
Ningún padre espera con especial ilusión la próxima rabieta de su hijo. A ningún padre tampoco le gusta que su pequeño se enfade, moleste o irrite. Es normal. Sin embargo, en vez de decirle: “no debes enojarte”, es mejor aprovechar esa situación y convertirla en una oportunidad de aprendizaje para enseñar a tu hijo a gestionar mejor sus emociones, una habilidad que necesitará más tarde en la vida para ser feliz, tener éxito y entablar relaciones saludables.
La ira en los niños
¿Alguna vez te has preguntado para qué sirve la ira? El enfado tiene muy mala prensa porque solemos percibirlo como una emoción aterradora, destructiva e indeseada. Sin embargo, la ira tiene funciones adaptativas, al igual que el resto de las emociones.
Agudiza nuestra atención, nos ayuda a estar más atentos al medio y actuar con rapidez, además de dinamizar nuestra conducta e incluso empujarnos a ser más perseverantes en el logro de los objetivos, como reveló un estudio llevado a cabo en la Universidad de Texas.
El enojo también puede actuar como una brújula moral ya que se activa cuando experimentamos en carne propia o somos testigos de una situación que va en contra de nuestros valores, animándonos a defender y luchar por lo que creemos justo.
Por tanto, decirle a tu hijo que no debe enfadarse implica invalidar una parte de su universo emocional y negar lo que siente. De esta forma, el niño solo aprende a reprimir sus emociones porque se da cuenta de que no son aceptadas socialmente. En vez de aprender a gestionarlas y expresarlas asertivamente, las esconde o incluso se avergüenza de ellas, por lo que a la larga terminará perdiendo el contacto con su mundo afectivo.
3 claves para enseñar a los niños a manejar el enojo
Al tratarse de una emoción básica, la ira como respuesta a objetivos bloqueados surge muy temprano en el desarrollo. Algunos psicólogos la han detectado en bebés de apenas 4 meses de edad y explican que suele aumentar durante los primeros años de vida, sobre todo a medida que los pequeños van ganando movilidad y los padres se ven obligados a ejercer más control y establecer límites que frustran a los niños.
No obstante, cuando se gestiona adecuadamente, la ira y la irritabilidad infantil menguan. Por desgracia, en los casos en los que no se canaliza correctamente desde una edad temprana, suele dar pie a conflictos emocionales internalizados o problemas de conducta más adelante en la infancia, según un estudio realizado en la Universidad Estatal de Pensilvania.
En sentido general, todos los padres deben ser conscientes de que enseñar a sus hijos a regular eficazmente las emociones, sobre todo las más intensas como la ira y la tristeza, los ayuda a desarrollar una mayor granularidad emocional y autocontrol, lo que será esencial para su bienestar y relaciones más adelante en la vida. ¿Cómo lograrlo?
1. Traza límites claros
Los niños necesitan sentir que sus padres los escuchan y comprenden. Deben saber que las emociones intensas y “negativas” que experimentan son perfectamente normales y que sus padres están a su lado para ayudarlos a gestionarlas.
Obviamente, aceptar una emoción como la ira no significa normalizar la agresividad o los comportamientos dañinos que podría desencadenar, como gritar o golpear a alguien. Para evitar esas conductas, lo mejor es trazar límites claros. Los niños deben saber que pueden enojarse, pero eso no es motivo para gritar, tirar cosas o golpear porque existen maneras más asertivas de expresar ese enfado.
2. Enséñale a expresar sus emociones con palabras
Cuanto más pueda un niño hablar de sus emociones, menos necesitará expresarlas físicamente. Por tanto, ayúdalo a reconocer lo que siente y etiquetar lo que experimenta. Anímalo a hablar sobre lo que le ha enfadado o irritado.
Así no solo podrá entender mejor sus causas, sino también buscar soluciones. Pregúntale qué cree que le ayudaría a sentirse mejor. También puedes usar recursos como los libros para controlar la ira en los niños, particularmente eficaces para ayudarlos a comprender y canalizar mejor lo que sienten al identificarse con personajes que están viviendo situaciones similares a las suyas.
3. Bríndale salidas físicas
La ira es una emoción que impulsa a la acción, por lo que a veces las palabras no bastan, sobre todo cuando se trata de niños más pequeños que aún no tienen la madurez cerebral suficiente para implementar el autocontrol. En esos casos, es conveniente que le brindes a tu hijo maneras asertivas de liberar esa rabia.
Puede ser a través del dibujo, pero también jugando con una pelota o mediante el deporte. La clave consiste en permitir que libere físicamente esa energía contenida de manera segura, sin hacerse daño ni dañar a los demás o a su entorno. También existen técnicas de relajación para niños muy divertidas y eficaces que puedes enseñarles para que practiquen en esos momentos en los que sienten que están a punto de perder la calma.
No respondas a la ira con más enojo
En cualquier caso, la mejor manera de enseñar a un niño a gestionar la ira consiste en convertirse en su modelo. Si tu hijo nota que explotas a la primera, que no eres capaz de lidiar asertivamente con tu frustración y que el más mínimo contratiempo te saca de quicio, aprenderá que esas respuestas son normales.
Gritar a los niños puede tener efectos negativos duraderos en su autoestima y desarrollo emocional. Y recuerda que aunque no verbalices tu enfado, los pequeños pueden sentirlo. Por tanto, da un paso atrás, respira profundo y cálmate.
Al final, todo se reduce a los mensajes que enviamos y la manera en que nosotros mismos gestionamos la ira. Haz un alto antes de estallar para que puedas recuperar el autocontrol. Y si un día te enfadas – algo perfectamente normal porque no somos monjes zen – pide disculpas por tu exabrupto e intenta que no vuelva a ocurrir.
Referencias Bibliográficas:
Lench, H. C. et. Al. (2023) Anger Has Benefits for Attaining Goals Heather. J Pers Soc Psychol; 10.1037: 1-16.
Liu, C. et. Al. (2018) Developmental Patterns of Anger from Infancy to Middle Childhood Predict Problem Behaviors at Age 8. Dev Psychol; 54(11): 2090–2100.
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