consideraban "carne de cañón" y llegaran a sublevarse por divisiones enteras en 1917.
Jennifer Delgado Suarez dice
Maeglin,
Me han llegado de primera mano las historias de las personas que participaron en la I Guerra Mundial y tienes mucha razón, había mucho miedo a ser "carne de cañón" porque esta fue una batalla particularmente sangrienta pero a la misma vez, muy peculiar.
No se me olvida jamás la anécdota de que durante las Navidades (en algunos frentes de combate) los soldados de ambos bandos hacían un alto en el fuego y celebraban juntos para al otro día continuar con la masacre.
Creo que aún queda mucho por descubrir sobre la mentalidad de quienes participaron en esta guerra.
Gracias por dejarnos tus impresiones.