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¿Felicidad enlatada? No caigas en la trampa de la “felicidad tradicional”

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Felicidad enlatada

Felicidad. Este concepto tan resbaladizo se ha convertido en una de nuestras principales metas en la vida, por no decir la primordial. Todos buscamos la felicidad. Todos aspiramos a ella.

¿Pero qué es? ¿Qué imaginas cuando piensas en la felicidad?

Si tienes una noción tradicional de la felicidad, es probable que a tu mente acuda un escenario cómodo, desprovisto de preocupaciones, ansiedades, tristezas… En otras palabras: paradisíaco.

Esa es una felicidad enlatada, la felicidad que nos han vendido – y hemos comprado – al más puro estilo del “soma”, la droga que imaginó Aldous Huxley en su novela “Un mundo feliz” que era el remedio perfecto para la depresión, la ansiedad, el insomnio y todas aquellas emociones “negativas” que podamos imaginar o sentir.

Hay solo un problema: esa felicidad no es la felicidad.

El falso ideal de felicidad que nos han vendido – y hemos comprado

Cuando soñamos con la felicidad, imaginamos un lugar libre de sufrimiento: un lugar donde la ansiedad, la culpa, la melancolía y la rabia no tienen cabida. Imaginamos un escenario en el que nuestras preocupaciones y batallas mentales se desploman porque no tenemos ninguna razón para sentir pena, tensión o sufrimiento.

Ese concepto de felicidad no solo es quimérico sino además precario. ¿Por qué? Debido al flujo de la vida, al hecho de que estamos sometidos a una transitoriedad constante, las condiciones de nuestra existencia no se mantienen estables, sino que cambian continuamente.

Nuestros estados de ánimo, nuestros activos, nuestros pasivos, nuestras relaciones y todas las demás condiciones de nuestra existencia no se mantienen constantes. Las desgracias imprevistas, los conflictos, la angustia, las preocupaciones, los problemas volverán una y otra vez perturbando la efímera felicidad que habíamos creído encontrar.

Entonces nos desesperamos. Nos frustramos cuando nos damos cuenta de que no podemos obtener o retener lo que supuestamente nos hace felices. Ese es precisamente el estado que más conviene a la sociedad de consumo, la frustración, porque nos impulsa a comprar la próxima “lata de felicidad” con la esperanza de que esa sea la definitiva.

Cuanto más sientas que debes ser feliz, más infeliz serás

La felicidad enlatada tiene trampa. Cuando nos dicen que debemos ser felices, y no solo nos indican el supuesto camino a la felicidad sino además las cosas que nos deberían hacer felices e incluso nos indican cuál es el concepto de felicidad que debemos perseguir, tenemos grandes probabilidades de ser infelices.

Lo comprobaron psicólogos de la Universidad de Queensland, quienes descubrieron que las expectativas culturales que nos obligan a ser felices en realidad tienen un efecto contrario puesto que aumentan la tristeza. Y cuanto más fuerte sea esa expectativa, más emociones negativas generará. Las personas que creen que deben ser felices, tienden a evaluar más negativamente sus emociones.

El problema no es la felicidad en sí, sino el concepto de felicidad que nos han vendido. Cuando nos damos cuenta de que no podemos alcanzarla, nos entristecemos y frustramos. Para comprender mejor este mecanismo psicológico, basta pensar en nuestro “yo” como en un niño pequeño cuyos padres encarnan el papel de la sociedad. Si nuestros padres nos dicen constantemente que tenemos que sacar buenas notas (sin tener en cuenta nuestras capacidades reales), nos sentiremos tensos, ese estrés minará nuestro desempeño y ante el más mínimo fracaso el mundo se nos vendrá abajo.

“Todas las latas te explican en su letra impresa que contienen la felicidad y tú, creyéndotelo, compras una para comprobar, una vez abierta, que no, que la felicidad tiene que ser otra cosa. Tiras esa lata para comprar una nueva con la que te sucede lo mismo, sin darte cuenta de que la felicidad no está dentro de una lata, sino dentro de ti mismo, que, si no la tienes cercana a tu corazón y a tu mente, es que no la tienes ni la tendrás por muchas latas diferentes que compres y abras.

«Llegado un momento y ante la imposibilidad de encontrar la felicidad enlatada de la que te hablan y te venden, buscas algún soporte para poder sobrellevar tanta frustración, tanto desengaño, tanto esfuerzo baldío para nada, y es cuando entras en la farmacia a comprar la felicidad que, según te han dicho, está contenida en las fórmulas químicas de unas pastillas y unas capsulas, pero que, al igual que las latas de felicidad, están vacías de ella; pero a diferencia de las latas a las que puedes tirar, las pastillas y capsulas no las vas a poder tirar porque, una vez dentro de tu organismo, ya no puedes estar sin ellas”, resumió a la perfección el escritor Manuel del Rosal.

Redefiniendo la felicidad: En busca del equilibrio y el pragmatismo

“Si la felicidad siempre depende de algo que esperamos en el futuro, estamos persiguiendo una quimera que siempre nos esquiva, hasta que el futuro, y nosotros mismos, se desvanece en el abismo de la muerte”, dijo Alan Watts.

La auténtica felicidad, o al menos aquella a la que sí podemos aspirar y que realmente nos brinda satisfacción, consiste en aceptar, abrazar e incluso reírnos de nuestro dolor, preocupaciones y frustraciones.

En realidad, las emociones que catalogamos como “negativas” no son algo malo pues nos permiten valorar mucho más los momentos de paz, sosiego, alegría… Después de todo, la mayor satisfacción no consiste en llegar a la meta sino en el camino que recorremos, no radica en la constancia sino en la transformación, en el crecimiento.

Y aunque puede parecer contraintuitivo, el camino hacia la felicidad es a través de la incomodidad. Son los períodos tumultuosos, difíciles y a menudo irritantes de la vida los que nos revelan nuestro verdadero valor y exaltan la necesidad de centrarnos en aquellas cosas que nos hacen felices.

El objetivo es entender que esos sentimientos que siempre hemos catalogado como negativos en realidad forman parte del flujo de la vida y son precursores de nuestro crecimiento porque nos permiten atravesar los diferentes niveles de autoconocimiento.

El sufrimiento no es la antítesis de la felicidad, más bien es una fuerza motriz que nos puede conducir a ella. Necesitamos, imperiosamente, darnos cuenta de que esas emociones “negativas” no cesarán. Podemos resistirnos, frustrarnos y amargarnos. O podemos aprender a lidiar con ellas, canalizar su energía y fortalecernos.

Cuando lo logramos, podemos afrontar la tormenta más poderosa. Entonces nuestro sufrimiento diario se vuelve infinitamente más soportable. Somos capaces de encontrar momentos de felicidad en medio de la tormenta. Podemos soltar un suspiro de alivio. Descubriremos que la felicidad estuvo allí todo el tiempo. Era solo una cuestión de perspectiva. O quizá de sabiduría. De dejar de mirar hacia afuera y comenzar a mirar hacia adentro.

Fuentes:

Bates, J. (2014) The Impossibility of Traditional “Happiness” (And How We Must Re-Define It) En: Creativiy Post.

Bastian, B. et. Al. (2012) Feeling bad about being sad: the role of social expectancies in amplifying negative mood. Emotion; 12 (1): 69-80.

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Jennifer Delgado Suárez

Psicóloga Jennifer Delgado Suárez

Soy psicóloga. Por profesión y vocación. Divulgadora científica a tiempo completo. Agitadora de neuronas y generadora de cambios en mis ratos libres. ¿Quieres saber más sobre mí?

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