Cuando alcanzamos algo, si es importante y significativo para nosotros, normalmente también desarrollamos el miedo a perderlo. Evidentemente no podemos perder lo que no hemos alcanzado así que detrás de cada logro no solo nos espera la felicidad del esfuerzo recompensado sino también una dosis de temor por la posible pérdida. En el ámbito laboral sucede otro tanto, una vez que hemos alcanzado cierto estatus o posición, tememos ser desplazados o sustituidos.
Considero que estos temores, en pequeñas dosis, son hasta cierto punto normales pero lo cierto es que con la crisis laboral que estamos atravesando en la actualidad estos miedos adquieren proporciones agigantadas. Tanto es así que se dice que la Maldición de Cronos, como se le ha llamado a este síndrome, alcanza a casi el 50% de las organizaciones, con el consecuente efecto negativo para la eficiencia.
Pero para comprender el síndrome primero debemos dar una ojeada a la leyenda que se esconde detrás. Cronos, en la mitología griega era el hijo menor de Urano y Gea, y como le sucede a la mayoría de los pequeños vástagos, pasó una buena parte de su vida a la sombra de las hazañas de sus hermanos mayores. Pero no satisfecho con su status, siempre deseó el protagonismo y hacía de todo para lograrlo, tanto es así que atacó físicamente a su padre y encerró a sus hermanos los famosos Cíclopes de forma que no pudiesen hacerle competencia.
No obstante, su padre le dejó en herencia una maldición: uno de sus hijos lo destronaría, tal como él había hecho con su padre. Cronos vivió toda su vida sujeto al temor de ser destituido, hasta el punto que se comía sus propios hijos apenas nacían para evitar que se cumpliese la profecía. Muchos estudiosos de la mitología afirman que los dioses no son sino la expresión de los deseos, pasiones y miedos humanos; así que probablemente el Síndrome de Cronos tendría una historia mucho más antigua de la que pensamos.
Como ya podrán presuponer el Síndrome de Cronos se refiere al miedo patológico a ser desplazados. Su base se encuentra en la necesidad de mantenerse seguro en el micro entorno y no ser alcanzado por alguien que pueda atentar contra esta seguridad y rompa el equilibrio alcanzado.
Actualmente este síndrome se considera una enfermedad gerencial crónica que no hace distinciones entre tamaños de las empresas o nacionalidad. Por supuesto, como generalmente afecta a las personas que han alcanzado un status directivo sus efectos inmediatos para la empresa son una elevada resistencia al cambio y un bloqueo para el desarrollo de nuevos talentos. En palabras sencillas: el supervisor o jefe entorpece de forma más o menos consciente las acciones, iniciativas de sus subordinados por el miedo a ser desplazado evitando así el crecimiento de sus empleados.
Hay quienes incluso se han aventurado a hacer referencia a ciertas características epidemiológicas:
1. Suele afectar a las personas que poseen un cargo de relativa importancia dentro de las empresas.
2. Suele observarse en personas con poca preparación académica y que tienen cierto grado de antigüedad dentro de la empresa.
3. Las personas aquejadas por este síndrome generalmente poseen un elevado nivel de inseguridad así como una carencia importante de las adecuadas competencias laborales.
Sus características distintivas serían:
– Miedo a delegar o delegan solo las cuestiones menos importantes.
– Pasión desenfrenada por obtener el control, incluso sobre aquellos aspectos que no son de su incumbencia, llegando incluso a inmiscuirse en la vida personal de sus subordinados.
– Búsqueda continua de la sumisión de sus empleados a través de las más diversas estrategias.
– Temor a enseñar lo que conoce en materia laboral.
Un subordinado que observa la consulta de su Jefe-Cronos, generalmente tiende a reaccionar de dos formas: 1. Expresando su descontento aunque eso podría implicar incluso la pérdida del trabajo o, 2. Limitándose a comunicar o relacionarse lo estrictamente necesario.
Para la empresa las consecuencias son nefastas, conduciendo en muchas ocasiones al inmovilismo y a crear un pésimo ambiente de trabajo donde la eficiencia disminuye y las nuevas ideas no son bienvenidas a no ser que provengan del Jefe-Cronos. El consecuente estancamiento de los subordinados genera fuertes sentimientos de frustración e impotencia y la pérdida progresiva del interés por el contenido del trabajo.
Por supuesto, vale aclarar que aunque ninguno de nosotros está exento de sufrir este miedo a perder el status conseguido, pero si desarrollamos una visión del mundo donde sabemos que todo está en constante movimiento y aceptamos un liderazgo compartido donde las ideas de los otros son tan importantes como las propias, de seguro estaremos a resguardo de llegar a desarrollar estos comportamiento patológicos.
Fuentes:
Guzmán, D. (2009) Síndromes administrativos. Opinión; 2(45): 1-15.
Vera, J. A. (2008) El lado oscuro del cerebro. Revista de Sociedad, Cultura y Desarrollo Sustentable; 4(1): 187-191.
Jose Luis del Campo Villares dice
Buenas tardes.
Me ha gustado mucho la entrada, porque sobre este síndrome ya he comentado alguna cosa en mi nlog, pero más desde el punto de vista organizacional que desde el punto de vista psicológico.
Un abrazo
Jennifer Delgado Suarez dice
Hola Jose Luis:
Este problema hoy es una realidad en muchas instituciones y si bien yo he hecho hincapié en los factores eminentemente psicológicos que sufren las personas; lo cierto es que, como bien dices, también el centro laboral se encuentra muy afectado. Sobre todo si la persona con este trastorno resulta ser un dirigente.
Lo que sustenta este trastorno es un gran miedo a perder el poder debido a la falta de confianza en sí mismo y por asumir actitudes que no aceptan el movimiento natural de cambios.
Un saludo