Se cuenta que un joven comerciante de Boston se vio atrapado en el fervor de la fiebre del oro de California. Deseoso de hacer fortuna, vendió todas sus posesiones y puso rumbo a los ríos que, según contaban, estaban llenos de pepitas de oro tan grandes que un hombre difícilmente podía cargarlas.
Un día, después de una jornada agotadora e interminable, el joven sumergió su tamiz en el río y salió vacía. Su única recompensa fue un creciente montón de rocas.
Profundamente desalentado tras largas semanas de búsqueda infructuosa, estaba listo para renunciar, pero justo en ese momento se acercó un buscador de oro experimentado y le hizo notar el montón de piedras que había acumulado.
El joven respondió enfadado: “Es solo un montón de piedras, aquí no hay oro. Me han engañado. Me voy a casa”.
El viejo caminó hacia la pila de rocas y sonriendo le dijo: “Aquí hay mucho oro, solo debes saber dónde encontrarlo”. Se agachó, cogió dos rocas y las estrelló. Una de ellas se abrió revelando unas motas de oro en su interior.
El joven miró hacia la abultada bolsa de cuero que el viejo llevaba en su cintura. Y con amargura le dijo: “Estoy buscando pepitas como las de tu bolsa, no pequeñas motas”.
El viejo volvió a sonreír, abrió su bolsa y se la mostró al joven. Cuando miró dentro, no descubrió grandes pepitas sino miles de motas de oro.
“Hijo, me parece que estás tan ocupado buscando grandes pepitas, que no te has dado cuenta de que ya puedes llenar tu bolsa con estas preciosas motas de oro” – y se alejó.
La trampa de supeditar la felicidad a los grandes logros
En la vida, muchas veces nos comportamos como el joven buscador de oro. Nos enfocamos tanto en el gran golpe de suerte, en conseguir un éxito impresionante o en lograr ese cambio vital disruptor que pasamos por alto las pequeñas cosas de la vida, esos detalles que suelen ser una base más sólida para construir la felicidad.
De hecho, muchas veces ponemos la felicidad “en pausa”. Pensamos que seremos felices cuando logremos ese ascenso tan deseado, el trabajo de nuestros sueños, la pareja perfecta o la casa ideal. Eso equivale a hipotecar nuestra felicidad ya que la supeditamos a unos sueños que podrían materializarse – o no.
Generalmente dedicamos tanto tiempo y esfuerzo a planificar y trabajar para lograr esos grandes objetivos, que se nos olvida que la felicidad se encuentra en las pequeñas cosas a lo largo del viaje. Si no logramos disfrutar de ese viaje, es probable que cuando lleguemos a nuestro destino y alcancemos aquello por lo que tanto nos hemos esforzado solo experimentemos un estado de euforia temporal seguido por una sensación de vacío que nos empuja a ponernos en camino nuevamente para conseguir el nuevo objetivo que – creemos que esta vez sí – nos hará felices.
El problema es que esa mentalidad nos sume en un bucle. Así convertimos la felicidad en una especie de espejismo, parece real, pero cuando nos acercamos y creemos que la hemos conseguido, se vuelve fugaz y desaparece. Por esa razón, en vez de perseguir durante gran parte de la vida ese espejismo, es mejor comenzar a concentrarnos en los pequeños detalles de la vida. Eso no significa que no debamos tener metas y sueños, pero debemos asegurarnos de intentar ser felices mientras intentamos alcanzarlos.
De hecho, un estudio realizado en la Universidad Estatal de California concluyó que, aunque “perseguir los objetivos satisface nuestra necesidad de realizarnos como persona”, más que “centrarnos fundamentalmente en los resultados que perseguimos, es más beneficioso desarrollar la atención plena y conciencia del momento presente, enfocándonos en el proceso de consecución de esos objetivos”. O sea, no debemos olvidarnos de disfrutar del presente.
Las 3 claves para encontrar la felicidad en las pequeñas cosas de la vida
Gran parte de nuestra vida está llena de acontecimientos simples que suelen pasar desapercibidos, ya sea por su cotidianeidad o porque el mero hecho de que tenerlos nos hace pensar que estarán ahí para siempre, lo cual nos impide percatarnos de su valía y de cuánto nos aportan. ¿Cómo redescubrir la felicidad en las pequeñas cosas de la vida?
1. Siente y percibe el mundo con los ojos de un niño
Tras décadas de condicionamiento social y años viviendo enfocados en la consecución de nuestros objetivos, es difícil reencontrar la felicidad en los pequeños detalles. Por esa razón, un buen punto de partida consiste en fijarnos en los niños ya que tienen una habilidad especial para encontrar alegría en las cosas más sencillas.
Es importante que nos demos permiso para volver a experimentar la vida como cuándo éramos niños, dejando que el asombro y la curiosidad vuelvan a entrar inundándolo todo a su paso. Por ejemplo, podemos probar algo que nos habría gustado hacer cuando éramos pequeños.
2. Desconéctate para conectarte con lo que importa
Vivimos demasiado rápido. Sumidos en esa celeridad apenas tenemos tiempo para mirar a nuestro alrededor. Sin embargo, para poder apreciar las pequeñas cosas de la vida necesitamos aprender a presionar el botón de pausa. Debemos hacer una pausa y reconocer la existencia de este momento, aquí y ahora.
Mientras estamos trabajando, por ejemplo, podemos hacer una pausa para apreciar el sol, el paisaje que se extiende ante nuestros ojos o el aroma del café o el té caliente. Eso nos ayuda a reponer energía y nos llena de positividad. Asimismo, es importante desconectarnos un poco de la tecnología para conectarnos con el mundo que nos rodea y con nosotros mismos. Entonces ocurre un “milagro”: cuanto más nos desconectamos, más podemos conectarnos con lo que nos hace felices.
3. Lleva un diario de la gratitud
La gratitud es una de las emociones que abre la puerta a la felicidad. Por ese motivo, es importante que no demos nada por descontado y nos tomemos el tiempo necesario para mirar a nuestro alrededor y sentirnos agradecidos. Los efectos de la gratitud pueden cambiar radicalmente nuestra vida ayudándonos a darnos cuenta de todo lo que hemos alcanzado o de todos esos pequeños milagros de los que disfrutamos cada día.
Existen muchas cosas por las cuales sentirnos agradecidos, desde el simple hecho de respirar por nosotros mismos hasta poder caminar, ver, oler o levantarnos cada día. Poder crear momentos memorables con los amigos y la familia, amar y ser amados, disfrutar de un día de sol y deleitarse con una noche de luna; todas son cosas cotidianas que, sin embargo, nos permiten liberarnos del mal humor y el pesimismos ayudándonos a alimentar el espíritu y afrontar la vida con una actitud más optimista.
Cuando nos acostumbramos a apreciar las pequeñas cosas de la vida, trabajamos inconscientemente para desarrollar el hábito de encontrar la felicidad en los detalles. Y ese es un cambio que vale la pena.
Fuente:
Teranishi, C. et. Al. (2020) Pursuit of Goals in the Search for Happiness: A Mixed-Method Multidimensional Study of Well-Being. Psi Chi Journal of Psychological Research; 25: 245-259.
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