Se ha hablado bastante sobre la osteoporosis desde el punto de vista médico pero muy poco se ha reflexionado sobre sus posibles efectos a nivel psicológico. La osteoporosis, según la Organización Mundial de la Salud, afecta a 75 millones de personas en Europa, Japón y Estados Unidos convirtiéndose en un verdadero problema de salud a nivel mundial. La prevalencia de la osteoporosis aumenta con la edad evidenciándose una incidencia del 15% entre los 50 y los 59 años, del 22% desde los 60 hasta los 69 años y del 70% para las personas mayores de 80 años.
Los clínicos afirman que para el momento en el cual se detectan y diagnostican la mayoría de los casos ya se ha perdido aproximadamente el 25% de masa ósea. En las mujeres la prevalencia es mucho mayor debido a los cambios hormonales que tienen lugar durante el periodo menopáusico. Según el European Vertebral Osteoporotic Study, aproximadamente el 32% de las mujeres mayores de 50 años presentarán fracturas vertebrales osteoporóticas a lo largo de su vida. Una cifra que no es difícil de ignorar.
La osteoporosis, más allá de la consabida fragilidad ósea, también provoca el encorvamiento de la columna vertebral y el abombamiento del vientre, disminuyendo ostensiblemente la estatura. Con estas dificultades el impacto psicológico de la enfermedad se dirige esencialmente a provocar sentimientos de indefensión y una baja autoestima.
Los cambios corporales que se experimentan como la disminución del peso corporal y de la estatura acompañados del aumento ostensible del vientre obligan a que la persona deba reestructurar su imagen corporal, objetivo que no siempre se logra y provoca los consabidos sentimientos de inadecuación y de baja autoestima. La persona comienza a sentirse incómoda con su cuerpo, se percata que su imagen va transformándose y necesita variar el concepto que tiene de su físico. Aunque para muchas personas esto podría no ser un gran problema, para otras, al contrario, se convierte en una profunda fuente de displacer que desencadena una serie de sentimientos negativos sobre sí misma y sobre su imagen.
Por otra parte, la fragilidad ósea puede provocar fuertes sentimientos de indefensión. La persona que hasta hace algunos años o incluso meses, se valía por sí sola, comienza a sentir dolores y cansancio, el movimiento menos esperado puede provocar una rotura o un esguince y se comienza a concientizar que: “ya no soy la misma”. Ante su fragilidad aparece el sentimiento de indefensión matizado por las ideas de desamparo, la desesperanza y el miedo.
No obstante, no es necesario llegar a estos extremos físicos y psicológicos, ya que existen formas de precaver la osteoporosis:
– Realizar actividad física.
– Mantener una alimentación sana y equilibrada.
– Evitar el consumo del alcohol, el café y las bebidas de cola.
– Ingerir suficiente vitamina D y calcio.
Si la prevención no ha llegado a tiempo siempre existen tratamientos que pueden aumentar la calidad de vida de la persona con osteoporosis. En el caso de la Traumatología Biológica se utiliza un plasma rico en plaquetas (también llamados factores del crecimiento), que aceleran el proceso de recuperación de las lesiones del cuerpo y la cicatrización potenciando los propios recursos físicos. Las mejorías que se obtienen con este tipo de tratamiento son observables rápidamente y el procedimiento clínico resulta poco invasivo.
Una investigación realizada en el Hospital USP-Santa Teresa de La Coruña afirma que el 82.3% de los casos donde se utilizó la terapia por ondas de choque extracorpórea y el tratamiento con plasma fueron exitosos para la consolidación de los huesos largos. No obstante, es de destacar que los estudios sobre la osteoporosis tanto desde el punto de vista psicológico o médico son relativamente escasos si se tiene en cuenta la elevadísima incidencia de esta patología.
Fuente:
Fernández, A. R. et. Al. (2005) Resultados del tratamiento consolidación en huesos largos choque extracorpóreas y plasma de crecimiento. Acta Ortopédica Gallega; 1(2): 41-44.
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