
¿Puedes pensar en 10 formas creativas de usar unas tijeras?
Si eres como la mayoría de las personas, es probable que apenas se te ocurran un par de maneras de usar unas tijeras, más allá de cortar.
Cuando usamos los objetos con un fin específico, nuestro cerebro los asocia a esa actividad y se bloquea si debe encontrar otras funciones inusuales y más originales. Lo mismo ocurre en nuestro día a día, ya sea cuando nos dejamos llevar por los hábitos y rutinas o cuando vemos a una persona bajo una única perspectiva. Sin darnos cuenta, la fijación funcional limita nuestra vida, una vida que cambia continuamente, por lo que demanda una gran dosis de flexibilidad para adaptarnos, esquivar los golpes y aprovechar las oportunidades.
¿Qué nos enseña el problema de la vela?
La fijación funcional es un sesgo cognitivo que afecta nuestra capacidad para ser creativos y flexibles. En el marco de la resolución de problemas, se refiere a la incapacidad para pensar fuera de los límites establecidos y encontrar soluciones originales. Sin embargo, en un contexto más amplio se utiliza para referirse a personas demasiado apegadas a los hábitos y costumbres que carecen de la flexibilidad necesaria para adaptarse a los cambios.
El concepto de fijación funcional fue acuñado alrededor de 1935 por el terapeuta de la Gestalt Karl Duncker. Durante sus estudios sobre la cognición y la resolución de problemas, notó que aunque la fijación funcional es una habilidad perceptiva y cognitiva necesaria, en algunos casos obstaculiza la solución de problemas y aniquila la creatividad.
Más tarde, en 1945, desarrolló el famoso “problema de la vela”. En el experimento, pidió a los participantes que descubrieran cómo fijar una vela a un tablero de corcho y encenderla sin que la cera cayera sobre la mesa que se encontraba debajo. Para hacerlo disponían de una caja de fósforos y unas chinchetas. Obviamente, debían solucionar el problema lo más rápido posible.
Muchas personas probaron soluciones creativas sin éxito, como intentar clavar la vela en la pared con una tachuela. Otros derritieron el extremo de la vela y trataron de pegarla a la pared. Solo unos pocos descubrieron la solución: vaciar la caja de las chinchetas, sujetarla al tablero de corcho con una tachuela y colocar la vela en pie dentro de la caja antes de encenderla.

De este experimento, Duncker dedujo que las personas tienen dificultades para resolver un problema cuando un objeto tiene una función fija, que se debe cambiar para encontrar una solución. En este caso, las personas que tuvieron éxito se dieron cuenta de que la caja no era solo un contenedor para las tachuelas, sino que también podía fungir como un candelabro para recoger la cera que caía de la vela encendida.
Curiosamente, cuando Duncker repitió el experimento colocando las tachuelas fuera de la caja, un mayor número de personas descubrieron la solución. Cambiar un simple detalle redujo la fijación funcional ayudando a las personas a ver las cosas desde una perspectiva más amplia y creativa.
Los terribles efectos de la fijación funcional en nuestra vida
La fijación funcional afecta negativamente nuestra capacidad para resolver problemas de manera creativa, innovar y adaptarnos a los cambios. Este sesgo hace que veamos la situación o el problema desde un solo punto de vista, cercenando nuestra flexibilidad, por lo que se convierte en una barrera para encontrar nuevas soluciones y desarrollar perspectivas diferentes.
A la larga, esa fijación restringe nuestra capacidad para reconocer enfoques alternativos, limita nuestras opciones y puede condenarnos a tropezar una y otra vez con la misma piedra, generando una elevada dosis de frustración. De hecho, la fijación funcional puede manifestarse en cualquier área de nuestra vida, desde la profesional hasta en nuestras relaciones de pareja.
En realidad, la fijación funcional es nefasta para nuestras relaciones. Cuando nos acostumbramos a ver a una persona de una manera determinada, la encerramos dentro de un rol y le atribuimos determinadas características, por lo que suele ser más difícil abordar los conflictos y discrepancias. Cuando la perspectiva con la cual miramos a una persona es demasiado estrecha, incluso podemos llegar a caricaturizarla, lo cual limita nuestra capacidad para sentir empatía y comprenderla, sobre todo cuando no se comporta de manera coherente con las ideas preconcebidas que tenemos sobre él/ella.
