Todos queremos cambiar algo en nuestras vidas: queremos hacer más actividad física, cambiar de trabajo, atrevernos a dar un gran paso, dejar el cigarrillo, romper con una relación de pareja… En fin, el cambio prácticamente es la única constante que hay en nuestra vida. Sin embargo, aún así, somos resistentes y casi nunca sabemos por dónde comenzar.
Pues bien, he aquí un secreto: el primer gran paso del cambio es la aceptación.
¿Por qué la aceptación? Porque normalmente detrás de cada cambio, al menos de los más grandes e importantes, se esconde un problema o algo que queremos dejar atrás. Sin embargo, hasta que no aceptemos ese problema no podremos movernos.
Si intentamos hacer un gran cambio sin aceptar el problema que lo generó, a la larga solo conseguiremos sentirnos frustrados y tendremos la necesidad constante de mirar atrás, como si hubiésemos dejado algo olvidado.
Pongamos una metáfora marinera para comprender mejor el valor de la aceptación: imaginemos que somos el capitán de una nave y que queremos zarpar para conocer nuevos mares, que estamos hastiados de ese puerto y queremos cambiar. Entonces, desplegamos las velas y nos disponemos a surcar el mar pero, por mucho que nos esforzamos, el barco no se mueve. Algo pasa y nos sentimos frustrados. Lo que sucede es que aún tenemos echada el ancla, que son todos nuestros problemas, prejuicios, creencias que no nos permiten adelantar.
Por eso, el primer paso para cambiar es aceptar el pasado, aceptar el problema. Porque la idea no es escapar del problema sino enfrentarlo de una manera madura.
Vale aclarar que aceptar no significa resignarse a la situación, significa comprenderla en toda su plenitud (con sus pros y sus contras) y continuar adelante. Por supuesto, para aceptar una situación primero debemos analizarla, imbuirnos en ella desde una perspectiva crítica, ponernos en el lugar de un espectador externo para poder valorar todas sus aristas. Es algo difícil de hacer, sobre todo si estamos demasiado involucrados emocionalmente. En ese caso, podemos pedirle ayuda a un amigo o familiar cercano que conozca con profundidad nuestra situación. Su visión será muy valiosa.
No obstante, comprender una situación no implica aceptarla. Entender las causas del problema y sus implicaciones, implica que estás en un plano racional. Después deberás pasar al próximo escalón, la aceptación emocional. Esto implica que deberás comprender las emociones y aceptarlas, incluso si son negativas. Sabrás que has vencido este paso cuando puedas pensar en el problema y sus repercusiones no te provoque una reacción emocional tan fuerte. A la misma vez, la aceptación emocional te abrirá nuevas perspectivas para valorar el problema desde una posición más lógica.
En este punto estarás listo para continuar adelante en tu camino. Ahora podrás pedir ayuda, tomar la decisión importante y dejar atrás el problema.
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