Solemos pensar en la historia como sinónimo de progreso, pero si el progreso se mide en términos de salud mental y felicidad, entonces hemos estado yendo hacia atrás, al menos desde 1950.
De hecho, los índices de depresión y ansiedad en los niños, adolescentes y jóvenes de Estados Unidos han aumentado de manera constante durante los últimos 50 años. En la actualidad, hay entre 5 u 8 veces más estudiantes de bachillerato que cumplen con los criterios para el diagnóstico de una depresión mayor o un trastorno de ansiedad. Y vale aclarar que este aumento de casos no se debe a que los criterios diagnósticos hayan cambiado. Tampoco es un fenómeno exclusivo de Estados Unidos sino que se aprecia en muchos otros países.
¿Por qué?
Un vistazo a los estudios demuestra que el aumento de estas patologías no parece tener nada que ver con los peligros o el grado de incertidumbre que acarrean las diferentes épocas históricas. Estos problemas no están relacionados con los ciclos económicos, las guerras, o cualquier otro tipo de evento que pueda tener un impacto en el estado mental de los niños. De hecho, ¿sabías que los índices de ansiedad y depresión en los niños y adolescentes eran mucho más bajos durante la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría y la década de los años ’60 que en la actualidad?
Por tanto, este problema parece estar más relacionado con la forma en que los niños y jóvenes ven el mundo, más que con las cosas que suceden en su día a día.
La sensación de control sobre el destino
Si algo sabemos sobre la ansiedad y la depresión es que ambas están relacionadas con la sensación de control, o más bien la falta de control sobre la vida. Las personas que sienten que tienen su destino en sus manos tienen menos probabilidades de sufrir ansiedad o depresión que aquellas que creen que son víctimas de las circunstancias.
Por supuesto, se podría pensar que en las últimas décadas ha aumentado el sentido de control personal ya que se ha producido un avance real en el tratamiento de enfermedades, ha aumentado el bienestar social y hay más información al alcance de todos. Sin embargo, los datos indican que la sensación de control que tienen los niños, adolescentes y jóvenes ha disminuido drásticamente.
Un metaanálisis realizado en la Universidad Estatal de San Diego evaluó el locus de control de los niños de 9 a 14 años desde 1960 hasta 2002. Estos investigadores descubrieron que, al igual que sucede con la depresión y la ansiedad, se produjo una variación significativa, hasta el punto que en la actualidad un 80% de los niños tiene un locus de control externo, una cifra exageradamente alta.
Por tanto, no sería descabellado pensar que un aumento de la externalidad, a expensas de la internalidad, puede ser una de las causas del aumento de la ansiedad y la depresión. Cuando las personas creen que no tienen control sobre su destino se vuelven ansiosas, piensan: “En cualquier momento me pasará algo terrible y no puedo hacer anda al respecto”. La sensación de impotencia también puede llegar a ser tan grande que da paso a la depresión, pensando: “No sirve de nada intentarlo, estoy condenado al fracaso”.
A medida que nos acercamos a las metas extrínsecas, nos alejamos de los objetivos intrínsecos
Estos investigadores creen que el aumento de la ansiedad y la depresión está relacionado con un cambio de las metas «intrínsecas» por motivos «extrínsecos». Los objetivos intrínsecos son los que provienen de la persona, los que decide ella misma y forman parte de su filosofía de vida. Sin embargo, las metas extrínsecas están relacionadas con las recompensas materiales y el juicio de los demás.
Los niños, adolescentes y jóvenes de hoy están más orientados hacia metas extrínsecas. De hecho, una encuesta anual realizada en estudiantes de primer año de la universidad muestra que la mayoría quieren “estar bien económicamente”, más que “desarrollar una filosofía de vida significativa”, al contrario de lo que sucedía en los años 1960 y 1970.
Por supuesto, ese viraje hacia las metas extrínsecas está relacionado con tener un locus de control externo. Después de todo, tenemos menos control sobre los objetivos extrínsecos que sobre las metas intrínsecas. Si nos esforzamos, podemos mejorar nuestras competencias, pero eso no significa que seremos personas ricas. Si exploramos diferentes filosofías, podemos encontrar un sentido de la vida que nos guíe, pero eso no implica que los demás nos encontrarán más atractivos o que obtendremos más reconocimiento social.
Obviamente, a medida que nuestra satisfacción proviene del progreso de las metas intrínsecas, somos capaces de mantener cierto grado de control sobre nuestro bienestar emocional. Pero si esa satisfacción proviene de los juicios y las recompensas de los demás, estaremos a expensas de ellos, disminuirá el control sobre nuestro estado emocional y, antes o después, nuestro equilibrio psicológico se resentirá.
¿Cuáles son las causas de estos cambios?
Este viraje generacional está determinado, ante todo, por la cultura del materialismo que se ha impuesto en los últimos años, transmitida fundamentalmente a través de la televisión y otros medios de comunicación. Los niños están expuestos desde edades muy tempranas a los anuncios y otros mensajes que implican que la felicidad depende de su buena apariencia, su popularidad y los bienes materiales que tengan.
