Todos tenemos teorías más o menos intuitivas sobre cómo funciona nuestra mente. Desafortunadamente, algunos experimentos psicológicos demuestran que muchas de estas teorías son bastante desacertadas. La distancia entre cómo creemos que funciona nuestra mente y cómo esta trabaja realmente, a veces es enorme.
Probablemente una de las áreas donde mejor se pueden apreciar las diferencias entre lo que sucede en realidad y lo que creemos que sucede es en la realización de juicios sobre las otras personas. Son muchas las investigaciones en la Psicología Social que demuestran que los factores que consideramos importantes, realmente no marcan una gran diferencia en nuestras decisiones.
Uno de los experimentos más curiosos de la Psicología data del 1977 y fue desarrollado por Nisbett y Bellows. Estos psicólogos le pidieron a 128 personas que juzgaran si alguien llamado Jill tenía las características de personalidad requeridas para entrar a trabajar en un centro de crisis. Sin embargo, lo curioso es que Jill era un personaje creado por los investigadores.
La mayoría de la información presentada sobre Jill era la misma a excepción de algunos cambios:
– Tiene una apariencia atractiva (o no se brindaban datos sobre su apariencia física)
– Sus credenciales académicas son buenas (o no se brindaban)
– Algunos años antes Jill tuvo un accidente de coche (o no)
– Accidentalmente, derramó café en el escritorio donde se realizaba la entrevista (o no se mencionaba el hecho)
Estos cambios implicaban que las personas vieran un perfil diverso de Jill. Después de leerlos se les pedía a los participantes que juzgaran a Jill tomando en cuenta:
– Simpatía hacia los otros
– Flexibilidad para resolver los problemas
– Inteligencia
– Si les agradó
Después a cada persona se le pidió que evaluara en una escala del 1 al 7 cuáles eran los factores cruciales que habían determinado su valoración de Jill. Como puede presuponerse, los resultados fueron bastante desastrosos. Las personas no reconocían que sus mentes se habían dejado influenciar por algunos factores.
Por ejemplo, las personas a quienes se les presentó un curriculum de Jill donde se afirmaba que era atractiva, tendían a calificar a Jill como más simpática. De la misma forma, el hecho de derramar el café sobre el escritorio hacía que las personas juzgaran a Jill como menos flexible para resolver problemas.
Lo curioso es que estos detalles que sus mentes tomaban en cuenta para realizar una valoración, pasaban totalmente desapercibidos para las personas. Pero algo aún más interesante fue que todas las personas presentaban la misma forma de pensar; es decir, eran muy objetivos en analizar cómo el nivel de inteligencia influía en sus decisiones pero eran muy imprecisos en evaluar el resto de los factores.
En fin, que no solo realizamos inferencias inadecuadas basándonos en algunos detalles que realmente no son significativos sino que en la mayoría de las ocasiones ni siquiera nos percatamos de ello. Y es que este mecanismo de valoración de los otros está tan automatizado que es muy difícil hacerlo consciente en todos sus detalles.
Fuente:
Nisbett, R. E. & Bellows, N. (1977) Verbal reports about causal influences on social judgments: Private access versus public theories. Journal of Personality and Social Psychology; 35(9): 613-624.
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