
El miedo a la escuela es uno de esos problemas que muchos niños enfrentan más tarde o más temprano. No obstante, no todos llegan a desarrollar una verdadera fobia escolar. Se cree que la incidencia de este trastorno oscila entre el 0,4 y el 1,7 por cada 100 niños en edad escolar. Sin embargo, el miedo a la escuela y las repercusiones que esto trae consigo lo convierten en uno de los problemas más comunes en las consultas de Psicología.
A grosso modo, la fobia escolar se puede definir como un patrón desadaptativo de respuestas de ansiedad a situaciones escolares.
En la fobia escolar, como en cualquier otra psicopatología similar, debemos tener en cuenta los tres sistemas de respuesta:
– Sistema motor: El niño evita ir a la escuela a todo costo o se escapa de la misma. Entonces suelen aparecer las quejas de dolores y las enfermedades fingidas. El pequeño muestra una conducta negativista: no se viste, no quiere desayunar, no encuentra o mancha la ropa… Obviamente, si los padres deciden llevarle a la escuela usando la fuerza, el niño llorará, gritará e incluso temblará.
Debido a la presión que normalmente ejercen los padres y los profesores, el niño finalmente permanece en la escuela pero su comportamiento es muy disruptivo y se manifiesta a través de las consabidas rabietas. En otros casos, el pequeño opta por la pasividad, entonces se encierra en sí mismo y ni habla ni juega.
– Sistema fisiológico: Suelen aparecer respuestas como la sudoración, la tensión muscular elevada, la taquicardia, las sensaciones de mareo o incluso el desmayo. También es común el malestar estomacal, los vómitos, la diarrea y la urgencia urinaria. Además, el niño también puede sufrir dolores de cabeza y trastornos de la alimentación o del sueño.
– Sistema cognitivo: El pequeño comienza a tener pensamientos o imágenes negativas sobre diferentes situaciones escolares. Normalmente, anticipa todo tipo de consecuencias desfavorables (que se rían de él, que el profesor le reprenda, que evalúen negativamente sus capacidades porque no va a saber responder a las preguntas adecuadamente, que el examen será muy difícil…).
Como se puede presuponer, estas preocupaciones provocan una serie de reacciones somáticas como pueden ser los vómitos o las ganas frecuentes de orinar (que en este caso se puede comprender como la somatización de un deseo de huir).
La fobia escolar suele desarrollarse como consecuencia de experiencias negativas vividas en el contexto escolar o por eventos aversivos de los cuales el niño ha sido testigo. Obviamente, los sucesos estresantes como el cambio de escuela, una mudanza, una enfermedad prolongada o problemas entre los padres pueden ser la gota que colme el vaso y desate el problema.
En este punto es importante distinguir entre la «fobia escolar» y el “trastorno de ansiedad por separación”. En el primer caso las dificultades para ir a la escuela están producidas por el miedo intenso a algún aspecto de la situación escolar mientras que en el segundo el miedo se origina en la posibilidad de separarse de los padres.
De la misma forma, debemos deslindar la «fobia escolar» de los “novillos”. En este último caso, el rechazo escolar se suele deber a dificultades en el rendimiento escolar, problemas con la disciplina que impone la escuela o el simple hecho de que se ha perdido la motivación por la misma.
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