Esa cultura no los anima a bucear en su interior sino que exacerba nuestra tendencia natural a buscar la aprobación de los demás, un mecanismo particularmente fuerte durante la infancia ya que como los niños dependen de los adultos, aprenden rápidamente que necesitan cierto grado de aceptación para sobrevivir.
Por supuesto, la formación de un locus externo y los motivos extrínsecos no solo dependen de los mensajes que envían los medios de comunicación, también inciden los valores que transmiten la familia y la escuela ya que, en última instancia, estos actúan como filtros de las enseñanzas sociales.
La muerte del juego libre abre el camino a los trastornos mentales
Por último, pero no menos importante, el psicólogo Peter Gray, especialista del Boston College en educación y aprendizaje infantil, señala que también incide el cambio que se ha evidenciado en la forma de jugar de los niños. Diferentes estudios han desvelado que la libertad de los niños para jugar y explorar por su cuenta, de manera independiente, ha mermado considerablemente en las últimas décadas. Sin embargo, el juego libre y la exploración han sido, históricamente, los medios a través de los cuales los niños aprenden a resolver sus propios problemas, controlar sus vidas, desarrollar sus intereses y poner a prueba sus habilidades y competencias.
De hecho, el juego, por definición, es una actividad controlada y dirigida por los jugadores. El juego se dirige fundamentalmente hacia dentro, no hacia fuera. Al privar a los niños de oportunidades para jugar por su cuenta, lejos de la supervisión directa de un adulto o el control de los juegos electrónicos, les estamos privando de la oportunidad de aprender a tomar el control de sus propias vidas. Podemos pensar que los estamos protegiendo, pero en realidad estamos restringiendo sus potencialidades, reducimos su alegría y, al evitar que puedan descubrir y explorar nuevas cosas, disminuimos su sentido de autocontrol.
Cuando los padres les indican a los niños qué deben hacer en el juego, dónde deben poner la pieza de lego o de qué colores deben ser sus dibujos, no solo están limitando su creatividad sino también su percepción del control, sobre todo durante los primeros años de vida, donde el juego debe ser lo más espontáneo posible. De hecho, es a través del juego que los niños resuelven muchos de sus problemas en la vida cotidiana, ya que traslada las situaciones al juego y las recrea en su imaginación, logrando aceptarlas y encontrar una solución.
Por eso, el juego cada vez más dirigido, incluyendo los juegos electrónicos que siguen pautas perfectamente establecidas e invariables, terminan limitando la sensación de control que tienen los niños por lo que, al final, no es extraño que desarrollen motivos extrínsecos y que se expongan a un mayor riesgo de sufrir depresión y ansiedad.
Fuentes:
Twenge, J. et Al. (2010) Birth cohort increases in psychopathology among young Americans, 1938-2007: A cross-temporal meta-analysis of the MMPI. Clinical Psychology Review; 30: 145-154.
Twenge, J. et Al. (2004) Its beyond my control: A cross-temporal meta-analysis of increasing externality in locus of control, 1960-2002. Personality and Social Psychology Review; 8: 308-319.
yolanda cardenes quintana dice
Totalmente de acuerdo con estas investigaciones, la importancia de jugar en el niño, la importancia de jugar en familia , de jugar con amigos, de jugar al aire libre…os dejo este precioso video en relación con lo que habláis no sé si lo conocéis pero ilustra mu bien lo que decis
https://youtu.be/3cR21feb4f4
Jennifer Delgado dice
Muy chulo el vídeo. Gracias por compartir 🙂
Paula Lago dice
Muy bueno el artículo, actualmente los niños son tratados como miniadultos… de ahí que los estemos adult…erando! Sin embargo disiento en esto de que actualmente el juego electrónico no les da libertad. Es cierto que es preferible mil y un veces que jueguen como lo hacíamos nosotros, al aire libre, con movimiento y demás; pero está más que demostrado- aun con el gamification- que el juego electrónico también los hace controlar y resolver problemas. Tampoco hay que demonizar siempre la tecnología. Hay que pensar también que lamentablemente en muchas de las grandes urbes el tema de la inseguridad hace muy difícil el juego al aire libre como cuando nosotros podíamos salir a la calle a jugar con la barra de la esquina.
Cuando hay padres presentes, y sobre todo con tiempo para dedicarle a los niños (otro de los grandes males de la sociedad de consumo que nos hace tener que trabajar 18hs por día) siempre hay formas de acompañamiento lúdico más saludable.
mzorotovic dice
Pero dice "los juegos electrónicos que siguen pautas perfectamente establecidas e invariables". Si, se ha mostrado que los juegos pueden servir, pasada cierta edad y siempre que el tiempo de juego sea moderado, pero son juegos donde si debe haber creatividad, no todos los juegos califican. Están excluídos por ejemplo los juegos online donde los niños juegan con otros que ni conocen.
Jennifer Delgado dice
Hola Paula,
Por supuesto, nada más lejos de mi intención. La tecnología puede ser positiva y se ha demostrado su influencia para el desarrollo de múltiples habilidades en los niños. El problema radica, ante todo, en escoger juegos que realmente sean beneficiosos. También se debe tener en cuenta la cantidad de horas que se dedican a los videojuegos. Y, por último, la edad del niño ya que durante los primeros años de vida son más recomendables los juegos libres.