Imaginémonos un día soleado y a una persona sentada frente a un proyecto que debe entregar en las próximas dos horas, no tiene todos los datos pero el informe debe terminarse. ¿Mentiría esta persona?
Ahora imaginémonos a la misma persona sentada frente al mismo proyecto que debe terminar en las dos horas siguientes pero en esta ocasión su oficina está en penumbras. ¿Mentiría?
Probablemente muchos reiterarían la misma respuesta ante ambas situaciones, al fin y al cabo, es el hombre quien decide si mentir o no y el factor «luminosidad» puede incidir muy poco… ¿o no?
Una investigación desarrollada en la Universidad de Toronto y de Carolina del Norte sugiere que la oscuridad promueve el engaño. ¿Cómo se arribó a esta conclusión?
Los investigadores le pidieron a 84 estudiantes que completaran una tarea de matemática básica teniendo un límite de tiempo para su consecución. Después de completar este ejercicio, los mismos estudiantes debían rellenar de manera anónima un formulario donde indicarían cuantos de los 20 ítems habían respondido adecuadamente y en relación con su desempeño, podían reclamar una recompensa monetaria que ascendería hasta los 12 dólares. La mitad de los estudiantes completó estos formularios en una habitación totalmente alumbrada mientras que la otra mitad se ubicó en una habitación en penumbras (aunque tenían suficiente luz como para poder distinguirse los unos a los otros).
Por supuesto, los investigadores habían introducido un código subrepticio para lograr emparejar los formularios con la correspondiente tarea de matemática. Como de seguro podrán presuponer, los estudiantes que rellenaron el formulario en la habitación en penumbras tendieron a exagerar su desempeño (mostraron una media de 4.21 ítems más, en relación con la media de 0.83 ítems que exageraron los estudiantes que rellenaron el formulario en la habitación totalmente iluminada). Otra forma de ver el asunto es que el 60.5% de los estudiantes que se quedaron en penumbras exageraron su rendimiento mientras que este comportamiento solo se observó en el 24.4% de los estudiantes que se encontraban en habitaciones iluminadas.
Los investigadores consideran que, de la misma forma que un niño pequeño cree que es invisible cuando se tapa los ojos, las personas muestran una respuesta «automática» ante la oscuridad identificándola erróneamente con el anonimato (con las consecuentes «licencias morales» que conlleva el pasar como anónimo).
Un segundo estudio bastante curioso en su diseño sustenta la relación entre la oscuridad y el anonimato: los 50 participantes que usaban gafas de sol en un juego computarizado de contenido económico tendían a compartir menos dinero (con un supuesto compañero de juego que se encontraba en otra sala) y lo hacían con menos confianza que aquellos que jugaron el mismo juego con gafas normales que dejaban penetrar toda la luz.
Así, los investigadores no tienen duda alguna: la oscuridad induce a las personas un falso sentido de que sus identidades se esconden o minimizan, creen pasar desapercibidos y de forma anónima, lo cual hace que las personas se sientan menos presionadas por las reglas sociales y el código moral, optando por comportamientos que bajo la luz del sol se pensarían dos veces.
Fuente:
Zhong, C., Bohns, V., & Gino, F. (2010). Good Lamps Are the Best Police: Darkness Increases Dishonesty and Self-Interested Behavior. Psychological Science; 21(3): 311-314.
Marina Alfonsin dice
Muy interesante este artículo y su fundamentación. Me remite al refrán popular: "De noche todos los gatos son pardos". En verdad la oscuridad nos oculta la belleza o las imperfecciones de aquello que contemplamos, y nos induce al engaño.
Saludos,
Marina
Jennifer Delgado Suarez dice
Hola Marina, este articulo también podría ser una explicación al por qué se prefiere la penumbra para confesar algunas verdades bochornosas o para atracar a las personas.
Probablemente esa incorrecta identificación entre oscuridad y anonimato nos hace más desinhibidos (con los consecuentes efectos positivos o negativos que esto puede entrañar).
Un saludo para ti