Sin embargo, la fijación funcional no afecta únicamente a las personas. Este sesgo también puede apreciarse a nivel social, en cuyo caso tiene efectos sistémicos. Cuando la rigidez mental se convierte en la norma, impide la innovación, condenando a las sociedades a la inmovilidad y la pasividad. También se convierte en un obstáculo para resolver sus problemas más apremiantes ya que empuja a los diferentes grupos que la componen a mantener el statu quo y hacer las cosas como siempre se han hecho. Eso a menudo nos conduce a una espiral social descendente.
¿Por qué se produce la fijación funcional?
Todos podemos caer en la trampa de la fijación funcional, pero este sesgo cognitivo suele fortalecerse a medida que envejecemos. Un estudio realizado en la Universidad de Essex, por ejemplo, descubrió que los niños de 5 años no mostraban signos iniciales de fijación funcional a la hora de resolver problemas. Sin embargo, a la edad de 7 años los niños ya solían ver los objetos como si estuvieran destinados a ser utilizados de una manera y no de otra, lo cual abría las puertas a la fijación funcional.
Las personas más jóvenes gozan de cierta inmunidad inicial ante este sesgo debido a su falta de experiencia, lo que les permite ser más creativos en su búsqueda de soluciones. De hecho, se ha demostrado que la fijación funcional se va consolidando a medida que adquirimos más experiencia en la resolución de problemas.
Irónicamente, cuanta más práctica tengamos en identificar soluciones para un problema, más difícil nos resultará encontrar soluciones alternativas o más creativas. Aunque seamos conscientes de que nuestro método tradicional para resolver un problema quizá no sea tan eficaz, seguimos estando tentados a utilizar el mismo enfoque simplemente porque estamos familiarizados con esas estrategias y nos da pereza explorar otros caminos.
¿Cómo superar la fijación funcional?
Al igual que ocurre con muchos sesgos cognitivos, la fijación funcional puede aparecer en cualquier momento y afectar diferentes áreas de nuestra vida. Para superarla, necesitamos realizar un esfuerzo consciente.
El primer paso para superar la fijación funcional consiste en desarrollar la conciencia del problema y simplificarlo lo más posible. Al eliminar los detalles intrascendentes podemos pensar de manera más creativa sobre la solución.
Por ejemplo, si queremos trasplantar una planta, la fijación funcional nos conducirá inmediatamente a buscar una maceta pero si no la encontramos, nos bloquearemos. En cambio, si abstraemos el problema, de manera que no pensamos que necesitamos una maceta sino un objeto que pueda contener una planta, se abre un nuevo mundo de posibilidades.
De hecho, es importante plantear adecuadamente el problema y no juzgar o descartar las ideas que acuden a nuestra mente demasiado pronto, por muy descabelladas que parezcan, ya que quizá contengan la semilla de la solución. La clave consiste en ampliar la perspectiva sobre los diferentes factores involucrados en la situación que debemos resolver o afrontar. En el problema de la vela, por ejemplo, basta dejar de pensar en la caja de chinchetas como un recipiente para tachuelas y comenzar a verlo simplemente como un contenedor. Cuando logramos sobrepasar el nivel concreto y funcional, nuestro horizonte se expande.
Para superar la fijación funcional también deberíamos buscar inspiración en lugares inesperados. Cuando nos movemos hacia dominios aparentemente inconexos con el problema original, tenemos mayores probabilidades de encontrar soluciones creativas mezclando ideas o simplemente permitiendo que la mente se relaje y piense con mayor libertad. Mirar en otras direcciones siempre abrirá nuestra perspectiva, lo cual nos permitirá ser más originales y creativos en todas las áreas de la vida.
Fuentes:
German, T. P. & Defeyter, M. A. (2000) Immunity to Functional Fixedness in Young Children. Psychonomic Bulletin & Review; 7: 707-712.
Glucksberg, S. (1962) The influence of strength of drive on functional fixedness and perceptual recognition. Journal of Experimental Psychology; 63(1): 36-41.
Duncker, K. (1945) On problem-solving (L. S. Lees, Trans.) Psychological Monographs; 58(5): i–113.
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