
Vivimos en una sociedad que ensalza valores como la perseverancia y el tesón. Rendirse, se dice, es de débiles. Pero, ¿y si hubiésemos malinterpretado lo que significa renunciar? Hace siglos, Epicteto ofreció una visión distinta sobre la importancia de saber cuándo desistir. Para este filósofo estoico, renunciar no era un signo de debilidad, sino más bien una puerta hacia la verdadera libertad.
El arte de soltar
El filósofo Favorino afirmaba que Epicteto tenía la costumbre de decir: “anekhou y apekhou”, que podría traducirse como “soportar y renunciar”. A primera vista, parece un contrasentido, pero Epicteto creía que existían dos vicios especialmente graves. Uno era la intolerantia o falta de resistencia, que se expresa cuando no somos capaces de soportar los males. El otro era la incontinia, que es la ausencia de autocontrol para abstenernos o renunciar a aquellas cosas que podrían dañarnos.
Epicteto creía que necesitamos encontrar un saludable punto medio, de manera que no solo tenemos que esforzarnos y perseverar sino también ser capaces de dejar ir o abstenernos de todo aquello que pueda hacernos mal y nos aleje de ese estado de paz interior del que procede la felicidad que tanto ansiamos.
El estoicismo nos enseña que en el mundo existen muchas cosas fuera de nuestro control y que intentar dominar lo incontrolable solo trae frustración. En ese marco, la renuncia no es percibida como una derrota, sino como un acto maduro de aceptación radical.
El costo de no saber cuándo rendirse
En el “Equiridion”, Epicteto aconseja: “si quieres progresar en el estudio de la sabiduría deja razonamientos como estos: ‘si descuido mis negocios, pronto estaré arruinado y no tendré de qué vivir’ o ‘si no llamo la atención a mi empleado se volverá perezoso’.
“Vale más, morir de hambre después de haber desterrado las preocupaciones y los miedos que vivir en la abundancia con inquietud y temor. Más vale que tu empleado sea perezoso a que tu seas miserable.
“Comienza entonces por las pequeñas cosas. ¿La lámpara se te ha caído? ¿Se te ha perdido algo? Dite: este es el precio con el que se compra la tranquilidad, este es el precio con que se compra la libertad; nada es gratuito’”.
La psicología moderna respalda a Epicteto: cuando intentamos aferrarnos a lo que no podemos controlar, las emociones se tornan turbulentas. Nos sentimos ansiosos, enfadados o incluso impotentes.
Comprender que debemos renunciar a ciertas cosas es, sin duda, una de las enseñanzas de Epicteto más valiosas, sobre todo en tiempos en los que el éxito se mide en términos de “MÁS”. Este filósofo, en cambio, nos anima a dejar ir todo aquello que nos aleje de la ataraxia, el estado de equilibrio interior.
Nos anima a no aferrarnos a las cosas, pero tampoco a nuestras ideas preconcebidas y ni siquiera a nuestros proyectos porque el precio de mantenernos apegados a ellos cuando han perdido su razón a menudo es demasiado alto. Soltar, en cambio, nos ofrece la posibilidad de liberar lastre y pivotar hacia proyectos que tengan más sentido.
La renuncia como acto de liberación
Persistir y luchar es importante. ¡Por supuesto! Pero también hay que saber cuándo tirar la toalla. Debemos ser conscientes de que en la vida hay un momento para perseverar y otro para rendirse, un momento para mantener la vista fija en el objetivo y otro para replantearnos el camino.
Si la vida da vueltas, debemos seguirle el ritmo. Quizá no tenga mucho sentido aferrarnos a las ideas o proyectos que elaboramos hace años. La verdadera madurez e inteligencia consiste en irnos adaptando a esos cambios, dejando ir lo que nos obstaculiza o genera un estrés innecesario.
De cierta forma, renunciar implica reconocer que no todo depende de nosotros. Aceptar eso, como defendía Epicteto, no es una muestra de debilidad, sino de sabiduría. Nos empuja a enfocarnos en lo que sí podemos cambiar: nuestra reacción, nuestra actitud, nuestras metas, nuestra forma de pensar…
Desde esta óptica, renunciar no implica únicamente dejar ir algo externo, sino comenzar a moldear nuestro carácter. Empezamos a forjar un tipo de fortaleza basada en la aceptación de la naturaleza transitoria de la vida. De cierta forma, esa renuncia se convierte en un ejercicio de humildad intelectual con el universo, un recordatorio constante de que todo lo que tenemos – desde nuestras posesiones hasta nuestros logros o nuestras relaciones – pueden desaparecer. No es pesimismo, sino una forma de liberarnos de las ataduras que generan un sufrimiento inútil.
Por desgracia, vivimos en una cultura que nos empuja a acumular bienes, experiencias, relaciones, éxitos… por lo que nos cuesta soltar ya que pensamos que con cada pérdida, también nos restamos valor. Sin embargo, Epicteto veía la renuncia como una herramienta de liberación y empoderamiento.
Cada vez que decimos “no” a algo que ya no nos sirve, también decimos “sí” a algo que nos puede aportar más paz mental, libertad emocional… En un mundo que idolatra la constancia y el éxito, rendirse puede parecer una locura, pero renunciar a lo que ha perdido sentido no es perder, sino ganar en profundidad y perspectiva para vivir mejor.
Deja una respuesta