Cuando estudiaba en la universidad compartía aula con unos estudiantes chinos, debo confesar que me tomó mi tiempo lograr diferenciarlos pero para mi sorpresa, cuando nos hicimos amigos, ellos me confesaron el mismo problema: nos resulta complicado diferenciar los rostros de personas que provienen de razas diferentes a la nuestra. ¿Por qué?
La respuesta es controvertida: algunos investigadores sostienen que existe una predisposición innata para procesar los rostros de las personas que provienen de la misma raza, otros aseveran que es un aprendizaje eminentemente social.
Para esclarecer la razón de esta peculiaridad Bar-Haim y sus colegas han estudiado la velocidad de procesamiento facial de los bebes de tres meses y medio.
Los pequeños provenían de tres grupos raciales: israelitas de origen caucásico, etíopes de origen africano e israelitas de origen africano (una mezcla de razas). A los pequeños, en brazos de sus madres, les mostraron ocho parejas de rostros compuestas por imágenes de africanos y caucásicos. Así, se evaluaron los puntos de fijación de los pequeños mientras miraban los rostros y el tiempo de duración de la mirada, hipotetizando que una mirada más prolongada significase una preferencia del bebé por un rostro en particular.
Los resultados demostraron que los pequeños caucásicos miran durante más tiempo los rostros caucásicos mientras que los bebés etíopes prefieren los rostros africanos. Sin embargo, los bebés israelitas-africanos no mostraron una preferencia por uno u otro grupo racial.
Esta sencilla pero curiosa investigación indica que a los tres meses de edad cuando los niños conviven con rostros similares ya han desarrollado una preferencia perceptual, han conformado un ambiente facial prototípico que posteriormente les dificultará reconocer rostros diversos a los acostumbrados.
Un experimento interesante sin duda alguna.
Fuente:
Bar-Haim, Y.; Ziv, T.; Lamy, D. & Hodes, R. (2006) Nature and Nurture in Own-Race Face Processing. Psychological Science, 17(2): 159-163.
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