¿Alguna vez has discrepado en algo, pero has callado para no “desentonar” porque parecía que todos estaban de acuerdo?
Es una situación relativamente habitual por la que todos hemos pasado en alguna ocasión: creemos saber lo que piensan los demás y nos adaptamos a esa norma implícita. Creemos que nuestra opinión o sentimientos se alejan demasiado de lo que piensan o sienten los demás, de manera que preferimos mantenernos en silencio y mostrar un acuerdo tácito.
En el peor de los casos, incluso podríamos cambiar nuestro comportamiento y actitudes para adecuarnos a lo que creemos que es la “norma”. Sin embargo, de esa forma podríamos terminar perpetuando reglas y estereotipos con los que nadie está de acuerdo, alimentando lo que se conoce como ignorancia pluralista.
¿Qué es la ignorancia pluralista?
El término ignorancia pluralista fue descrito por primera vez por el psicólogo Floyd H. Allport y sus alumnos, Daniel Katz y Richard L. Schank. Lo definieron como “un estado que se produce cuando la mayoría de los miembros de un grupo piensan que la mayoría de los otros miembros no comparten sus evaluaciones del grupo, costumbres u objetivos”.
En otras palabras, la ignorancia pluralista es una situación en la que muchas personas creen erróneamente que los demás no están de acuerdo con ellos, cuando en realidad la mayoría de las personas comparten la misma opinión. Implica creer que nuestras ideas, opiniones o sentimientos están muy alejados de lo que piensan, experimentan o sienten los demás.
Este fenómeno psicosocial se produce cuando prácticamente todos los miembros de un grupo o sociedad rechazan en privado una creencia, opinión o práctica, pero creen que casi todos los demás la aceptan. Como resultado, nos comportamos de cierta manera, solo porque creemos que los demás se comportan así o expresamos una opinión porque suponemos que es lo que los demás desean oír.
Aceptar una norma repudiada por creer en una falsa opinión
Allport y sus colegas realizaron una serie de estudios para investigar el alcance y el impacto de la ignorancia pluralista. En uno de esos experimentos, pidieron a estudiantes universitarios que estimaran el porcentaje de compañeros de clase que bebían alcohol con regularidad. Curiosamente, los estudiantes sobrestimaron significativamente el número de bebedores en el campus. Eso los llevó a beber en exceso, con el objetivo de encajar en el grupo y adaptarse a la “norma”.
Otro estudio clásico de la Psicología realizado en 1932 comprobó que los miembros de la comunidad creían que los demás apoyaban de manera uniforme la oposición de la iglesia local a los juegos de cartas y al tabaco puesto que las personas manifestaban comúnmente ese apoyo en público. Sin embargo, en privado esas mismas personas admitieron que no apoyaban las prohibiciones morales de la iglesia, pero no se atrevieron a expresar estos puntos de vista en público pensando que los demás los rechazarían.
Lo irónico es que su visión “herética” aparentemente disonante, en realidad era la opinión normativa de su comunidad, aunque mantenida en secreto. Cuando todos se muestran reacios a expresar sus pensamientos y emociones más genuinas para no sentirse avergonzados o rechazados por los demás, las personas terminan sintiéndose más solas e incomprendidas.
El mecanismo psicológico que sustenta la ignorancia pluralista
La ignorancia pluralista comienza con una discrepancia entre las acciones públicas y los sentimientos privados. Los miembros del grupo en realidad no ignoran los sentimientos privados de los demás; más bien, creen que los conocen, pero se equivocan. O sea, malinterpretamos lo que los demás piensan o sienten.
Nuestra tendencia a la identificación grupal es una de las principales causas de la ignorancia pluralista. Demasiado a menudo nos dejamos llevar por el deseo de ser miembros modélicos de la sociedad y/o encajar en el grupo. La ignorancia pluralista parte de una conformidad generalizada con las normas sociales, las cuales determinan cuál es el comportamiento apropiado en ciertos contextos, ya sea una sala de reuniones o un hospital, así como con los amigos, los desconocidos o los compañeros de trabajo.
Estas normas dictan, por ejemplo, que debemos apoyar públiamente a los amigos y colegas, no debemos poner en tela de juicio las elecciones personales de los demás y tenemos que permanecer tranquilos y controlados en todo momento. Sin embargo, muchas veces esas normas sociales son demasiado rígidas o se han quedado arcaicas y no reflejan nuestras opiniones y sentimientos. Si nos limitamos a seguirlas, estaremos transmitiendo una imagen distorsionada que alimenta la ignorancia pluralista.
La percepción de la felicidad es un buen ejemplo para comprender cómo funciona este mecanismo. De heho, psicólogos de la Universidad de Stanford comprobaron que el fenómeno de la ignorancia pluralista también se extiende al plano emocional. Constataron que las personas sobreestiman continuamente el nivel de felicidad y bienestar de los demás e infieren que esa es la norma.
En parte, ello se debe a que muchas personas reprimen sus estados de ánimo negativos en público e intentan esconder sus fracasos mostrando siempre su mejor cara. Si no somos capaces de diferenciar entre lo que vemos en público y lo privado, es fácil asumir que esas actitudes reflejan la realidad, cuando no es así.
Como escribiera Anton Chekhov: “ni oímos ni vemos a los que sufren. Las cosas terribles de la vida se desarrollan entre bastidores”. Por supuesto, esa percepción es ilusoria, pero sus consecuencias son muy reales ya que alimentan el círculo vicioso de ignorancia pluralista.
Quienes sufren ignorancia pluralista suelen verse a sí mismos como miembros desviados del grupo: quizá menos informados, más tensos, menos comprometidos, más infelices, menos competentes… Eso los lleva a sentirse mal consigo mismos y exigirse aún más por alcanzar ideales irrealistas, lo cual a menudo solo genera una profunda sensación de frustración.
Como escribiera Charles de Montesquieu hace siglos: “si tan solo quisiéramos ser felices, sería fácil; pero queremos ser más felices que los demás, lo cual suele ser difícil, ya que creemos que son más felices de lo que son”. O sea, caemos víctimas de nuestras falsas percepciones persiguiendo objetivos inalcanzables.
La ignorancia pluralista puede hacer que las personas adopten atitudes y comportamientos con los que no se identifican o con los que no se sienten cómodos solo para alinearse con lo que supuestamente sienten o piensan los demás. El resultado es una disminución generalizada del bienestar de todos, la perpetuación de normas que han perdido el apoyo generalizado y, por supuesto, la implantación de una doble moral en las relaciones la que se destierra la autenticidad.
La buena noticia es que para sortear los efectos de la ignorancia pluralista a menudo solo basta atrevernos a decir lo que pensamos y expresar lo que sentimos. No siempre encontraremos resonancia en el entorno más cercano, pero lo más probable es que la honestidad terminen generando una ola expansiva de autenticidad que dé al traste con la ignorancia motivada.
Fuentes:
Jordan, A. H. et. Al. (2011) Misery Has More Company Than People Think: Underestimating the Prevalence of Others’ Negative Emotions. Pers Soc Psychol Bull; 37(1): 120–135.
Prentice, D. A. & Miller, D. T. (1996) Pluralistic Ignorance and the Perpetuation of Social Norms by Unwitting Actors. Advances in Experimental Social Psychology; 28: 161-209.
O’Gorman, H. J. (1986) The discovery of pluralistic ignorance: An ironic lesson. Journal of the History of the Behavioral Sciences; 22: 333-347.
Schanck, R. L. (1932). A study of a community and its groups and institutions conceived of as behaviors of individuals. Psychological Monographs; 43(2): i–133.
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