“No seas tan inseguro”.
“Tienes que confiar más en ti”.
Es probable que hayas escuchado esas frases en momentos de indecisión o que las hayas usado para animar a otras personas a deshacerse de la inseguridad.
Hijos de una sociedad que promueve un pensamiento dicotómico en el que las cosas son buenas o malas, sin términos medios, la inseguridad se percibe y aborda como una debilidad a eliminar lo antes posible.
¿El problema? La inseguridad forma parte de la vida y no se puede erradicar como si fuera una mala hierba.
¿La buena noticia? Podemos usar la inseguridad a nuestro favor.
La denostada función de la inseguridad en nuestra vida
“La seguridad es más que nada una superstición. La vida es una aventura atrevida o no es nada”, dijo Helen Keller, la escritora, oradora y activista que perdió completamente la vista y la audición cuando era apenas una bebé, así que sabía perfectamente de lo que hablaba.
Por supuesto, existen diferentes tipos de inseguridades, muchas de las cuales nos atrapan e inmovilizan. Esas inseguridades no suelen ser útiles, al menos a largo plazo, sino que se convierten en el caldo de cultivo de la angustia, la ansiedad y la confusión.
Sin embargo, la inseguridad, al igual que el resto de emociones y sentimientos, cumple una función importante en nuestra vida. Su principal tarea es advertirnos de que debemos ser cautos antes de decidir. Por tanto, es una especie de “freno de emergencia” o señal de alarma que nos advierte que debemos reflexionar antes de dar el próximo paso.
La inseguridad productiva nos ayuda a adaptarnos a situaciones nuevas para las que no sabemos si tenemos las capacidades necesarias, por lo que nos anima a actuar con más prudencia. Por consiguiente, es muy útil para frenar la impulsividad, que muchas veces conduce a errores y arrepentimientos.
La inseguridad, fuente de precaución y previsión
La palabra seguridad proviene del latín sine cura y significaba originalmente “sin preocupaciones”. La inseguridad, en cambio, nos plantea dudas y preguntas. Eso no es necesariamente negativo. De hecho, hace espacio para que salga a la luz nuestra naturaleza más reflexiva.
Un estudio realizado en la Universidad de Tel Aviv reveló que la sensación de inseguridad está vinculada tanto a la protección como a la acumulación de recursos económicos. Es decir, las personas que se sentían inseguras con su capacidad para capear una crisis económica, tendían a ahorrar más para cubrir posibles contingencias futuras.
De hecho, en la vida lo más habitual es oscilar continuamente entre polos de seguridad-inseguridad porque nadie puede sentirse 100% seguro todo el tiempo. No podemos sentirnos seguros porque el mundo es cambiante e incierto, y no hemos desarrollado el poder de la adivinación que nos indique con certeza absoluta el camino a seguir.
Por tanto, es importante que normalicemos la inseguridad. Es perfectamente normal no sentirnos seguros siempre. Es normal que aparezcan miedos e inseguridades. Y también es perfectamente normal que eso nos provoque malestar. Porque lo cierto es que a nadie le gusta sentirse inseguro.
El verdadero problema surge cuando la inseguridad es tan grande que nos paraliza y hace que nuestra vida se bloquee por completo, impidiéndonos avanzar. El problema surge cuando la inseguridad nos desborda y genera angustia, desazón e indefensión.
En cambio, cuando aprendemos a usar la inseguridad de manera productiva, gran parte de esa incomodidad desaparece.
¿Cómo usar la inseguridad productiva a tu favor?
La inseguridad no es buena ni mala. Todo depende de cómo la utilicemos. De hecho, incluso podría hacerse referencia a una inseguridad productiva o funcional, la cual se alcanza cuando llegamos a un nivel de seguridad “justo”, cuyo epítome podría ser la duda productiva.
Si experimentamos una inseguridad excesiva, nos paralizaremos y no podremos gestionar adecuadamente el desafío. Nos preocuparemos innecesariamente, nos sentiremos ansiosos y nos obsesionaremos con cosas que escapan de nuestro control.
Por el contrario, si nos sentimos totalmente seguros de nosotros mismos, seremos propensos a comportarnos de manera arrogante y engreída. Sobreestimaremos nuestras habilidades y nos embarcaremos en proyectos que están más allá de nuestras habilidades, por lo que es probable que fracasemos. En otros casos, nos mantenemos dentro de la zona de confort, un espacio donde nos sentimos cómodos, pero no crecemos.
Si alcanzamos el “punto ideal” de inseguridad, encontraremos la motivación necesaria para esforzarnos y demostrarnos a nosotros mismos que hoy podemos hacerlo mejor que ayer. Por esa razón, es importante entender nuestra inseguridad y aprender a usarla a nuestro favor.
- Reconoce la emoción. Es fundamental comprender la inseguridad, llamándola por su nombre cuando aparece. Identifica las situaciones que suelen desencadenarla y los pensamientos asociados que la alimentan. Pregúntate cuándo, cómo y por qué surge o si sigue algún patrón.
- Acepta la inseguridad sin juzgarla. No intentes suprimir, ignorar la inseguridad o deshacerte de ella inmediatamente. En su lugar, permítete sentirla como una señal natural de que estás enfrentando una situación relevante o desconocida. Eso te ayudará a reducir su impacto emocional y te permitirá avanzar con mayor claridad.
- Desglosa tus inseguridades en componentes más manejables. Pregúntate qué es exactamente lo que te preocupa. La clave consiste en dividir esa inseguridad en partes más pequeñas para que puedas abordarlas de manera independiente, lo cual hará que la situación te parezca menos abrumadora y paralizante. Por ejemplo, si te sientes inseguro en tu relación de pareja, pregúntate qué te hacen sentir así. ¿Es la falta de comunicación? ¿O quizá las dudas sobre el compromiso del otro? ¿O el miedo a que no te acepte como eres?
- Transforma la inseguridad en un plan de acción. Usa esa información para prepararte. Si lo que te hace sentir inseguro es la falta de comunicación en la pareja, abórdalo. Si temes no estar a la altura de un trabajo, busca herramientas, información o apoyo que te ayuden a sentirte más seguro. La inseguridad productiva es aquella que te empuja a desafiarte y asumir una actitud proactiva ante los desafíos.
La inseguridad no es necesariamente negativa, siempre y cuando nos ayude a tomar una decisión, crecer y seguir adelante. Por tanto, no debemos verla como nuestra enemiga. Solo tenemos que aprender a gestionarla para usarla a nuestro favor.
Por último, recuerda que en la vida no todo encaja. A veces tenemos que aprender a aceptar lo que ocurre con su dosis de irracionalidad, caos, extrañeza e incertidumbre. La verdadera madurez psicológica consiste en fluir a través de todo eso sin venirse abajo.
Referencia Bibliográfica:
Steinhart, Y., & Jiang, Y. (2019) Securing the future: Threat to self-image spurs financial saving intentions. Journal of Personality and Social Psychology; 117(4): 741–757.
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