El «hoarding» es un trastorno obsesivo compulsivo que constriñe a sus víctimas a acumular, sin freno alguno, una cantidad enorme de objetos, aún cuando su conservación impide o reduce sensiblemente la posibilidad de andar dentro de la casa. Este trastorno se une con la disposofobia: el miedo a tirar a la basura los objetos que son atesorados.
Aunque el trastorno no es reciente, solo en el 1996 Frost y Hartl propusieron su primera definición sistemática:
1. La adquisición de un gran número de posesiones que son poco útiles o de valor muy limitado y la incapacidad para deshacerse de las mismas.
2. La reducción de los espacios donde se vive porque son ocupados paulatinamente por las posesiones acumuladas de forma tal que afecta las funcionalidades para las cuales fue diseñada la habitación.
3. Distres significativo causado por el comportamiento.
Debe especificarse que el hoarding solo se diagnostica cuando además de la acumulación de objetos estos llegan a convertirse en un impedimento para moverse dentro del espacio. Como puede observarse en las fotografías, la persona llega a acumular tantos objetos que le es prácticamente imposible cocinar, bañarse o incluso dormir libremente lo cual implica riesgos para su salud o peligro para la vida. Las habitaciones se convierten en un verdadero basurero en el cual se hace extremadamente difícil poder caminar o incluso poder hallar los artículos de primera necesidad. No obstante, algunas de estas personas siguen un patrón para la organización de sus pertenencias aunque a primera vista los objetos puedan parecernos totalmente desorganizados.
Otra caracteristica que hace distintivo al hoarding es la ausencia de criterios de selección; es decir, los coleccionistas, aunque también muestran determinadas conductas compulsivas, se centran en un determinado tipo de objetos mientras que las personas con hoarding coleccionan todo tipo de objetos y no presentan un interés especial por ninguno.
La necesidad de acumular estas posesiones está relacionada con el deseo de impedir que otras personas las toquen o las muevan de lugar.
El hoarding ha sido reportado en casos de esquizofrenia, desórdenes de alimentación, daños cerebrales, demencias y trastornos bipolares. Usualmente las personas que padecen este trastorno no buscan ayuda especializada por lo cual los datos acerca de la incidencia poblacional son meramente indicativos. Así, se habla de 26 casos diagnosticados cada 100 mil habitantes.
Estas personas muestran una gran resistencia al tratamiento psicológico y las respuestas positivas al mismo resultan muy pobres. Tanto es así que pueden pasar semanas de terapia antes de que la persona sea capaz de tirar a la basura una sola de sus posesiones. Esto sucede porque la relación emocional para con sus posesiones es extremadamente fuerte y separarse de una de ellas genera gran ansiedad, además, las personas tienen muy poca conciencia de su trastorno y de la necesidad de atención médica al punto que no consideran irracionales sus impulsos de obtener y atesorar objetos. De la misma manera, incluso los tratamientos usuales con psicofármacos muestran una mejoría muy discreta.
Así, el trastorno sigue un curso crónico que generalmente tiene su inicio alrededor de los 20 años aunque se han reportado casos de pacientes con 10 años de edad pero los episodios crónicos ocurren alrededor de los 35 años. Las personas con este trastorno tienen en su árbol genealógico al menos un pariente de primer grado con trastornos compulsivos, lo cual indica que puede tener una condición genética.
Aunque se han desarrollado varias investigaciones sobre la efectividad de las terapias convencionales y de los psicofármacos e incluso acerca de la etiología del propio trastorno aún existen muchos aspectos por dilucidar pero lo más importante es que la persona sea diagnosticada a tiempo para aumentar las probabilidades de éxito de la terapia.
Fuentes:
Frost, R., & Hartl, T. (1996). A cognitive-behavioral model of compulsive hoarding. Behaviour Research and Therapy, 34, 341-350.
Steketee, G. & Frost, R. (2003) Compulsive Hoarding: Current Status of the Research. Clinical Psychology Review, 609: 1-22.
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