Muchas veces una imagen vale más que mil palabras. Las imágenes tienen la capacidad de resonar en nuestro cerebro emocional, despertando una conciencia más clara que un discurso bien hilvanado. Tal es el caso de las atrevidas ilustraciones del artista suizo Stephan Schmitz, quien nos hace reflexionar con sus trazos minimalistas y sus colores delicados sobre nuestra ralidad y la sociedad en la que vivimos.
Cada una de sus ilustraciones se convierte en un guiño visual, una crítica ácida al sistema de valores que hemos creado y asumido sin cuestionarlo demasiado. Son imágenes muy sencillas cuyo poder emana de su cotidianidad ya que este artista refleja muchas situaciones en las que todos, alguna que otra vez, nos hemos visto inmersos.
Dicotomías cotidianas, emociones contrapuestas, valores antagónicos y cercanías distantes…
1. Esas conversaciones intrascendentes y banales propias de las relaciones líquidas de las que nos gustaría escapar gustosos. Conversaciones en las que no conectamos pues cada quien está demasiado centrado en sí mismo como para empatizar con el otro.
2. La exaltación sin matices del optimismo tóxico que a menudo se produce cuando quienes no tienen idea de la magnitud de nuestros problemas nos instan -o casi obligan- a poner buena cara al mal tiempo.
3. Asumir determinados roles sociales y responsabilidades que los demás no nos reconocen ni agradecen.
4. La terrible necesidad de desconectar y dejar volar la mente, aún a riesgo de ser diferentes de los demás, sintiéndote incluso culpable por ello.
5. La estela de fracasos y errores que a menudo se encuentra detrás del éxito y a la que casi nadie presta atención.
6. Detrás de una puerta que se abre, no siempre se esconde una oportunidad. A veces hay que luchar con los muros que pone la vida.
7. Algunas personas, incluso aquellas más cercanas en quienes confiamos, podrían no estar a nuestro lado cuando más las necesitemos.
8. Aparentar estar bien, cuando en realidad en tu interior te estás haciendo añicos. Una dualidad que suelen conocer perfectamente quienes padecen la «Depresión Sonriente«.
9. Quedarse en la orilla porque es lo que “corresponde”, cuando en realidad una parte de nosotros ya partió hace mucho tiempo.
10. Vivir en la realidad maquillada de las redes sociales, mientras la vida real transcurre en su lenta monotonía cotidiana.
11. Vivir corriendo, siempre ocupados, apresurados por ninguna parte, sin darnos cuenta de que el tiempo de nuestra vida transcurre y nos perdemos lo mejor.
12. Postergar la vida a un mañana, que quizá no llegue, solo porque se supone que debemos pasar los mejores años de la vida esforzándonos.
13. Convertirse en actores pasivos de nuestra vida, dejando que sean los demás quienes asuman los roles protagónicos.
14. Los diferentes “yos” que habitan en nuestro interior, personalidades que muchas veces no se integran de manera saludable y terminan representando un enorme costo psicológico.
15. El exceso de «conocimientos» puede volvernos «ciegos», hacer que nos convirtamos en personas dogmáticas y rígidas que niegan el cambio y se cierran a nuevas perspectivas.
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