Si eres una persona altamente sensible, es probable que cuando entres a un espacio nada escape a tu radar. Sientes los olores más sutiles, notas los detalles casi imperceptibles de la habitación y, por supuesto, percibes los matices emocionales. Eres capaz de captar la energía que flota en el ambiente.
Como resultado, puedes llegar a notar en tu cuerpo la tensión que generan los ambientes cargados de estrés, frustración o ira contenida. Esa sensibilidad especial, sin embargo, tiene un lado más oscuro porque no solo puede terminar agobiándote, sino que también te convierte en una persona más vulnerable a las dinámicas tóxicas que se pueden establecer en tus círculos de confianza más íntimos y cotidianos, como el hogar o el trabajo.
Las personas hipersensibles suelen convertirse en «esponjas emocionales»
Las personas muy sensibles emocionalmente pueden percibir con gran nitidez las continuas oleadas de tensión, preocupación, frustración, tristeza o ira que desprenden los demás. Esa sensibilidad especial hace que sean más vulnerables a los estados emocionales de quienes les rodean convirtiéndose en una especie de “esponja emocional” que absorbe la negatividad que flota a su alrededor.
Si eres una persona híper empática, no es extraño que termines siendo el reservorio de las tensiones pasivo-agresivas de los otros. Sin darte cuenta, te convertirás en una especie de “cuidador emocional” de los demás. O, en el peor de los casos, en su chivo expiatorio o saco de boxeo.
Dado que la hipersensibilidad emocional se manifiesta desde los primeros años de vida, es probable que desde pequeño te hayas convertido en el cuidador emocional de tus padres y que de adulto hayas asumido el rol de cuidador emocional de tu pareja. Esa sensibilidad extrema es lo que te lleva a asumir el papel de cuidador de todas aquellas personas que no han crecido emocionalmente y no saben gestionar sus estados afectivos.
Por supuesto, es natural que las experiencias emocionales de los demás influyan en nosotros. Si notamos que alguien está triste, tendremos la tendencia a brindarle consuelo y apoyo. Si alguien está enfadado, intentaremos calmarle. Regulamos nuestras emociones y comportamientos en función de lo que sienten los demás para poder responder de manera asertiva.
Cada vez que intentamos ayudar a otra persona a regular sus emociones, ya sea animándole o tranquilizándole, ponemos en práctica lo que se conoce como “regulación emocional extrínseca”. O sea, tomamos el “mando” de sus emociones e intentamos darles una orientación más positiva. No es algo negativo.
De hecho, si eres muy sensible, es probable que te sientas obligado a mejorar las cosas, aunque a veces no seas plenamente consciente de ello. si percibes que la energía emocional de una persona es baja, harás una broma para animarla. Cuando detectas estrés, apartas tu ansiedad y te conviertes en el ancla de seguridad a la que pueden aferrarse los demás. Si predices un estallido de ira, guardarás silencio e intentarás aquietar la tormenta.
Sin embargo, en algunos casos, ese impulso por “cuidar” de los demás puede llegar a ser tan intenso que te quitas poder o asumes un papel incompetente para satisfacer la necesidad del otro de sentirse fuerte o creer que te protege, cuando en realidad ocurre lo contrario. Sin darte cuenta, terminas convirtiéndote en el “regulador emocional” de los demás, a costa de tus propias emociones, apartando tus propias necesidades y relegándolas a un segundo o tercer plano. Y eso no es positivo. Sobre todo si se convierte en un patrón que perdura a lo largo del tiempo.
Identificación proyectiva: El vertido de las sombras
Muchas personas, cuando tienen una carga emocional que no son capaces de aceptar y gestionar, simplemente la proyectan hacia afuera. Es lo que Melanie Klein llamó “identificación proyectiva”.
La identificación proyectiva es un mecanismo de defensa que actúa a nivel inconsciente en el que una persona descarga sus sentimientos y/o las cualidades que rechaza en sí misma sobre los otros. De esta manera, la persona termina proyectando su impotencia, rabia, frustración o incluso envidia sobre los demás simplemente porque repudia esos sentimientos y no los acepta como propios.
Las personas hipersensibles emocionalmente corren el riesgo de convertirse en “esponjas emocionales” que absorben toda la ira, la vergüenza, la tristeza o la ansiedad que los demás no son capaces de gestionar. Son más propensas a captar esos sentimientos proyectados y, sin darse cuenta, terminan “digiriéndolos” por los demás.
El problema es que en los casos de identificación proyectiva la persona que proyecta esas emociones o cualidades rechazadas pretende que quien los asuma, sienta y se comporte según esa fantasía proyectiva. Eso significa que ese mecanismo tiene tanto un lado “atributivo” como otro “adquisitivo”, de manera que quien actúa como una esponja emocional puede terminar asumiendo como propios sentimientos y cualidades ajenos.
En las familias, por ejemplo, la identificación proyectiva puede adquirir un carácter crónico y ser particularmente problemática ya que erosiona el sentido de identidad de la persona que asume como propias esas proyecciones. A través de la manipulación directa o sutil, puedes terminar creyendo que eres débil o insensible, cuando en realidad es justo lo contrario. En práctica, asumes el rol que te han dado los demás. Y eso terminará erosionando tu identidad.
¿Cómo lidiar con la identificación proyectiva si eres sensible emocionalmente?
Darte cuenta de que tu sensibilidad te ha convertido en el reservorio de las proyecciones de las sombras de los demás puede ser doloroso, pero recuerda que es más dañino arrastrar esa relación tóxica durante años.
Ser conscientes de lo que sucede es el primer paso para liberarte y dejar de comportarte como una esponja emocional. Esa dinámica de liberación puede ser complicada ya que tu parte protectora y sensible puede sentirse culpable y es probable que quiera seguir negando lo que ocurre.
Sin embargo, no se trata de buscar culpables sino de recuperar tu libertad. Necesitas comprender que, aunque seas una persona sensible emocionalmente, no tienes la obligación de gestionar siempre y en todo momento las emociones de los demás.
De hecho, asumir las emociones que los otros no quieren gestionar no les ayuda, sino que les impide crecer. Les impide reconocer sus sombras y asumir sus responsabilidades. En su lugar, necesitas aprender a establecer límites, decir no y, sobre todo, negarte a integrar esas proyecciones tóxicas porque en realidad no forman parte de ti.
Fuentes:
Nozaki, Y. & Mikolajczak, M. (2019) Extrinsic Emotion Regulation. Emotion; 20(1): 10-15.
Klein, M. (1996) Notes on some schizoid mechanisms. J Psychother Pract Res; 5(2): 160–179.
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